Cuando una persona trabaja en lo que no le gusta, pero lo hace por obligación o necesidad, no solo se genera estrés y desaliento sino que se afecta la productividad y se contamina el ambiente laboral.
Es un absurdo, pero hace parte de la realidad cotidiana: miles de personas trabajan en lo que no les gusta o en actividades distintas a sus profesiones. Esta especie de esclavitud se presenta por diversas razones, que van desde la pura necesidad hasta decisiones empresariales de momento.
Es más: centenares de trabajadores se vinculan a empresas que no les atrae y que les parecen indignas para su estatus o pretensiones y, como en el caso de Judas, llegan al extremo de negarlas.
El resultado no puede ser otro que “generación de estrés, bajo rendimiento y deterioro del ambiente laboral”, afirma la sicóloga y especialista en talento humano, Sara Sandoval, quien advierte que esta es una realidad que no se puede negar en nuestro medio y menos en un momento de crisis como el actual.
Es común –dice Tatiana Rodríguez, sicóloga y consultora en desarrollo organizacional, escuchar en las empresas frases como “esto no me gusta”, “quisiera que me cambiaran de cargo” y peor aún “estoy aquí por necesidad”. Si eso es así – dice la experta -, la empresa está en graves problemas porque no hay peor enemigo en una organización que un empleado desmotivado y aburrido”.