La propuesta de la semana laboral de cuatro días ya comienza a avanzar en otros países, y los datos muestran que es urgente replantear la realidad laboral en México.
La reducción de la jornada laboral ha sido una de las demandas más antiguas de las organizaciones de personas trabajadoras: 8 Horas de Sueño, 8 Horas de Trabajo y 8 Horas de Ocio, dice la consigna surgida al interior de los movimientos obreros durante la Revolución Industrial en el Reino Unido, en su lucha por mejores condiciones laborales. Así, desde inicios del siglo XX, muchos países se ajustaron a este modelo de división del día incluido el nuestro, que lo formalizó dentro de la Constitución de 1917.
En esa época había optimismo y todo parecía apuntar a que cada vez trabajaríamos menos. Keynes, un economista referente del siglo pasado, decía que para los inicios del siglo XXI la semana laboral sería de 15 horas; todo gracias al progreso tecnológico. Sin embargo, en muchas latitudes el número de horas que trabajamos semanalmente sigue siendo muy similar al de hace 100 años. Las razones que se han dado son, principalmente, económicas: al trabajar menos, se producirá menos, y por lo tanto seremos menos ricos. Fue hasta hace poco que se empezó a reunir evidencia para evaluar esta creencia.
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