El antiguo Japón no tenía una población negra esclava que usar y abusar. Para eso crearon a los burakumin a fin de colmar ese vacío económico y social en la base de la sociedad. Todavía existen.
Si la tarea es sucia o peligrosa o involucra un estigma social, contratad a los burakumin. Aceptarán la tarea. Tienen pocas opciones, y como todos los demás en la sociedad japonesa necesitan dinero para vivir – incluso en sus guetos. Además, para eso sirve una clase “intocable” permanente.
Así era hace siglos cuando la clase samurái creó a los burakumin para que se hicieran cargo del trabajo sucio de la sociedad. Y así es ahora, cuando los escombros de cuatro reactores nucleares en Fukushima Daiichi tienen que ser limpiados, y la empresa no quiere desperdiciar empleados capacitados en trabajos que los contaminarán y los harán inelegibles para más trabajo en el campo nuclear.
“Son ‘personas desechables’, dice Yuki Tanaka, profesor de historia en el Instituto de Paz Hiroshima en la Universidad Hiroshima City de Japón. “Son los Intocables”.
El tema de la discriminación racial en Japón y cómo se materializa en un entorno radioactivo emergió durante una conversación en una cena en un restaurante bajo las vías elevadas del metro en la Calle 125 y Broadway en Harlem.
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