Enrique, Gregorio y Luis apenas cupieron en el más profundo de los sótanos de la torre B-2 de Pemex cuando entraron a ajustar los pilotes que previenen que el gigantesco edificio se incline.
Para cualquier observador el sitio era inhóspito, de techo bajo, mínimo para no golpearse la cabeza, profundamente oscuro y con paredes lisas de cemento, pero para los tres trabajadores de Conservación de Pilotes de Control S.A. (Copicosa) era su lugar habitual de trabajo.
De acuerdo con el peritaje oficial de la tragedia que mató a 37 personas, en ese sótano se había acumulado gas por fugas en la tubería que daba servicio a la torre B-2 del complejo de Petróleos Mexicanos sobre la avenida Marina Nacional de la Ciudad de México (hay varios edificios de Pemex en la zona, muchos de ellos interconectados por un subsuelo que –vaya ironía– hace décadas solía albergar una empresa gasera). Ver más