Explosión en Texas: Aumentan a 35 los muertos en la fábrica de fertilizantes

El alcalde de West, Tommy Muska, ha elevado a 35 el número de fallecidos a causa de la explosión, en una entrevista concedida al diario ‘USA Today’.

La pequeña localidad de West (Texas) trata de sobreponerse a la explosión de una planta de fertilizantes sin muchas más certezas que anoche en cuanto al número de heridos y desaparecidos, mientras se intensifican las tareas de rescate entre las montañas de escombros. «La situación es aún muy volátil», ha señalado el ayudante del alguacil del condado de McLennan, Matt Cawthon.

El alcalde de West, Tommy Muska, ha elevado a 35 el número de fallecidos a causa de la explosión, en una entrevista concedida al diario ‘USA Today’. Muska ha detallado que entre los fallecidos hay diez «primeros asistentes», cinco voluntarios del Departamento de Bomberos, cuatro miembros de los Servicios Médicos de Emergencias y un bombero que estaba fuera de servicio pero que se acercó a ayudar. El resto de los fallecidos son residentes en las viviendas que se encuentran en el complejo residencial ubicado en los alrededores de la fábrica de fertilizantes, que ha quedado completamente arrasado por las llamas.

Muska ha explicado que aunque no todos los cuerpos han sido recuperados, se presume que todas estas personas están muertas. Además ha indicado que hay otros dos voluntarios del Departamento de Bomberos que están desaparecidos. El alcalde también ha manifestado que actualmente el número de heridos por la explosión en la fábrica de fertilizantes supera los 160, aunque no ha detallado su estado.

MEDIO CENTENAR DE CASAS DEMOLIDAS

La humareda se resiste a abandonar el centro de West, donde entre 50 y 60 casas han quedado demolidas y se ha evacuado a casi la mitad de los 2.800 habitantes. Uno de ellos es Jimmy Polinsky, un anciano que ha vivido toda su vida en la pequeña localidad y al que le sorprendió la explosión justo cuando se sentaba a cenar junto a la ventana, que le «golpeó en la cabeza». «Mi casa está patas arriba, el techo se está cayendo. Las ventanas volaron por los aires y nos dijeron que nos fuéramos», ha señalado Polinsky. «No sé lo que va a pasar», ha añadido conteniendo las lágrimas.

Los que se han quedado describen un West volcado en ayudar a los heridos, a los familiares de los desaparecidos, a los que han perdido demasiado. «La gente que lo ha perdido todo, que está quemada, herida, eso te altera la vida», ha indicado Mimi Montgomery Irwin, que posee una casa dañada por la explosión. «Yo puedo reemplazar una ventana rota, pero no puedes sustituir a una persona», ha añadido.

Irwin fue voluntaria durante los atentados de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, y la explosión del miércoles le hizo «revivirlo todo». «Perdí a dos personas que quería mucho en Nueva York y he perdido un número de amigos aquí que también quería mucho. Es una experiencia paralela, una en un gran macrocosmos y la otra con gente con la que has crecido. Nuestras familias nacen y mueren juntas, están todas enterradas en el cementerio», ha asegurado.

Su pastelería ‘The Village Bakery’, uno de los negocios más emblemáticos del modesto pueblo de West y que clama ser la primera pastelería checa de Texas, se ha convertido en un centro de atención y ayuda para los ciudadanos. «Si la gente necesita saber dónde ir para conseguir algo, tratamos de ayudar, decimos a la gente del pueblo que puede venir aquí para conseguir información. Hemos estado dando comida gratis hoy, no creíamos que fuera apropiado cobrar», ha manifestado Irwin.

COMO UNA BOMBA NUCLEAR

La lluvia que cayó esta mañana sobre la localidad contribuyó a limpiar el aire de posibles contaminantes liberados en la explosión de la planta de Fertilizantes West, que tenía en su planta 24,5 toneladas de amoníaco. La Agencia de Protección Medioambiental (EPA) y la Comisión de Texas sobre Calidad Medioambiental continúan evaluando la calidad del aire, que no preocupa demasiado a los testigos consultados.

«Con el viento y la lluvia que hemos tenido, el amoníaco se ha disipado aparentemente. Están midiendo la calidad del aire, y asumo que si fuera peligrosa seríamos evacuados», ha señalado Irwin. «Hay mucho aire libre en este lugar, no estoy preocupado», ha indicado por su parte Steve Baroct, que vive a una hora y media de West y no oyó la explosión, pero hoy vino para ayudar, aunque no conoce a nadie en el pueblo.

El estallido provocó un temblor en la tierra de 2,1 grados en la escala de Richter y pudo sentirse incluso a 70 kilómetros de distancia, en un temblor que muchos vecinos notaron como si de una bomba nuclear se tratara, mientras que otros creyeron que se había tratado de un terremoto.

Fuente: www.que.es

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