Morir en el 'tajo'

El trabajo se cobró el año pasado en Albacete la vida de 16 trabajadores mientras que otros 76 sufrieron un accidente de carácter grave y 8.318 más, un siniestro leve. Las frías cifras, a pesar de lo abultado de las mismas, apenas dan una idea de lo que supone esta lacra social. Tras estos números hay muchas víctimas con nombres y apellidos, los propios accidentados y su entorno, e historias personales truncadas desde el instante en que pasaron a ser uno más en las estadísticas de siniestralidad laboral.

Julián López se convirtió el pasado 18 de diciembre en uno de los 76 trabajadores que sufrieron un accidente de carácter grave. El calvario de este encofrador, con más de trece años de oficio y carné de gruísta, comenzó tras caer desde unos 11 metros de altura.

El azar quiso que el accidente se produjese en su última jornada de trabajo con la empresa para la que estaba contratado. A sus 41 años Julián no puede caminar solo debido a las lesiones sufridas en una pierna, ha perdido la visión del ojo derecho y únicamente tiene un 48 por ciento de visión en el izquierdo. Del accidente no recuerda nada salvo haberse puesto las botas de seguridad y entrar a la obra.

A partir de ahí hay ocho días borrados de su memoria y casi tres meses de hospitalización. Nueve operaciones han sido necesarias hasta el momento.

Casi una década ha pasado ya desde que Emilio Ballesteros sufriese un accidente que le dejó postrado en una silla de ruedas. El camión que conducía sufrió una avería mecánica cargado y en pleno trayecto en una carretera de Alicante. Emilio maniobró lo mejor que pudo para evitar arrollar a un vehículo que se quedó cruzado en la vía. Como consecuencia el camión cayó en un desnivel y quedó parapléjico.

Durante un año aprendió a valerse en el Hospital de Parapléjicos de Toledo en su nueva situación. Para Emilio lo peor, como para Julián, llegó al volver a casa cuando se enfrentó de lleno a una realidad desconocida. A las dificultades para valerse por si mismo se unieron las barreras arquitectónicas de la ciudad y las de su propia casa, que tuvo que acondicionar a su paraplejía.

E. C., un oficial de primera de la construcción que prefiere permanecer en el anonimato, también sabe lo que es enfrentarse a una minusvalía tras el accidente sufrido el 4 de noviembre del 2005. Para salvarse de una muerte segura saltó desde un primer piso y sufrió una rotura y aplastamiento de su tobillo izquierdo. Como Julián y Emilio tiene reconocida una incapacidad permanente.

Desde los sindicatos no se cansan de denunciar lo que consideran una constante: el incumplimiento de la Ley de Prevención de Riesgos. Prácticamente todas las semanas desde CC OO y de UGT hacen un llamamiento a empresarios y a la Administración para que cumplan y hagan cumplir la norma. Miguel �ngel Campos, responsable de Salud Laboral de CC OO, apunta además a la falta de formación como una de las deficiencias más importantes.

A ello se suma en el sector de la construcción la extendida práctica de la subcontratación, según señala Eduardo Mayordomo, secretario de Salud Laboral de UGT. Esta semana se daba el primer paso para ponerle coto con la aprobación de una ley que la regula.

Otras medidas como la creación de la figura del delegado de prevención que propone UGT o la iniciativa de CC OO para publicar la lista de empresas incumplidoras por el momento tendrán que esperar para ver la luz. Para los 65 trabajadores que han muerto desde 1999 y los 646 que han sufrido un accidente grave estas medidas llegarán tarde. A estas cifras se suman las 1.936 pensiones que en diversos conceptos tiene concedidas la Seguridad Social por accidente de trabajo o enfermedad laboral. De ellas, 785 son por incapacidad permanente y 506 mujeres cobran una pensión de viudedad. Ellas son víctimas, otras más, de esta lacra social.

Fuente: http://actualidad.terra.es

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