Rescatan los cadáveres de 34 trabajadores en una mina

Los mineros murieron tras una explosión de gas ocurrida ayer en un yacimiento en China. El gobierno instó a los responsables de la industria a aumentar las medidas de seguridad.

(EFE). Treinta y cuatro cadáveres de mineros fueron recuperados tras la explosión ocurrida ayer en una mina de carbón en la provincia central china de Henan, perteneciente a la compañía «Henan Hebi Coal», informó hoy la agencia oficial de noticias Xinhua.

Hoy, el primer ministro chino, Wen Jiabao, instó a responsables de la industria del carbón a aumentar las medidas de seguridad en general, y especialmente durante esta semana de celebraciones del 56 aniversario de la República Popular de China, en la que millones de personas se desplazan en el país.

Los mineros fallecidos trabajaban en la mina cuando se produjo una explosión de gas. Inmediatamente después del accidente, que causó 19 heridos, las autoridades locales ordenaron el rescate de los trabajadores.

El grupo estatal «Hebi» es uno de los mayores de propiedad pública en la provincia de Henan y su capital ascendió a 565 millones de dólares en 2004.

Fuente: www.infobae.com

Nena de 17 meses murió ahogada en un balde en Formosa

La pequeña estaba jugando en la presencia de su madre, quien se descuidó por unos minutos. Cuando volvió con su hija, ella había caído en el recipiente de 20 litros de agua.

Ayer al mediodía una pequeña de un año y cinco meses estaba jugando con su madre en su casa de Formosa. La mujer perdió de vista a la niña, quien en un descuido cayó en un balde de 20 litros de agua, en donde murió ahogada.

La mujer se dio cuenta de su descuido y procedió a buscar a su pequeña. Al llegar junto al balde notó que había algo en su interior. En él yacía el cuerpo sin vida de su hija, según publicó el diario el Comercial de Formosa.

El episodio conmocionó a los vecinos, quienes rápidamente ayudaron a trasladar a la menor a la sala de primeros.

Fuente: www.infobae.com

Una escuela sufrió el incendio de su biblioteca

Ni bien se traspasa el umbral de la escuela Rodolfo Rivarola alerta el olor a madera y papeles quemados. Varios pasos más allá la imagen sea quizás más chocante que el aroma: los desechos de una pira son nada menos que libros. Un grupo de vándalos no tuvo mejor idea el domingo a la madrugada que cortar el tejido de seguridad, romper el vidrio de una ventana, prender un aerosol y arrojarlo en la biblioteca de la Escuela Nº816 (Cullen 2910) en el distrito Oeste. Como resultado del salvaje acto, el establecimiento perdió una inestimable cantidad de libros nuevos y usados, mobiliario y hasta una computadora donde se estaban informatizando las colecciones.

En medio de la adversidad, las autoridades de la escuela reconocieron el gesto de los alumnos, padres y ex alumnos que inmediatamente donaron libros, y de la delegada del Ministerio de Educación en Rosario, Adriana Bertolotti, quien le pidió a la directora del establecimiento, Adriana Claria, un presupuesto para la compra de libros y para enrejar todo el perímetro de la Rivarola, un antiguo requerimiento de esa comunidad educativa.

El hecho ocurrió cerca de las 5.30 del domingo, y los bomberos fueron avisados de un incendio en el interior de la escuela. Con la ayuda de cooperadores, consiguieron apagar el fuego, producido, según dijeron las autoridades de la 816, con un aerosol encendido y arrojado al interior de la biblioteca. Debido a los elementos allí almacenados, el fuego se extendió rápidamente tomando libros, armarios, estantes, mesas, sillas, el cielo raso y hasta una computadora, detalló la bibliotecaria Alicia Scampino.

La escuela Rivarola está en medio de una inmensa barriada de zona oeste y atiende a unos 800 alumnos en el nivel inicial y los tres ciclos de la EGB. Este año ya soportaron el robo del comedor y la salida de funcionamiento de todo el tendido eléctrico por un sabotaje.

Y aunque pudiera entenderse una toma de posición extrema, luego de escuchar de la seccional 32a. -donde se radicó la denuncia- un simple «hacemos lo que podemos», la directora sólo llamó a la reflexión: «Los que hacen esto son chicos enfermos. Más que policías ellos necesitan médicos que los curen». La educadora se refería a problemas de adicción a drogas y a la falta de contención: «Acá se necesita un polimodal, porque cuando terminan la EGB y pueden ir a otra escuela, quedan en la calle sin asistencia alguna».

Es más, según explicó Glaria, la escuela presentó un proyecto a la Municipalidad, en el marco del Presupuesto Participativo, para desde el año próximo ofrecer en la escuela talleres de prevención en adicciones. La directora solicitó que cualquier donación se haga llegar a la escuela o bien se avise al establecimiento al teléfono 472-7583.

Fuente: Diario La Capital

Mueren ancianos y niños en una avalancha antes de un concierto

Unas 30 mil personas querían entrar al estadio pero las puertas estaban cerradas. Por la presión de la multitud fallecieron once personas.

(EFE). Al menos 11 personas murieron hoy y 70 resultaron heridas al producirse una avalancha de gente en las puertas de un estadio donde se iba a celebrar un concierto, en la localidad sureña de Sangju, según la agencia surcoreana Yonhap.

El suceso ocurrió a las 17.41 (08.41 GMT) cuando miles de personas se agolpaban a la entrada de un recinto deportivo para asistir a un acto musical organizado por la cadena de televisión MBC.

De las 11 víctimas mortales, ocho son ancianos y niños que sucumbieron ante la presión de la multitud, una hora y cuarto antes del inicio previsto de las actuaciones, según los organizadores del acto.

De acuerdo con declaraciones de los bomberos a medios locales, unas 30.000 personas se preparaban para entrar en el recinto, cuyo capacidad es para 10.000 espectadores.

El estadio se halla en la localidad de Sangju, provincia de Kyongbuk, a 270 kilómetros al sureste de Seúl.

Fuente: www.infobae.com

Varios heridos graves por la caída de un ascensor en San Isidro

El accidente ocurrió en los tribunales de esa ciudad del norte del Conurbano. Bomberos y personal médico trabajan para auxiliar a los lesionados.

El ascensor de mayor capacidad del edificio de Tribunales de San Isidro se derrumbó en caída libre once pisos. En su interior había entre diez y doce personas, de las cuales resultaron heridas de gravedad cinco. Hacía dos años que se hacían reclamos por el mal estado del aparato.

«No nos matamos de casualidad. Mi hijo está muy golpeado en la columna», dijo Roberto Espósito, una de las personas que se encontraba adentro.

Desde hace dos años que el ascensor no funcionaba de manera correcta. Solía trabarse dejando a las personas encerradas. Según testigos, la Corte dilataba la búsqueda de soluciones.

El ascensor cayó desde el séptimo piso hasta el segundo subsuelo. Cinco personas debieron ser retiradas en camillas por personal de bomberos.

Los testigos declararon que en el momento del accidente se escuchó una fuerte explosión.

Fuente: www.infobae.com

SEVESO – 1976

Historia

Los municipios de Seveso y Meda, en Italia, ocupan una superficie de 16 km2. Su perfil es llano y propicio para la agricultura y las explotaciones agropecuarias, por lo que desde principios del s. XX fueron testigos de frecuentes movimientos inmigratorios procedentes del sur y del este del país, que la ocuparon y la transformaron. Su población llegó a incrementarse hasta en un 39%, hasta alcanzar los 41.000 habitantes. Al igual que otros municipios como Cesano Maderno o Desio, se hallan situados en la región de Lombardía, al norte de Milán.

En 1963, Hoffmann-La Roche había adquirido la firma genovesa de fragancias y sabores Givaudan S.A. La continuación de su estrategia comercial en Italia, lleva a Roche, a través de su nueva filial Givaudan, a la compra de todas las acciones de Icmesa (Industria Química Meda S.A.), situada en Meda a unos 15 kms. de Milán y limítrofe con Seveso. Esta adquisición se efectúa entre los años 1965 y 1969, fecha en que se convierte en el único propietario de esta fábrica. Es entonces, a partir de 1969, cuando Icmesa comienza a producir de manera creciente triclorofenol (TCP) de alto grado para la elaboración en Givaudan de hexaclorofeno, un desinfectante empleado en la fabricación de jabones medicinales.

En 1976, siete años después de que Icmesa hubiera comenzado a formar parte del grupo Roche, se produce aquí uno de los mayores accidentes industriales de la historia.

El accidente

El viernes 9 de julio de 1976 se procede, como es habitual, a la elaboración de TCP en la fábrica Icmesa. El tanque de reacción de TCP se llena con diversos materiales iniciadores y da comienzo un proceso que finaliza de madrugada, cuando uno de los técnicos da la orden de interrumpir una destilación que no está completada. La última temperatura medida es de 158 ºC, una situación normal ya que la temperatura de trabajo del triclorofenol está entre 150 y 160 ºC. Finalizado el turno de noche, todos los operarios abandonan la fábrica, quedando en el interior de las instalaciones sólo el personal de mantenimiento y limpieza.

Sobre las doce y media de la mañana del sábado día 10, la brida de una válvula de seguridad del tanque de TCP estalla como resultado de una sobrepresión, causada por una reacción exotérmica (paso de estado líquido a gaseoso con desprendimiento de calor) accidental. Por la válvula se escapa una mezcla química en forma de aerosol que contiene, entre otras sustancias tóxicas, triclorofenato de sodio, sosa cáustica y disolvente.

La nube tóxica que se origina es impulsada por el viento en dirección sureste a una velocidad de 18 km/h. Esta nube cargada con la peligrosa dioxina TCDD se abate principalmente sobre los términos municipales de Seveso, Meda, Cesano Maderno y Desio, afectando en diferente medida a un total de 1.810 hectáreas de terreno.

Los directivos de Roche han afirmado hasta el día de hoy que el efecto que produjo la catástrofe de Seveso, esto es, el recalentamiento en el interior del tanque de triclorofenol, era imprevisible por aquél entonces, cuando apenas se conocían la reacciones accidentales de este producto intermedio. Esta excusa constituyó la base de su defensa ante las autoridades civiles y los tribunales de justicia italianos. Sin embargo, otros especialistas argumentan que sí existía una literatura científica entre 1971 y 1974, en la que se incluirían las descripciones de otros accidentes con triclorofenol, siendo el más importante el de Missouri, en Estados Unidos, a principios de los setenta. También se conocían las condiciones bajo las que podría producirse una reacción exotérmica descontrolada hasta alcanzar rápidamente los 410 ºC. Sin embargo, atendiendo a las explicaciones de los directores técnicos de Givaudan e Icmesa, la comisión que se encargó de investigar las causas del accidente concluyó que era imposible haber previsto este hecho.

Pero aun en el caso de que lo expuesto por los técnicos de Icmesa fuera cierto, las escasas medidas de seguridad de la planta tampoco estaban preparadas para prevenir el accidente:

– No se había establecido ningún plan de seguridad con las autoridades locales
– No se había elaborado un análisis de riesgo de los distintos procesos de la fábrica
– Los controles de todos los procesos de la fábrica se realizaban de forma manual, incluyendo el sistema de refrigeración, que se activaba manualmente
– El sistema de alarma del reactor no avisaba sobre el aumento de temperatura
– Los obreros de la fábrica desconocían los riesgos de posibles accidentes y las medidas preventivas

Actuaciones

Una de las personas que se encontraba en las instalaciones de la fábrica en el momento de producirse la catástrofe fue el primero en detectar la fuga. Minutos después contacta con uno de los técnicos, el Dr. Clemente Barni, que se apresura a llegar a la planta. Tras algo más de una hora se consigue cerrar la fuga, encendiendo el sistema de refrigeración; pero nada impide que unos 3.000 kgs. de sustancias químicas contaminantes escapen al aire. Seguro de ello, el Dr. Barni inspecciona las áreas próximas a las instalaciones industriales, advirtiendo a cuantos habitantes encontraba que no consumieran o incluso tocaran frutas ni vegetales de la zona, a pesar de no encontrar indicio alguno de contaminación.

De inmediato se alerta del suceso a la policía italiana, pero el hecho de haberse producido durante el fin de semana dificultó el contacto con las autoridades locales de forma inmediata con objeto de alertar a la población y emprender actuaciones de emergencia. Hasta el domingo día 11 por la mañana el Dr. Paolo Paoletti, Director de Producción de Icmesa, no logra contactar con Herwig von Zwehl, Director Técnico de la misma empresa. Entre ambos establecen un protocolo inicial consistente en concertar entrevistas con el director local de salud de Seveso y Meda y los alcaldes de ambas poblaciones, y recoger muestras del tanque y del área circundante para enviarlos a analizar en los laboratorios que Roche tenía en Suiza.

Los resultados del análisis de las muestras recogidas por Barni y Paoletti se dan a conocer el 14 de julio, un tiempo relativamente corto. El laboratorio suizo informa que las muestran contienen trazas de la dioxina TCDD, una de las más tóxicas de la familia, aunque sin poderse determinar la cantidad fugada. Esta duda ha permanecido hasta el día de hoy y varía según los expertos entre los 300 grs. y los 130 kgs. Según el Dr. Paolo Mocarelli, médico del hospital de Desio y oficialmente encargado del laboratorio que analizaba los problemas sanitarios de los afectados, determinó que la cantidad total pudo estar entre los 100 grs. y los 20 kgs. Para hacernos idea de la gravedad del accidente digamos que una dosis de 6 millonésimas de gramo de esta dioxina mata a una rata de laboratorio.

Con estos datos, las autoridades locales publican al día siguiente decretos (Seveso Nº 43/76 y Meda Nº 2/76) en los que se citan las áreas contaminadas y prohibiendo el consumo de frutas y hortalizas procedentes de estas áreas, pero se descartan las medidas de evacuación de la población, desoyendo los consejos de los técnicos. Este mismo día 15 empiezan a aparecer los primeros síntomas de inflamación cutánea aguda entre los miembros de los hogaress más próximos; entre 12 y 16 niños tienen que ser hospitalizados.

Los días van transcurriendo y aún no se ha tomado ninguna medida de control de la contaminación ni de protección para la población salvo la prohibición del consumo de frutas y vegetales locales. Entre los días 17 y 20 de este mes, es decir, una semana después del escape tóxico, se consigue reunir la documentación sobre la toxicidad del TCDD, los métodos para la detección de la dioxina y el mapa detallado del área contaminada. Además se mantienen contactos entre Roche y otras empresas que han sufrido accidentes con TCP en el pasado para solicitar información sobre la dioxina y sus posibles efectos: Coalite (Gran Bretaña), BASF (Alemania Occidental), Philips-Duphar (Holanda), Chemie Linz (Austria) y Dow Chemicals (Estados Unidos). Toda esta información junto con la recomendación de evacuar a la población se le hace llegar a las autoridades sanitarias, que descartan asumir otro tipo de medidas que las ya emprendidas, entre ellas el cierre oficial de la fábrica, el sellado del Edificio B, lugar donde se originó el escape de Icmesa, el consumo de productos hortofrutícolas y el arresto de los directores técnicos y de producción de la empresa, Herwig von Zwehl y Paolo Paoletti respectivamente, para evitar su fuga del país. No es hasta dos semanas después de la catástrofe cuando el gobierno italiano ordena finalmente la evacuación de la población en toda la zona afectada, que es realojada en hoteles. El 25 de julio comienza este éxodo entre las más estrictas medidas de control con el fin de evitar una mayor dispersión de la dioxina; para entonces ya han muerto envenenados 3.300 animales pequeños.

Se elabora una zonificación del área contaminada, dividiéndola en tres partes: la zona A es la más contaminada con unos 50 µg/m2 (microgramos por metro cuadrado), la zona B es la segunda más afectada con 5 a 50 µg/m2, y la zona R, donde se hallan menos de 5 µg/m2. En la zona A, 736 personas resultaron gravemente afectadas, en la zona B resultaron afectados en menor grado 4.613 habitantes y en la zona R, 30.774.

Las medidas sanitarias entran en funcionamiento a principios de agosto. Toda la población afectada, empezando por los evacuados, son sometidos a análisis clínicos y tratamientos específicos que continuarían durante los siguientes 15 ó 20 años.

A partir de aquí se crea la Comisión Cimmino con el objetivo de devolver a la zona afectada a su estado primitivo empleando complicadas y costosas medidas de descontaminación.

Efectos sobre el medio ambiente

La nube tóxica de Seveso se esparció por 1.810 hectáreas de un espacio casi deshabitado. El viento reinante favoreció su dispersión, evitando con ello que la dioxina alcanzara mayor índice de concentración en un espacio más reducido si no hubiera soplado viento alguno.

Aunque en las horas inmediatas al accidente no se apreciaron signos visuales de contaminación, tres días más tarde, el 13 de julio, se observa que algunos animales pequeños (conejos, pájaros y aves de corral) han muerto. A finales de julio han perecido ya 3.300 pequeños animales silvestres y de granja, envenenados por el agente tóxico. Para evitar la propagación del contaminante en la cadena trófica y alimentaria se decreta una cacería de emergencia en el entorno rural y el sacrificio de los animales domésticos. Hasta 1978, la cifra de animales sacrificados ascendió a unos 77.000 u 80.000 animales.

Seveso, Desio, Cesano Maderno y Meda fueron los cuatro municipios más perjudicados por el escape; otros municipios próximos como Bovisio o Barlassina apenas sintieron el impacto. Los análisis del suelo efectuados en estas zonas detectaron entre 0,9 µg/m2 en las zonas menos contaminadas hasta los 580,4 µg/m2 en el área más rociada por la nube, pasando por los 270 µg/m2 hallados en determinados sectores de la zona B, donde vivía el 67% de la población total evacuada. Durante el año siguiente a la catástrofe se llegan a efectuar unos 7.000 análisis del suelo, con el objetivo de comprobar la evolución del proceso de eliminación mecánica de la dioxina. Este proceso de descontaminación consistió en descarnar con palas excavadoras entre 25 y 40 cms. de superficie del terreno según la penetración máxima del TCDD en cada zona. En la zona A se llegó a excavar hasta los 40 cms de profundidad y los materiales se fueron almacenando en dos depósitos subterráneos especialmente diseñados y construidos en la zona A con capacidad para 85.000 y 160.000 m3, es decir, un total de 225.000 m3. Este método logró eliminar hasta el 90% de la dioxina liberada por Icmesa.

Los edificios enclavados en las 110 hectáreas correspondientes a la zona A, la más gravemente dañada, tienen que ser demolidos y sus escombros son arrojados a los depósitos construidos para tal fin. Fuera de esta zona, 112 casas con sus correspondientes huertos y alrededores son descontaminados empleando sofisticados equipos de succión de polvo y agua para los recintos interiores y soluciones jabonosas especiales para el exterior. La vegetación es arrancada y el agua contaminada se almacena en contenedores.

Todos estos trabajos culminan cuatro años después de aquel 10 de julio de 1976. En 1984 toda la zona A presentaba el aspecto de un desierto, sin construcciones, sin vida animal, sin vegetación y con toda la superficie removida. Por ello, dentro de las medidas de regeneración del territorio, se determinó la creación de un fabuloso parque donde la contaminación había tenido mayor impacto, llamado Bosco delle Querce. Bajó él se hallan enterrados los depósitos que contienen los 225.000 m3 de restos de suelo contaminado por la dioxina, incluyendo los escombros de la fábrica y de otras edificaciones, más los cadáveres de los 77.000 animales sacrificados. Los animales silvestres también han vuelto a estas tierras.

Los daños a la salud

Los primeros efectos perjudiciales para la vida humana causados por el accidente químico de Seveso aparecieron el día 14 de julio, cuatro días después de producirse. Entre 12 y 16 niños tienen que ser hospitalizados, aquejados de inflamaciones cutáneas agudas. Estos fueron las primeras víctimas de las casi 37.000 personas que resultaron directamente expuestas a la dioxina. No obstante, como medida preventiva, un total de 220.000 personas fueron sometidas a un programa de observación sanitaria sistemática que se prolonga durante 15 años.

La nube tóxica de Seveso causó 447 casos de quemaduras químicas agudas y 193 casos de cloracné, que cicatrizaron con el paso del tiempo. Casi 30.000 muestras de sangre fueron guardadas en un frigorífico por el Dr. Paolo Mocarelli, director de laboratorio del hospital de Desio, tomadas desde los primeros momentos de la catástrofe. Esta actuación resultó muy valiosa para el mundo científico, ya que en las fechas del accidente apenas se contaba con información acerca de los daños a la salud del TCDD ni con los conocimientos técnicos para analizar las concentraciones de dioxina.

Las secuelas tardías de la exposición al agente tóxico fueron aún peores que los efectos inmediatos en la piel. Las víctimas de Seveso han padecido alteraciones y desórdenes en los sistemas inmunológico, nervioso y cardiovascular. La propia sensación de angustia, ansiedad y estrés provocó un ligero aumento de las enfermedades coronarias y de la muerte por fallo cardíaco en los 15 y 20 años siguientes a la catástrofe.

Otra de las secuelas tardías son las de tipo ginecológico. Ante la posibilidad de que las mujeres en estado de gestación pudieran alumbrar hijos con malformaciones congénitas, el gobierno italiano permitió el aborto voluntario de las mujeres embarazadas en el momento de la catástrofe. Siete años después se observa que la proporción de nacimientos masculinos y femeninos (28 frente a 46 respectivamente) está alterada entre los nacidos de padres expuestos a la sustancia química; lo normal sería que la proporción fuera pareja en esa área de población. Es la primera vez, en un accidente con TCDD que se verifica una feminización del sexo de los neonatos. Sin embargo, también queda comprobado que esta alteración no se produce en la cadena de ADN sino en el proceso de desarrollo del embrión, ya que sólo tiene lugar cuando es la madre la expuesta y no cuando lo es sólo el padre.

Las dioxinas tienen también propiedades carcinogénicas. Datos epidemiológicos han demostrado que algunos tipos de cáncer se han incrementado en un 40% entre los individuos expuestos a dosis elevadas. En el caso de Seveso, se ha observado un ligero incremento de tumores raros y de linfomas, y, por el contrario, una disminución de los tipos de tumores más comunes. Esto sugiere la existencia de un vínculo directo entre la dioxina y el cáncer.

Por último cabe destacar también que el escape tóxico de Icmesa causó trastornos en el sistema inmunológico, cuyo efecto también se asocia a las dioxinas. Los afectados son más propensos a contraer enfermedades debido al bajo nivel o debilidad de sus defensas.

Las dioxinas

Las dioxinas son sustancias químicas cloradas, es decir, aquéllas donde el cloro (Cl) forma parte de su composición molecular, y que son altamente tóxicas para los animales, el ser humano, la atmósfera y el suelo. Además de este carácter nocivo para la vida, su presencia activa puede prolongarse en el tiempo durante años e incluso décadas, lo que obliga a realizar un seguimiento permanente sobre sus efectos.

Todos los procesos industriales que emplean cloro o productos clorados, o en procesos de combustión donde el cloro se halla presente, son susceptibles de generar dioxinas que luego son liberadas al medio ambiente a veces de manera invisible. El único caso en que se han fabricado de forma deliberada ha sido para la fabricación de armamento destinado a la guerra bacteriológica o química, uno de cuyos exponentes más conocidos es el Agente Naranja o Gas Naranja (Orange Agent), empleado en la Guerra de Vietnam. Fuentes de liberación de dioxina son, además de la producción de cloro, la fabricación de PVC, plaguicidas y herbicidas, disolventes, el blanqueo con cloro de pasta de papel, la incineración de residuos sólidos urbanos (RSU), la combustión en vertederos, la incineración de residuos en cementeras y las de residuos industriales y hospitalarios, y el reciclaje y fundición de aluminio, acero y automóviles. No obstante, las dioxinas, a pesar de ser principalmente subproductos de procesos industriales, también pueden resultar de procesos naturales como las erupciones volcánicas y los incendios forestales, pero siempre está presente en ellos el cloro.

Cuadros con fuentes potencialmente generadoras de dioxinas

Procesos industriales

– Industria química
– Industria del papel y de la pulpa de papel
– Fabricación de PVC
– Industria del asfalto
– Industrias metalúrgica y siderúrgica
– Industria del cemento
– Combustión de combustibles fósiles
– Estufas y hornos de leña
– Calefacción de hogares
– Incendios de automotores, edificios y rellenos
– Cenizas de hornos, calderas, etc

Incineración

– Incineración de residuos industriales
– Incineración de residuos hospitalarios
– Incineración de residuos sólidos urbanos (RSU)
– Hornos crematorios
– Tráfico vehicular
– Nafta con plomo
– Fuel-Oil de baja calidad
– Reciclaje y fundición de aluminio, acero y automóviles
– Pesticidas
– Herbicidas
– Antisépticos
– Conservadores de madera
– Compost

Procesos naturales

– Erupciones volcánicas
– Incendios forestales

Entre todas las variantes de dioxinas, el TCDD (TretraCloro-Dibenceno-para-Dioxina), compuesto por 2, 3, 7 u 8 átomos de cloro, es la forma más tóxica de todas. La exposición humana a esta sustancia se la ha relacionado siempre con los casos de cáncer y tumores, pero estudios realizados en la última década del siglo XX también hablan de alteraciones en el desarrollo y en los sistemas reproductor, inmunológico y hormonal. En este sentido, altos niveles de dioxina pueden generar los siguientes efectos para la salud:

– Cáncer
– Sistema reproductor masculino
Disminución del número de espermatozoides
Atrofia testicular
Alteraciones en los niveles hormonales
Feminización
– Sistema reproductor femenino
Cambios hormonales
Disminución de la fertilidad
Abortos prematuros(1)
– Efectos en fetos
Alteraciones en el sistema reproductor (feminización)
Problemas neurológicos y de desarrollo
– Alteraciones cutáneas
Cloracné o acné clórica
Hiperpigmentación
Hirsutismo
– Cambios metabólicos y hormonales
Aumento del riesgo de diabetes
Pérdida de peso
Cambios en las hormonas tiroideas
– Daños en el sistema nervioso
Aumento de la irritabilidad
Disminución del desarrollo intelectual
– Daños hepáticos
– Alteraciones en el sistema inmunológico

(1) No se producen por alteración del ADN sino en el proceso de formación del embrión.

Debido a su gran estabilidad química, las dioxinas son difíciles de eliminar, no se degradan y se acumulan en los tejidos grasos, ya que se trata de una sustancia liposoluble. El mejor método aplicado hasta el momento para su destrucción es la incineración a altas temperaturas, por encima de los 850 ºC y preferiblemente superiores a los 1.000 ºC en los casos de alto nivel de contaminación. De hecho, los 41 barriles de residuos contaminados procedentes de la planta de Seveso fueron incinerados en unas instalaciones especiales de Ciba-Geigy a una temperatura media de 1.140 ºC en la cámara de combustión, correspondiendo a 1.530 ºC en el horno giratorio.

Cloracné

La nube tóxica cargada de la dioxina TCDD fugada de la planta italiana Icmesa, propiedad de Hoffmann-La Roche, provocó entre la población cercana 447 casos de quemaduras químicas y otros 193 casos de cloracné.

El cloracné o acné clórica es un trastorno cutáneo caracterizado por la presencia de «comedones» (o bultos de materia grasa conocidos comúnmente como espinillas), pústulas y pequeños quistes de color cuero o pajizo de entre 1 mm. y 1 cm. de diámetro, asociados a esos comedones. Estas lesiones afectan predominantemente a los brazos, cara y cuello de las personas expuestas a compuestos clorados y herbicidas; se concentran sobre todo en las mejillas, hombros, detrás de las orejas y en las ingles. Cuando la exposición al agente causante de estas erupciones negruzcas cesa, la piel va recuperándose lentamente, pudiendo quedar alguna cicatriz del padecimiento en los casos más graves, aunque no necesariamente.

Además de estas afecciones cutáneas, el cloracné puede producir otra serie de efectos secundarios como son:

– Aumento de sudoración en las manos y las plantas de los pies (hiperhidrosis)
– Porphyfia cutanea tarda (pigmentación y aumento del crecimiento del vello o hipertricosis)
– Cansancio o fatiga
– Neuropatía y encefalopatía
– Hiperlipidemia o altos niveles de grasa circulante en sangre
– Impotencia

El cloracné es el único efecto humano asociado a la exposición a la dioxina; su aparición es considerada como un signo clínico de exposición y una evidencia que confirma la presencia del contaminante en la atmósfera. Dada su persistencia y su resistencia a los habituales tratamientos del acné común, las lesiones tardan años en desaparecer por completo, alcanzando incluso los 25 ó 30 años. Algunos afectados por cloracné de Seveso se recuperaron por completo después de haber sido tratados clínicamente durante 20 años.

Reclamaciones

Givaudan, como responsable subsidiario del accidente químico de Icmesa, logró evitar los tribunales pactando con las localidades afectadas el pago de indemnizaciones por los daños provocados. De esta manera Seveso recibió unos 15 millones de francos suizos (7,5 billones de liras), Meda, 2 millones de francos suizos (1,3 billones de liras), Desio, 2,8 millones de francos suizos (1,45 billones de liras), y Cesano Maderno, 5,4 millones de francos suizos (2,85 billones de liras). La Región de Lombardía y la República Italiana recibieron también 81 y 15 millones de francos suizos respectivamente en compensación por los costes causados a ambos organismos, que desde el principio de la catástrofe tuvieron que liberar grandes partidas presupuestarias para hacer frente a las primeras actuaciones de emergencia y de atención a los afectados.

En lo referente a las reclamaciones particulares, 7.000 de ellas se solventaron fuera de los tribunales, ascendiendo a un importe total de 70 millones de francos suizos, que se pagaron directamente a los damnificados.

Independientemente de estos desembolsos, Hoffmann-La Roche afrontó otra serie de gastos generados por las investigaciones y estudios sanitarios, eliminación de los residuos contaminados, trabajos de descontaminación, realojamiento de los evacuados, etc. Entre indemnizaciones y gastos, los desembolsos de Roche alcanzaron los 300 millones de francos suizos.

Sólo dos empleados de Icmesa fueron condenados a 1,5 y 2 años de prisión condicional como responsables del accidente.

Fuente: www.proteccioncivil-andalucia.org

DESASTRE QUIMICO EN SEVESO

A medio camino entre Milán y los centros turísticos del lago Como, la autopista corta a lo largo el pequeño pueblo de Seveso. Es una arteria notablemente activa que se extiende desde la contaminación de la ciudad hacia los cielos azules de algunos de los panoramas más asombrosos del mundo. Durante la temporada pico, decenas de miles de viajeros llegan cada día.

En una mirada echada al pasar, Seveso parece ser el lugar ideal para cortar el viaje y detenerse a comer o cargar gasolina o simplemente para estirar las piernas y explorar. En verdad, el pueblo se hizo famoso pri mero por los muebles de excelente calidad producidos en talleres salpicados entre las pintorescas casas de los amistosos y prósperos habitantes.

Después de echar una mirada de curiosidad, virtualmente todos los turistas siguen adelante con un estremecimiento y sin vacilación. Porque Seveso, una vez orgulloso de su comercio y su turismo, está en las garras de una pesadilla viviente que tal vez nunca ter mine…

El 10 de julio de 1976, una explosión sacudió la planta química ICMESA situada fuera del pueblo y vomitó una nube de polvo bilioso al aire, donde se mantuvo esparciéndose ominosamente sobre las casas y la tierra laborable. En 24 horas, la vegetación de cara al viento de la planta empezó a volverse amarilla. Las hojas de las plantas y los árboles se enrollaron y marchitaron y los animales pequeños, misteriosamente empezaron a morir. Más alarmante aún fue que los niños empezaron a desarrollar llagas en brazos y piernas, manchas rojas y erupciones en la cara y altas temperaturas. El veneno apenas empezaba a hacer efecto.

Los médicos y funcionarios de ICMESA, propiedad de una gigantesca compañía farmacéutica suiza, estaban totalmente desconcertados con los acontecimien tos que siguieron a la explosión de un pequeño reactor en la fábrica que producía herbicidas. Pasaron días antes de que se dieran cuenta de que la explosión había producido un extraño «coctel» químico de tetraclorodibenzodioxina más conocido para un mundo horrorizado como agente naranja. Este agente es el ingrediente activo del defoliante usado con efecto tan devastador por las fuerzas estadounidenses en Vietnam. Pasaron diez días completos antes de que el gobierno regional declarara el área de Seveso contaminada por dioxina. Y para entonces ya era demasiado tarde, porque ya había una multitud de niños y adul tos que estaban en el hospital, con la cara cubierta con máscaras de gasa para ocultar los terribles desórdenes de la piel que dejarían a muchos de ellos con cicatrices para toda la vida. Cuando la verdad salió totalmente a la luz, 11,000 habitantes del pueblo huyeron de sus casas, abandonando 40,000 animales de granja y masco tas domésticas a la muerte por los efectos de la nube de veneno. En el espectral silencio de la que más tarde fue llamada Zona A (el mero corazón de Seveso) esca samente se movía una cosa viviente.

A unos meses del desastre, que todavía es conocido como el «Hiroshima de Italia», el número de niños que sufrían cloracné (una erupción persistente de furúnculos dolorosos en todo el cuerpo causada por dioxina) había aumentado a 417. Cinco trabajadores de descontaminación contrajeron una enfermedad del hígado, a pesar de trabajar sólo jornadas de cuatro horas y de usar ropa protectora. Y, en medio de temores de nacimientos anormales, por lo menos 400 mujeres embarazadas de «alto riesgo» fueron sometidas a abortos. Un médico importante, Paulo Bruzzi, quien hoy en día mantiene un expediente que sigue creciendo sobre la salud de las víctimas de Seveso, dice: «Si esos niños hubieran nacido… ¿quién sabe?»

Varias deformidades fueron registradas en bebés na cidos unos meses después de la explosión de la fábrica ICMESA, pero todo el horror del número de víctimas nunca se conocerá porque muchos huye ron de¡ pueblo cuando el peligro de la contaminación fue descubierto. Los intentos de sacar información a los médicos en toda Italia se han enfrentado al fracaso. En una entrevista en agosto de 1981 (cinco años después de que comenzó la pesadilla), el doctor Bruzzi declaró: «Todavía hay un peligro respecto al cual no podemos decir nada. Se trata del cáncer. Hemos visto muchos animales muertos aquí… y tengo que decir que si la dioxina afectase al hombre como afecta a los conejos, Seveso habría visto en verdad un gran desastre. Sin embargo, el cáncer es algo que no podemos olvidar por, quizá, 10 años. Debemos seguir observan do a Seveso con gran cuidado durante mucho más Tiempo. Es prematuro tocar campanas de victoria. Las únicas campanas que suenan en Seveso deben ser de alarma para el mundo».

El gobierno italiano ha declarado que la Zona A debe permanecer cerrada para siempre. Es un cementerio donde los recursos de un pueblo, una vez prós pero, están sepultados junto con montones de humus de áreas menos contaminadas (Zonas B y R) y los es combros de 300 casas fueron demolidas de inmediato. Una barda amarilla, de más de tres metros de altura, con letreros llamativos que advierten «zona de cuarentena» rodea el corazón mortal de Seveso, al que sólo se puede entrar con permiso del gobierno por periodos limitados, usando ropa especial de protección, una regla igualmente estricta. La razón de esta increíble cautela es sencilla: nadie puede estar seguro de si va a haber todavía más tragedias.

Pruebas recientes revelaron que los niveles de veneno en la tierra tomada a un lado del camino en Seveso eran diez veces mayores de lo que se creía. Las pruebas, llevadas a cabo por un grupo de profesores de la Universidad de Padua, fueron rechazadas por las autoridades como «equivocadas» ‘ Cualesquiera que sean los peligros que todavía subsisten, una cosa es cierta: los 57 millones de libras pagados en compensación por la firma farmacéutica dueña de ICMESA, Hoffman La Roche, nunca van a hacer que Seveso sea totalmente seguro. En una entrevista, un funcionario del gobierno dijo: «Es cierto que nadie, hasta donde sabemos, ha muerto como resultado de la nube de veneno. Pero el hecho es que sabemos muy poco sobre lo que enfrentamos. Todavía no sabemos si hemos sido bastante afortunados».

Igual de arraigados que los horrores de salud rela cionados con el desastre de Seveso, son los horrores psicológicos que subsisten. Comprensiblemente, la tasa de natalidad entre aquellos que se quedaron o que después regresaron para ser reubicados en «áreas seguras» ha disminuido mucho. El contratista de cons trucción Ugo Basilico, de 45 años, quien tiene un hijo de 10 años, declara: «Antes de la nube, yo había pensado que ya era hora de que tuviéramos otro hijo. Pero ahora ¿quién sabe? El médico dice que es mejor esperar. Si tienes un bebé con un defecto, ahí está para toda la vida».

Cinco años después de que la nube de veneno ex tendiera su miseria, por lo menos 193 casos de cloracné habían sido registrados. Sólo puede suponerse hasta dónde se ha extendido la tragedia, porque un poco más de cuatro meses después de que el «coctel» químico, se formase y se extendiese en la atmósfera, huellas de dioxina fueron encontradas en el lodo, en una calle de Milán. Años de disputas, acusaciones y contraacusaciones entre las autoridades y los funcionarios de ICMESA han hecho muy poco para ayudar a resolver el misterio.

Esos años de indecisión no han hecho nada para amortiguar la pena o alentar la esperanza de jóvenes como la pequeña Alicia Senno, quien tenía sólo cuatro años cuando la nube de la fatalidad ensombreció a Seveso. Era un caluroso verano, y Alicia vistiendo pantaloncillos cortos y playera había estado jugando alegremente afuera durante días, con su hermana Stefanía, de dos años y medio, y otros amigos del vecindario.

Todos ellos oyeron la explosión, todos vieron elevar se la nube blanca y todos siguieron con sus juguetes y juegos. Sin una alarma ni palabra de advertencia, siguieron corriendo por allí exponiéndose, sin saberlo, al horrible veneno de la dioxina, que ahora se sabe, es el más potente conocido por el hombre.

Cinco días después de la explosión, Alicia cayó en erma. Las grotescas erupciones que empezaron a brotar en toda la hermosa carita llegaron como una terrible conmoción para su madre y su padre que, junto con otras gentes del pueblo, no habían sido informa dos de la extensión del peligro sobre su comunidad por un accidente químico. Sólo después de que la familia fue evacuada de su hogar, la pequeña Alicia, su hermana y su madre fueron internadas en el hospital mientras su padre era puesto temporalmente en un albergue.

Con una máscara de gasa blanca cubriéndole la cara, excepto en las pequeñas aberturas de ojos, nariz y boca, la condición de Alicia empeoró rápidamente. Los efectos del cloracné estragaron su rostro, dejándola en una extrema aflicción. Como primera víctima de la nube de veneno, se convirtió en un conejillo de in dias humano, y fue llevada de uno a otro hospital de Milán mientras los médicos se hallaban perplejos res pecto a cómo tratar su extraña enfermedad de la piel.

Se extrajeron muestras del tejido de su rostro para hacer pruebas de laboratorio y ver hasta qué grado podía ser regenerada su piel. Los horribles furúnculos desaparecieron finalmente, para reaparecer a intervalos regulares, lo que es un síntoma común del envenenamiento por dioxina. A veces, Alicia todavía tiene que usar esa máscara. Es una experiencia penosa que agobia su mente a tal grado que ahora se aterra siempre que una figura blanca en uniforme de hospital se acerca.

Gianluca Bragiato, un niño de cuatro años, fue otra de las primeras víctimas del desastre de Seveso. Después de dejar el hospital, su madre todavía tenía que cambiarle las vendas que le cubrían la cara dos veces al día. Cuando llegaban visitas al hogar de la familia, él se apresuraba a esconder la cara en el regazo de su padre para ocultar la vergüenza de su deformidad. Le aterrorizaba mostrar su cara a los burlones compañeros de juego en el jardín de niños cercano y era obligado a mantenerse muy lejos del sol, que hacía que le ardieran dolorosamente las mejillas picadas y llenas de cicatrices. En el momento de escribir esto.. la condición del joven Cianluca ha mejorado considerablemen te. Su médico sostiene: «Creemos que es curable, aun que puede tomar años».

En dosis increíblemente mínimas, medidas en partes por trillón, el químico puede matar mamíferos. Después de su uso extendido como defoliante para deforestar en Vietnam, donde miles de hectáreas devastadas están todavía sumamente contaminadas, los expertos han llegado a la conclusión de que sus efectos en los humanos (la duración de los cuales es todavía desconocida) pueden incluir, además de cloracné y defectos de nacimiento, tumores y posiblemente otros desórdenes graves. Inclusive, como ahora se teme, el cáncer.

Para quienes escaparon de la nube de veneno, hubo la pena de perder sus hogares y todas sus posesiones Muchos están obstinados en que ninguna cantidad de compensación podrá reponer lo que tuvieron alguna vez. El ama de casa Caterina Rivolta, de 58 años dice: ‘Yo daría cualquier cosa por regresar. Todos nuestros lindos muebles desaparecieron, y también el jardín que tanto nos gustaba. Mi esposo y yo ahorramos durante 16 años para comprar nuestra casa. Ahora lo único que podemos hacer es mirar a través de los boquetes de la barda, sabiendo que no podemos regresar. Nada, ni siquiera cualquier cantidad de dinero, reemplazará lo que una vez tuvimos orgullosa mente».

Además de la angustia que queda, hay todavía rabia entre la gente de Seveso; rabia no sólo por los estropicios y retrasos que siguieron a la explosión en ICMESA sino también por el hecho de que nadie, ni siquiera los trabajadores de la planta, fueron ad vertidos de los peligros potenciales de los químicos que allí se manejaban. Sin embargo, ¿quién hubiera podido saber que una extraña reacción daría como resultado la formación de dioxina mortífera a temperaturas quemantes de hasta 158 grados centígrados?

El furioso debate sobre lo que debe hacerse para descontaminar totalmente el área todavía sigue. Mu chos expertos creen que podría no ser posible nunca. Pero otros han propuesto pasos radicales para librar al pueblo de su pesadilla. El profesor Chetti, funcionario regional en jefe de salud de Seveso, dice: «Debimos quemar toda la zona envenenada. Lo que ocurrió aquí se halla en la misma escala de Hiroshima. Es una de las catástrofes más horribles del mundo».

Sin embargo, de la solución del profesor Ghetti se mofan otros expertos, que alegan que arrasar las áreas contaminadas empeoraría el problema. Argumentan que a temperaturas por debajo de 1,000 grados centígrados, la dioxina se habría elevado hacia el aire como el humo y que, finalmente, habría bajado en algún otro lugar.

Así es que la pesadilla continúa. Hoy en día, una calavera con huesos cruzados ha sido pintada ruda mente bajo la señal de la carretera que una vez indica ba orgullosamente el nombre del pueblo de Seveso. Los saqueadores y vándalos, movidos por botines ricos y fáciles a pesar de exponerse a un peligro increíble poco después de las evacuaciones en masa, han desaparecido hace mucho, así como los turistas y los automovilistas que pasan y cuyo comercio mantuvo en progreso al pueblo: «Nos iba muy bien con los vacacionistas que iban al norte dice el dueño de una estación de gasolina local , pero ya no. Ni siquiera se detienen a cargar gasolina, a menos que se les esté acabando. Y en cuanto a comer aquí, bueno, ¿usted qué haría?»

Mientras tanto, en la Zona A, en medio del montón de veneno lleno de escombros que una vez fue el corazón de Seveso, las únicas cosas vivientes que se mueven son los trabajadores descontaminadores con sus trajes protectores que de vez en cuando incursionan en el área de devastación y desolación. Ningún animal que se aventure a entrar en el área dentro de la alta barda sobrevivirá mucho tiempo. Ningún pájaro canta nunca en el centro del pueblo, porque mientras las víctimas están todavía milagrosamente vivas, es el pueblo mismo quien ha muerto.

Fuente: www.portalplanetasedna.com.ar

El trabajo infantil en cifras

En Latinoamérica laboran 17.4 millones.


AFP
En América Latina existen 17.4 millones víctimas del trabajo infantil.

MONTEVIDEO, Uruguay – La Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través de su fondo para la Infancia (UNICEF) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han establecido los derechos de los niños y los lineamientos básicos para protegerlos contra cualquier forma de explotación.

Una ardua labor

La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada por las Naciones Unidas en 1989, reconoce el derecho de todo menor de 18 años a estar protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo peligroso que entorpezca su educación o pueda ser nocivo para su salud y desarrollo físico, mental o moral.

Este instrumento reconoce la condición vulnerable de la infancia y le concede el derecho a recibir cuidados y asistencia especiales.

En América Latina existen en la actualidad 17.4 millones víctimas del trabajo infantil, una noción – aparentemente inofensiva – que con frecuencia recubre formas extremas de explotación: esclavitud, tráfico, servidumbre por deudas, prostitución y pornografía, según datos de organismos internacionales.

Las siguientes cifras ilustran con mayor claridad la problemática del trabajo infantil en el mundo y especialmente en América Latina:

– Unos 246 millones de niños trabajan en el mundo, 75 por ciento de ellos en tareas o situaciones peligrosas. 73 millones de los niños que trabajan tienen menos de 10 años de edad.
– La región Asia Pacífico concentra al mayor número de niños que trabaja entre los 5 y 14 años: 127.3 millones.
– En América Latina y el Caribe trabajan 17.4 millones de niños. Cada año mueren 22 mil niños en accidentes relacionados con el trabajo.
– Unos 8.4 millones de niños son víctimas de esclavitud, tráfico, servidumbre por deudas, prostitución y pornografía.

Son más de 250 millones de niños de entre 5 y 17 años de edad, los que trabajan en el mundo. De estos, 180 millones lo hacen en las peores formas de esclavitud infantil, servidumbre por deudas, prostitución, o como niños soldados.

Pequeños esclavos

Un tercio de los nacimientos que ocurren en el mundo no se registra (40 millones de niños), condición indispensable para determinar la edad del niño y protegerlo del trabajo infantil.

En todo el mundo hay más niñas menores de 16 años empleadas en el servicio doméstico que en cualquier otra forma de trabajo infantil. A menudo son víctimas de abuso sexual, explotación, maltrato físico y psicológico.

Asia y América Latina son las dos mayores regiones proveedoras de «niños esclavos» a las redes de tráfico internacional. Se calcula que cada año entre 700 mil y un millón de niños son víctimas de este delito.

El principal flujo de turistas ávidos de sexo infantil proviene de países económicamente desarrollados (Europa Occidental, América del Norte, Japón, Australia y Nueva Zelanda) y se dirige a los países de Asia y América Central.

Más de 2 millones de niños son explotados sexualmente.

La cantidad de niños entre 5 y 14 años que trabajan en Argentina creció seis veces en los últimos 8 años: ahora son casi 2 millones.

Más del 80 por ciento trabaja en las grandes ciudades, la mayoría como ayudantes en la construcción, «cartoneros» (hurgadores de basura) y vendedores ambulantes.

En Chile, el 64 por ciento de los niños que trabajan pertenecen al 40 por ciento más pobre de la población y su salario representa el 20 por ciento del ingreso del hogar.

Los niños reciben apenas 20 por ciento del salario de los adultos, y a menudo ninguna paga, desplazando las contrataciones del mundo adulto al mundo infantil. (Cifras y datos extraídos de series estadísticas de la UNICEF, la OIT y de las organizaciones no gubernamentales Global March Against Chile Labour y Child Labour Coalition).

Asia y América Latina son las dos mayores regiones proveedoras de «niños esclavos» a las redes de tráfico internacional. Se calcula que cada año entre 700 mil y un millón de niños son víctimas de este delito.

AFP
22 de Julio de 2005

Fuente: www.univision.com

Los niños mineros, esclavos del infierno

Más de un millón hace trabajos forzados.

Sumergidos en las entrañas del infierno desde su más tierna infancia, arrastran sus pequeños cuerpos por estrechos túneles, oscuros y peligrosos. Sus manos se convierten en improvisadas herramientas con las que recogen piedras, o escarban la tierra durante largas jornadas. Colocan explosivos y acarrean pesadas cargas. Se estima que un millón de niños trabajan en la minería y en las canteras de todo el mundo. La mayoría no ha cumplido los 10 años…

Esclavitud en pleno Siglo XXI

No tienen juguetes, ni van al colegio; trabajan sin horarios ni derechos. Sólo conocen una obligación: contribuir a la subsistencia familiar como si fueran adultos, privados de educación y en perjuicio de su desarrollo psicológico, físico y emocional.

Son más de 250 millones de niños de entre 5 y 17 años de edad, los que trabajan en el mundo. De estos, 180 millones lo hacen en las peores formas de esclavitud infantil, servidumbre por deudas, prostitución, o como niños soldados.

Alrededor de 70 de cada 100, trabajan en la agricultura, la caza, la pesca, en comercio minorista, y en la explotación forestal. La mayoría en América Latina, Africa, y Asia.

Trabajo para los padres

En contacto con gases tóxicos, con frecuencia, sufren cansancio constante, problemas musculares y de espalda. Roturas de extremidades y heridas graves, debido a las caídas y a las cargas excesivas que tienen que transportar, y que no son acordes con su desarrollo corporal.

Para luchar contra la explotación de niños, la OIT (Organización Internacional del Trabajo) lleva a cabo desde hace años el «Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil», que se desarrolla en países como Mongolia, Tanzania, Nigeria, y la región andina de Sudamérica.

El director de la oficina de la OIT en España, Juan Felipe Hunt, destaca entre algunos casos más señalados del programa, el de la joven nepalí Susha, que comenzó a picar piedra a los 12 años para ayudar a su familia porque, según ella, no le quedaba otra «alternativa».

Aunque el salario que recibe Susha es mínimo, representa una parte importante de los ingresos familiares.

Los proyectos pilotos puestos en marcha por la OIT, demuestran que es posible eliminar este peligroso trabajo infantil mediante el apoyo a las comunidades donde operan para que puedan organizar cooperativas, u otro tipo de unidades productivas y mejorar la salud y la productividad de sus adultos, para que además cuenten con acceso a servicios básicos, como escuelas, agua potable y servicios sanitarios.

Hunt explica el caso de una cooperativa de mujeres en la Ciudad de México, creada con ayuda de microcréditos, que cuenta con una red de distribución de comidas por toda la ciudad y ha permitido que sus hijos acudan al colegio.

En contacto con gases tóxicos, con frecuencia, sufren cansancio constante, problemas musculares y de espalda. Roturas de extremidades y heridas graves, debido a las caídas y a las cargas excesivas que tienen que transportar, y que no son acordes con su desarrollo corporal.

Es peor en los países pobres

«La mejor forma de sacar a los niños de este mercado laboral es consiguiendo un trabajo a sus padres, o mejorando el que tienen para poder suplir los ingreso económicos que obtiene el menor», apunta el director de la oficina de la OIT en España.

Pero Nepal no es el único país con niños mineros. También existen en las excavaciones de oro en Costa de Marfil, en las de piedras preciosas en Tanzania, en las canteras de piedra de la India, en las minas de Madre de Dios en Perú, y en las de carbón en Mongolia, entre otros.

«La carencia de infraestructura sanitaria cercana a los lugares de trabajo dificulta, además, que los menores accidentados puedan recibir atención médica adecuada», señala Hunt, quien destaca la labor de programas desde España que han logrado sacar de esta situación laboral a 100 mil niños iberoamericanos.

Algunos ejercían la prostitución en Colombia o trabajaban en las minas de Bolivia.

Cada año mueren trabajando 22 mil niños

Mediante el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), la OIT genera fuentes de ingresos alternativas para las familias, fomenta la salud y servicios sociales así como la formación técnica y crea escuelas de recuperación para los niños mayores.

Según la OIT, unos 22 mil niños mueren al año en accidentes relacionados con el trabajo. De estos 2.5 millones de menores trabajan en países desarrollados, y otros tantos en economías de transición.

Del total de niños que trabajan en el mundo, 73 millones son menores de 10 años. El mayor número de jóvenes menores de 15 años que trabajan (127 millones), vive en la región de Asia y el Pacífico.

Sin embargo la mayor proporción de niños trabajadores se encuentra en el Africa subsahariana, casi un tercio de los menores de 15 años (48 millones).

Por sectores, un 70 por ciento de los menores que trabajan lo hace en la agricultura, la caza y la pesca con fines comerciales.

Un 8 por ciento labora en la industria manufacturera, otro tanto en el comercio al por mayor, por menor, restaurantes, hoteles, y en un 7.4 por ciento en los servicios personales, sociales y comunitarios, como el servicio doméstico.

Un total de 8.4 millones de menores están atrapados en la esclavitud, el tráfico de personas, la servidumbre por deudas, la prostitución, pornografía, y otras actividades ilícitas, según datos de la OIT.

Son más de 250 millones de niños de entre 5 y 17 años de edad, los que trabajan en el mundo. De estos, 180 millones lo hacen en las peores formas de esclavitud infantil, servidumbre por deudas, prostitución, o como niños soldados.

Pilar García del Pozo, EFE
25 de Julio de 2005

Fuente: www.univision.com

Nuevas víctimas de la tragedia de Bhopal

India: Obreros limpian residuos tóxicos

BHOPAL, India. El inicio de la limpieza de los residuos tóxicos de la planta de Bhopal, en India, con trabajadores vestidos con chancletas, pantalones cortos y camisetas de tirantes, incluso sin mascarillas, ha despertado de nuevo la indignación de un pueblo golpeado por una de las más graves tragedias industriales de la historia, que provocó la muerte de miles de personas en la fuga de gas de la medianoche del 3 de diciembre de 1984.

Sin protección ni trajes especiales

A pocos días de la celebración del Día Mundial del Medioambiente, el Gobierno del estado central indio de Madhya Pradesh, cuya capital es Bhopal, decidió cumplir con la sentencia del Tribunal Superior de Justicia que le obliga a descontaminar el lugar antes del 20 de junio.

Sin embargo, el modo en que se está llevando a cabo la limpieza ha hecho que las organizaciones humanitarias y ecologistas y las asociaciones de víctimas protesten con firmeza contra este acto que, según ellas, supone un absoluto desprecio de los Derechos Humanos y la seguridad pública.

Después de 20 años de exigir que se limpie la zona de residuos tóxicos, más de 100 activistas de estas organizaciones entraron en la planta de fertilizantes abandonada de la empresa estadounidense «Union Carbide», que ahora pertenece a la también norteamericana «Dow Chemicals», para tratar de parar este proceso.

Un olor insoportable

Vinuta Gopal, portavoz de Greenpeace India, dijo que «el Gobierno ha contratado a trabajadores desplazados en paro, que no utilizan ninguna protección, para cargar y descargar sacos de residuos químicos y pesticidas peligrosos».

«Al entrar en la fábrica, se siente de inmediato un olor a productos químicos que enseguida resulta intolerable. Esas sustancias han provocado la muerte, hasta el momento, de cerca de 30 mil personas y han causado enfermedades crónicas a 120 mil», agregó Gopal.

Por eso, añadió, «no pueden ser movidas de un lado para otro por gente que ni siquiera lleva guantes, ni ser trasladadas en camiones abiertos», precisó al calificar el proceso de ser «absolutamente inaceptable».

Greenpeace denuncia que una retirada de residuos tóxicos como esta no se puede llevar a cabo con «métodos medievales».

«Deben respetarse las medidas internacionales de seguridad, lo que implica emplear personal calificado, protegido con máscaras de gas, botas de goma y equipos adecuados», indica la organización. «Además deben instalarse duchas de descontaminación y hay que mantener un equipo médico en alerta por si hubiera algún accidente».

Por su parte, Rachana Dhinga, portavoz de la «Campaña Internacional para la Justicia en Bhopal» (CIJB), dijo que los trabajadores, que están inhalando tóxicos a cada minuto, están indefensos y son en su mayoría campesinos desplazados por las sequías, que buscan trabajo como cargadores en mercados y otros lugares.

«Estos hombres desconocen totalmente el peligro al que están siendo expuestos y además son contratados para trabajar por un día, por lo que el Gobierno no tendrá que asumir responsabilidades sobre los efectos que esto tenga en su salud», afirmó, mientras añadía que su organización denunciará al Gobierno regional por violar las normas de seguridad en el trabajo y los derechos humanos.

Según Greenpeace, el Gobierno «debe establecer y hacer público un protocolo de limpieza y tiene que permitir la supervisión de expertos independientes y representantes de la sociedad civil, e informarnos de qué es lo que van a hacer con esos residuos y dónde los van a llevar».

Se necesitan expertos independientes

«Exponer a los trabajadores a estas toxinas mortales supone cometer una doble injusticia para con el pueblo de Bhopal», agregó.

Después de tantos años de lucha, la CIJB, que agrupa a miles de afectados por la tragedia, ha decidido exigir que se detenga la retirada de residuos.

Según Dhinga, el Gobierno «debe establecer y hacer público un protocolo de limpieza y tiene que permitir la supervisión de expertos independientes y representantes de la sociedad civil, e informarnos de qué es lo que van a hacer con esos residuos y dónde los van a llevar».

«Una limpieza tóxica no se puede llevar a cabo creando aún más riesgos para una población empobrecida, superviviente de una horrible tragedia y que, a día de hoy, continúa bebiendo agua contaminada, sufriendo enfermedades crónicas y siendo ignorada por la administración», añadió.

Javier Moro, escritor español coautor junto con Dominique Lapierre del libro «Era medianoche en Bhopal» y fundador de una clínica para el tratamiento de las víctimas, dijo que «esto es otra más de las maniobras políticas para seguir engañando a las víctimas de Bhopal, que continúan sufriendo las secuelas del envenenamiento de hace veinte años».

El autor, que califica la tragedia de Bhopal como «una herida abierta en la piel de la humanidad», afirma que la limpieza de la fábrica costará millones de dólares y que «no se puede descontaminar en 15 días una planta que lleva desde el inicio de su existencia soltando productos químicos que han penetrado la capa freática y envenenado los pozos de agua de los alrededores».

«Para limpiar el lugar de verdad tienen que quitar montones y montones de tierra y no mover sacos de un lugar a otro», añadió Moro, quien recordó que el accidente industrial de Bhopal es mucho más grave en cuanto al número de víctimas que el de Chernobil.

La fuga de gas de Bhopal provocó en los primeros días la muerte de unas 8 mil personas pero al menos otras 20 mil han muerto posteriormente según organizaciones humanitarias.

Más de veinte años después de la catástrofe, muchas de las víctimas y sus familiares continúan sin recibir compensaciones y sin posibilidad de acceder a tratamientos médicos y más de 20 mil personas se ven obligadas a beber agua contaminada a diario, según esas organizaciones.

Las agrupaciones de afectados, formadas mayoritariamente por mujeres, continúan luchando incansablemente por sus derechos y denuncian que muchos aún no han recibido ninguna compensación económica.

Aún hay decenas de miles afectados

La cadena de televisión británica BBC publicó el pasado diciembre una investigación que indicaba que el agua en Bhopal «alcanza un nivel de contaminación 500 veces más alto que el límite establecido por la Organización Mundial de la Salud».

Amnistía Internacional también ha advertido reiteradamente que la zona sigue contaminada y que la empresa no ha frenado la degradación tóxica que empezó cuando se abrió la planta, a principios de los años setenta.

También denuncia que Dow Chemicals continúa ocultando información vital para establecer un tratamiento médico efectivo para las víctimas, como la composición exacta del gas que se fugó y su cantidad.

Distintas organizaciones no gubernamentales indican que más de 500 mil personas sufren en la actualidad enfermedades como ceguera, cáncer, tuberculosis, problemas respiratorios, depresión, irregularidades menstruales, problemas articulares y otras afecciones achacables a la contaminación causada.

Alrededor del 50 por ciento de los supervivientes del escape de gas están total o parcialmente minusválidos. Miles de niños han nacido en la zona en estos 20 años con graves deformidades.

La incidencia de la tuberculosis y el cáncer se ha multiplicado por cuatro. Muchas mujeres, que eran niñas cuando ocurrió la fuga, tienen la menopausia a los 30 o 35 años.

Cada mes, treinta personas mueren por enfermedades relacionadas con la contaminación química en Bhopal, según datos de Greenpeace.

Las agrupaciones de afectados, formadas mayoritariamente por mujeres, continúan luchando incansablemente por sus derechos y denuncian que muchos aún no han recibido ninguna compensación económica.

El pasado 28 de mayo, supervivientes de la tragedia escribieron con su propia sangre una carta al primer ministro de la India, Manmohan Singh, para pedirle que la empresa estatal petrolera Indian Oil Corporation, abandone sus planes de entablar negocios con la norteamericana Dow Chemicals.

Mientras, la estructura de metal oxidada de la fábrica abandonada de Dow Chemicals, con su contenido tóxico dentro, permanece inalterable a las protestas y la actividad de su interior, y se alza en Bhopal como un recordatorio de que en el mundo hay dobles estándares.

Las mismas empresas que se someten a duras normativas de seguridad en occidente no toman medidas similares cuando se instalan en países en desarrollo, de los que pueden irse impunemente, como ha ocurrido en Bhopal, dejando atrás un reguero de muerte, enfermedad y contaminación.

Distintas organizaciones no gubernamentales indican que más de 500 mil personas sufren en la actualidad enfermedades como ceguera, cáncer, tuberculosis, problemas respiratorios, depresión, irregularidades menstruales, problemas articulares y otras afecciones achacables a la contaminación causada.

Ana Cárdenes Alonso, EFE
8 de Junio de 2005

Fuente: www.univision.com