A propósito del fabuloso y feliz rescate de los 33 mineros en Copiapó, Sebastián Piñera anunció un llamado Nuevo Trato con los trabajadores del país en materia, sobre todo, de salud laboral y accidentabilidad. Sin embargo, hasta la fecha no existen medidas concretas al respecto, salvo el rimbombante titular presidencial. Lo que sí abunda son los atropellos y abusos del empresariado con feroces consecuencias para la salud y vida de los asalariados.
“La mayoría de los conductores del Transantiago sufre de estrés laboral y depresión. Hay choferes que manejan bajo el consumo de psicotrópicos. Muchos trabajadores son agredidos y no pasan a la mutual. Como la frecuencia del transporte es irregular, se junta mucha gente en las paradas y los usuarios descargan su ira contra los conductores que son la cara visible del sistema, cuando la programación de las rutas y su recurrencia es una decisión del empresario”, relata Fernando González, presidente de la Federación Nacional Unión de Trabajadores del Transporte que agrupa en su mayoría a trabajadores del Transantiago; exactamente a 5 empresas de las 10 de la industria. Se trata de la zona H, la Milenium (máquinas verdes), Transaraucaria (color naranja), Alsacia (línea 100), y Express (línea 400).
Fernando González añade que “aquí funciona el terrorismo laboral contra nosotros. Legalmente nos correspondería trabajar 7,5 horas diarias, y tener un descanso a las 4 horas, de acuerdo al artículo 26 del Código del Trabajo. Sin embargo, cuando hay recorridos que son circunvalaciones y el chofer llega al terminal, y no hay relevo, es obligado a seguir conduciendo sin pausa. Es decir, pasan hasta 6 horas continuas sin bajarse del bus, sin siquiera ir al baño. Por eso muchos conductores trabajan con pañales. A la empresa Express de Santiago, por ejemplo, le hemos interpuesto demandas sólo para que cumpla lo estipulado en la ley. Además, como no nos pagan las horas extras, se ahorran o ganan 6 millones de dólares más sólo por este concepto.”
Un chofer del Transantiago es pasado a buscar por una band a su casa alrededor de las 02:30 horas de la madrugada, para recién empezar a conducir a las 06:00 horas. El trabajador llega a la “bodega” a las 04:00 horas, lo que es contabilizado por el empleador como “tiempo pasivo” a cargo del trabajador. Normalmente hace hasta tres recorridos, para recién a la 10:00 horas, pasar por primera vez al baño. Después el funcionario da una vuelta más y termina a las 16:00 horas. Es decir han transcurrido 12 horas desde que fue recogido a su hogar por la empresa. Esto ocurre 6 días a la semana.
“La salud mental de los trabajadores es pésima”, sentencia González y agrega que “cuando trabajábamos en las micros amarillas uno llegaba al paradero y todos los choferes compartían, teníamos muy buenas relaciones y había un buen ambiente. Se comía bien y se nos pagaba bien. Hoy uno llega a un depósito y la gente está sentada, no hay conversación, todos están amargados. Hay muchos conductores con familias destruidas producto de las largas jornadas, los controles excesivos, las presiones, casi todos los días hay choques, y por el hecho de haber ganado $800 mil pesos mensuales o más antes y ahora percibir menos de la mitad. En el último tiempo se han ahorcado tres conductores.”
En el campo
Alicia Muñoz es la presidenta de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, ANAMURI, y dice que “lamentablemente cada año, más que evaluar avances, continuamos sumando víctimas producto de las condiciones en las que trabajamos, no solamente las mujeres de la agro exportación, las trabajadoras del campo, los trabajadores del campo y la ciudad, los mineros. Cada temporada debemos lamentar la muerte o accidentes graves, que pudieron ser prevenidos, si los empresarios con sus gigantescas ganancias, hubiesen invertido en mejorar las condiciones de seguridad”.
Según las últimas investigaciones del Centro de Estudios de la Mujer (CEDEM), las condiciones en que se realiza el trabajo asalariado agrícola, en particular de las mujeres, está ligado directamente a la calidad de vida y la salud, por tanto, los factores de riesgos “no sólo son físicos, ambientales o químicos, sino que están vinculados a la forma que adquiere la contratación de la fuerza de trabajo”.
La principal representante de ANAMURI lamenta que “Sigue siendo normal aplicar plaguicidas estando las y los trabajadores en los huertos; no respetar los períodos de reingreso, y el criterio de la ganancia prima por sobre la vida y la salud de las trabajadoras”. En ese contexto, Alicia Muñoz relata el caso de “Cecilia Ortiz, trabajadora agrícola de la región de Atacama, quien sufrió un grave accidente con resultado de pérdida de vida. Y hasta el momento, la empresa “La Ruta” de Copiapó sigue negando tener cualquier responsabilidad en su muerte, pese al informe forense. El caso continúa en los tribunales de justicia, y hasta ahora no existe ningún pronunciamiento”.
Casos como “el de Cecilia, de Victoria en Talca, Cristiana en la novena” se convierten en cifras que siempre quedan en lo oscuro, incluso cuando en la región del Maule, en la temporada 2009 se constataron “más de 50 accidente con consecuencias fatales o sea 50 pérdida de vidas humanas y más de 130 lesionados gravemente. En la actualidad, van a la fecha 94 accidentes, por accidentes laborales en esta región, quedando los y las trabajadoras en la más absoluta indefensión”, concluye Alicia Muñoz.
En el mar
“El Presidente Sebastián Piñera ha planteado la necesidad de un nuevo trato para los trabajadores de nuestro país. Es de esperar que no sólo sean buenas intenciones, sino más bien sirva para colocarse a la altura del desarrollo productivo que ha alcanzado nuestra patria y la retribución y redistribución justa para los trabajadores de nuestro pueblo”, manifiesta el máximo dirigente de la Confederación de la Gente del Mar (CONGEMAR), Jorge Bustos.
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