Sucedió hace 41 años: una enorme nube de veneno dejó muertos, heridos, quemados e intoxicados, pero no logró que que los parroquianos del bar abandonaran la picada y la tele. El relato periodístico, en primera persona
La experiencia de un periodista en las calles de una ciudad que golpeada por el desastre ecológico seguía como si nada hubiese ocurrido
El 9 de julio del 76, a las 12.37 del mediodía, una explosión en la fábrica de químicos ICMESA tendió un manto de veneno mortal sobre el municipio de Seveso, a 25 kilómetros del norte de Milán, entonces de apenas diez mil almas. La enorme nube tóxica obligó a una estampida no sólo de sus empleados y obreros: de más de la mitad de sus habitantes.
Ese mismo día, lejos de celebrar la independencia, partí a Roma, hice transbordo hacia una Milán desierta (pronto empezaba el ferragosto, el abrasador verano itálico, y el éxodo de los milaneses era casi total), me alojé en el antiguo Grande Hotel Delle Palme, digno de un film de Luchino Visconti, ese irrepetible esteta, y al otro día tomé un tren, también desierto, con destino al lugar del desastre. Ver más