El uso de los smartphones enciende el debate sobre la disponibilidad horaria de los trabajadores.

En los años sesenta hubo muchas empresas que instalaron un candado en el teléfono de la oficina: el teléfono era un artilugio relativamente nuevo, y su uso (y abuso) no estaba socialmente bien definido. Y ante la desconfianza, cerrojo. Todavía hoy, muchas empresas limitan el acceso a internet desde el puesto de trabajo, y otras, como Volkswagen, acaba de acordar con sus trabajadores en Alemania limitar el acceso a las Blackberry fuera del horario laboral. La medida sólo se aplica a empleados que no sean ni directivos ni cuadros intermedios; y no está claro si se bloquea todo el e-mail, o sólo significa que la empresa no enviará mensajes. En cualquier caso, la polémica está servida: el móvil, aún más el smartphone (con internet, sea Blackberry, iPhone, Android, o Windows Phone) ¿nos hace trabajadores más flexibles, o nos hace esclavos del trabajo?
«Las nuevas tecnologías están creando nuevas situaciones: todavía no se han consolidado los usos, y por tanto no hay soluciones que se acepten como buenas o malas», valora Genís Roca, socio de la consultora especializada en estrategia digital Roca Salvatella. «Alrededor del hecho digital, el primer debate que se generó en las empresas fue el de la privacidad, si la empresa tenía derecho a leer los e-mails. Ahora se abre el de la disponibilidad».
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