Es un tóxico llamado Fosfina que se introduce en los camiones para desinfectar el cereal. Pero los sectores vinculados al transporte denuncian que está matando a los choferes y que la regulación es obsoleta. La complicidad de las agroexportadoras.
Todos los días los camioneros que transportan cereales ponen en riesgo su vida. El mayor peligro, paradójicamente, no está en los accidentes de tránsito, sino dentro de sus propios camiones, producto de un veneno llamado fosfina. Se trata de un gas extremadamente tóxico y letal para los seres humanos, que se genera cuando las pastillas de fosfuro de aluminio, utilizadas como plaguicida bajo el nombre comercial de Phostoxin, entran en contacto con la humedad natural. Este químico se introduce en el acoplado de los camiones para eliminar todo tipo de ácaros, gorgojos y otros insectos que pueden aparecer en los granos durante el viaje. Pese a las indicaciones de los especialistas que recomiendan no entrar en contacto con la fosfina durante las primeras 48 horas de su aplicación, los transportistas están expuestos al veneno de forma inmediata y durante largas jornadas de trabajo.
Un informe de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo de la Nación (SRT) advierte que el gas “tiene la capacidad de atravesar distintos materiales, se debe utilizar en ambientes herméticamente cerrados y los trabajadores no pueden ni deben exponerse a él”. Sin embargo, a los choferes se les vuelve imposible cumplir con esa norma: prefieren utilizar el poco dinero que tienen para comer y, en lugar de alquilar un hotel, terminan durmiendo dentro del camión, rodeados de cereal y veneno, hasta que la fosfina hace efecto sobre los granos que están listos para exportar.