Alrededor de 20 mil de jóvenes sufren penosas condiciones de trabajo en una industria promovida por el gobierno provincial. A pesar del miedo, los aprietes y los despidos que intentan imponer las patronales, la Unión de Operadores de Call Centers (UnOCC-CTA) nació el año pasado para decir ¡basta! y organizar las demandas de los trabajadores.
Un salón repleto de boxs está sumido en un murmullo incesante de voces que suenan al mismo tiempo. Cada uno de boxs tiene a un trabajador sentado frente a su computadora, con una ‘vincha’ sobre su cabeza, que habla y gesticula con un dejo de cansancio. Pero, de repente, se produce un silencio unísono. Los jefes salen disparados desde sus despachos a ver qué sucede. Sur Contact Centers ha entrado en rebelión y por un rato los trabajadores ‘cuelgan’ sus vinchas. Quieren que se les respete el derecho, en tiempo y forma, de poder ir al baño.
“Los jefes no lo podían creer. No vinieron a ver, a preguntarnos qué teníamos que ver”, sonríe Nicolás Dreizik, integrante de UnOCC. “A partir de allí nos dimos cuenta que habíamos roto una barrera que antes era infranqueable: el miedo. Ya los pibes no temieron ser despedidos, perder el laburo”.
Cruzar el umbral del miedo, instrumento disciplinador dentro de los ámbitos de trabajo como lo fue en términos sociales y políticos durante la dictadura, fue sobrepasar el Rubicón de la acción gremial dentro de empresas que hicieron de la manipulación de los trabajadores la herramienta para acallar todo reclamo de mejora en la condiciones laborales en el sector. “Ahora tenemos compañeros volanteando dentro de la firma, cosa impensable hace un año”, agrega Christian Bustamante, secretario de Finanzas de la organización.
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