Por Pascale Molinier – Publicado en Julio 2014
En Francia, en los años 1970-1980, el movimiento social de sensibilización para la mejora de las condiciones laborales influyó, entre otras cosas, en el desarrollo de dos corrientes de las ciencias del trabajo estrechamente relacionadas: la ergonomía de lengua francesa y la psicodinámica del trabajo.
Los ergónomos han deconstruido el paradigma de la creación versus ejecución revelando la inteligencia de los operarios sin la cual la producción no sería posible, incluso en una cadena de montaje (Travailler, 2005). Asimismo, han destacado la unidad del trabajador y « las huellas del trabajo » en el ámbito no laboral. (Teiger, 1980; Dessors, 2009).
La psicodinámica del trabajo ha completado estos conocimientos con una definición de la inteligencia en situación de trabajo, el ingenio, que incluye la corporeidad y la subjetividad en una teoría fenomenológica. Los trabajadores son considerados como sujetos, en el sentido psicoanalítico del término[1], lo que permite dar un nuevo sentido a unos comportamientos que hasta entonces se habían considerado irracionales e inadaptados, al tiempo que se actualiza su racionalidad defensiva. (Dejours, 1980). La llamada tesis de la « centralidad del trabajo » teoriza este último como la experiencia social que, cuando resulta exitosa, permite en la mayoría de los casos, dar sentido a la vida de uno superando cualquier vicisitud. Este éxito está supeditado a las condiciones del reconocimiento de la belleza y de la utilidad del trabajo realizado. A lo colectivo, con sus normas profesionales y sus estrategias colectivas de defensa, se le atribuye una función fundamental para la preservación de la salud mental, mientras que su inexistencia o su desaparición representan por el contrario el riesgo de desestabilización de ésta. En los años 1990, se hace evidente que el desempleo y la precariedad resultan un obstáculo a la realización del individuo, incluso a pesar de que las olas de reestructuración, especialmente en las empresas públicas, ya apuntan que los asalariados del núcleo duro también están encontrando cada vez mayores dificultades (Molinier et al, 1996 ). Ver más
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