La promulgación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, de la que van a cumplirse veinte años, hizo concebir de forma generalizada la esperanza de que los datos de siniestralidad de nuestro país remitirían rápidamente para situarse en niveles «europeos».
De hecho, el sentimiento de orgullo nacional herido por la supuesta mayor siniestralidad española frente a la de otros países de la Unión Europea era una manifestación habitual desde hacía tiempo. Valgan como ejemplo las declaraciones efectuadas en abril de 1988 por Álvaro Espina, Secretario General de Empleo, quien negó «que España sea el país europeo con mayor siniestralidad de la Europa occidental» [1] y a continuación aportó cifras que supuestamente demostraban que la siniestralidad española era «inferior a la de países como Alemania».
Los datos aportados por Espina en realidad no demostraban nada, pues no tenían en cuenta que las definiciones de accidente de trabajo y las bases poblacionales (por ejemplo, incluir o no a los trabajadores autónomos o a los funcionarios) en las que se basaban las estadísticas de los distintos países en esa época eran distintas, por lo que las comparaciones resultaban técnicamente imposibles. [2]
El sentimiento de «inferioridad nacional» en este tema en relación con nuestros vecinos europeos ha sido una constante durante muchos años [3] y se exacerbó cuando Eurostat empezó a publicar datos supuestamente comparables, atendiendo al mandato contenido en la Directiva Marco 89/391/CEE.
En efecto, en el año 1997, Eurostat publicó, dentro de su colección Statistics in Focus un opúsculo de cuatro páginas [4] en el que, por primera vez, se daban datos de siniestralidad laboral de los distintos Estados miembros y del conjunto de la Unión, correspondientes al año 1993. El índice de incidencia español era de 7.005 accidentes al año por cada 100.000 trabajadores, mientras el promedio para el conjunto de los quince países que entonces constituían la Unión era de 4.505. Sólo Portugal (9.532) y el minúsculo Luxemburgo (7.465) superaban el dato español, que se situaba claramente por encima de los de nuestros vecinos más potentes, como Alemania (5.031), Francia (5.194) o Italia (4.782).
Nadie prestó atención, sin embargo, al hecho de que el propio documento decía bien claramente que «las comparaciones entre países deben realizarse con la máxima prudencia» dadas la disparidades existentes entre las metodologías nacionales utilizadas (de cuyos datos se nutría Eurostat), que en buena medida no podían ser eliminadas ni compensadas mediante técnicas estadísticas. En otras palabra, esas comparaciones no podían hacerse.
Una de las principales razones para las disparidades se basaba en el hecho de que, mientras en ciertos países, como España y Francia, en los que la declaración del accidente estaba indisolublemente ligada a la indemnización, la tasa de declaración era próxima al 100%, mientras en los que no se daba la citada circunstancia, como Suecia, dichas tasas podían oscilar entre el 30 y el 100% dependiendo de la rama de actividad.
Los datos correspondientes a los años 1994 a 1997 (hoy eliminados de las bases de datos de Eurostat presumiblemente por su escasa fiabilidad) y en los años inmediatamente posteriores daban resultados similares a los que hemos visto: la siniestralidad española se encontraba permanentemente muy por encima de la media europea y muy a menudo ocupaba un lugar de cabecera.
Catorce años después la situación ha mejorado, aunque no sustancialmente. Los datos de Eurostat (figura 1) muestran que los valores del índice de incidencia estandarizado [5] han sido permanentemente superiores al promedio de la UE-15, pero que en los últimos años (Eurostat no ha publicado datos posteriores a 2012) esa diferencia tiende a disminuir.
Figura 1. Evolución del índice de incidencia estandarizado (accidentes/año por cada 100.000 trabajadores) entre 1998 y 2012 para España y la UE-15.
A pesar de las abundantes limitaciones de la metodología empleada por Eurostat para uniformar en la medida de lo posible los heterogéneos datos suministrados por los Estados miembros (unos incluyen los accidentes laborales-viales y otros, no; unos incluyen todos los infartos – y situaciones similares – ocurridos en el trabajo y otros, no; unos tienen tasas de declaración del 100% y otros no llegan al 50%…), la comparación entre los datos de un país – en nuestro caso España – y el conjunto de la UE-15 es técnicamente razonable y por tanto nuestra afirmación de que la siniestralidad española ha mejorado respecto al promedio de la UE-15 es relativamente sólida.
Cosa distinta es el establecimiento de un ranking de países, algo que los datos publicados por Eurostat permiten mecánicamente realizar, pero que carece de sentido habida cuenta de las limitaciones que hemos citado más arriba, y otras que sería prolijo explicar [6]. De todas formas, incluso en ese ranking hemos mejorado (figura 2): mientras en la mayoría de los años de la serie España fue el farolillo rojo, en los últimos ha visto como mejoraba hasta el tercer puesto, «superada» por Francia y Portugal. El orgullo nacional está a salvo.
Figura 2. Índice de incidencia estandarizado de los países de la UE-15 en el año 2012. Fuente: Eurostat.
[1] LA VANGUARDIA, 30/4/1988, página 60.
[2] En otra ocasión analizaremos con detalle el interesante problema de la comparabilidad entre países de las estadísticas de siniestralidad laboral.
[3] El 20 de enero de 2007 el diario EL PAÍS publicó un editorial titulado «Vergüenza de Europa» en el que exponía la vergonzosa diferencia entre la siniestralidad europea en la española, en uno de los últimos ejemplos de esta tendencia.
[4] Eurostat. Statistics in Focus 1997-2. Population and Social conditions. Accidents at Work in the Euro-pean Union in 1993.Luxembourg. Office des Publications. Catalogue number: CA-NK-97-002-EN-C. 1997.
[5] Eurostat efectúa una corrección para tener en cuenta que la estructura de la ocupación no es la misma en unos países que en otros. Si no se efectuase esa corrección, los países en los que están sobrerrepre-sentadas ocupaciones «peligrosas» como la construcción, tenderían a tener índices de incidencia más altos que aquellos en los que están sobrerrepresentadas ocupaciones poco peligrosas, como la banca.
[6] Para conocer los detalles de la metodología empleada por Eurostat (metodología ESAW), puede consultarse la última edición de la misma, disponible en: http://ec.europa.eu/eurostat/documents/3859598/5926181/KS-RA-12-102-EN.PDF/56cd35ba-1e8a-4af3-9f9a-b3c47611ff1c