Nidia Marín / El Sol de México
Ciudad de México.- Primera de dos partes
En los socavones mexicanos la muerte está en cualquier túnel, en algún recodo. Las riesgosas minas de carbón y sobre todo los llamados «pocitos» -clandestinos o tolerados- que forman parte de la minería artesanal, son sarcófagos abiertos en espera de los cuerpos.
Así, en los últimos años han fallecido en esas oquedades (sin tomar en cuenta a los 65 trabajadores de Pasta de Conchos): en 2007, cinco mineros; en 2008, cuatro; en 2009, la cifra llegó a 12, de los cuales cuatro murieron en dos explosiones en la misma mina «Lulú»; en 2010, el número fue de 13 y en los primeros cuatro meses de 2011, ya van seis y pudieran ser 14.
La mayoría de esas muertes accidentales pudieron evitarse. Sucedieron en los «pocitos de carbón». Sobre estos lugares, Robert Bruce Wallace, en su obra «El Carbón en México», publicado en 2009 por la Facultad de Economía, de la UNAM, señaló:
«Además de la estructura oligopolística de unas cuantas grandes mineras carboníferas (particularmente MIMOSA y MICARE de AHMSA), existen numerosas firmas mineras pequeñas, la mayor parte de las cuales opera con condiciones de seguridad atroces y, sin sorpresa, con niveles de productividad muy bajos».
Ver más
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...