Los portadores de HIV y los discapacitados son quienes más sufren la exclusión en el ámbito laboral
A veces se presenta a cara limpia, otras, con el rostro velado, y en cada escenario que sube despliega su lastimoso arte. Ese que cercena las oportunidades de jóvenes postergados o de maduros profesionales, que ahonda diferencias entre varones y mujeres, que impide ascensos u origina despidos. Sucede que la discriminación recrudece con profusas y variadas caras en nuestra aún frágil escena laboral, según coinciden los expertos.
Cuando desde el vamos a muchísimas personas signadas por la pobreza se les niega la igualdad de posibilidades para acceder a un empleo y a un trato digno (falta de calificación, trabajo en negro, explotación, etcétera), la alta desocupación también propicia un terreno fértil para el crecimiento de hechos discriminatorios, no sólo por problemas estructurales del ámbito socioeconómico, sino por prejuicios culturales, que descartan de cuajo los pertinentes méritos profesionales.
En el mundo, según el informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) La hora de la igualdad en el trabajo, de 2003, junto a las primeros y principales motivos de discriminación laboral como el racismo y razones de sexo, han surgido más recientemente otros como son la edad, la discapacidad, la infección por el HIV/sida y la nacionalidad.
Y en nuestro país el panorama se confirma. Precisamente, en el Centro de Denuncias del Foro de las ONG que luchan contra la discriminación, de acuerdo con los datos, aún preliminares y en período de análisis, registrados entre febrero de 2004 y febrero último, en la Capital Federal y el conurbano, de las 2173 denuncias, 589 corresponden al mundo del trabajo. Y en este último universo, el HIV/sida continúa encabezando como en años anteriores la triste estadística (39,89%), seguido por la discapacidad (29,20%), la nacionalidad (12,56%), el aspecto físico (11,71%) y el género (6,64%).
La exclusión entre quienes están infectados con HIV se percibe principalmente entre los postulantes y luego entre quienes desempeñan una ocupación, según precisa Daniel Barberis, director del centro.
«Si la persona, explica Barberis, se infectó con el virus mientras trabajaba suelen hacer lo imposible para que se vaya, lo rotan de sección, no le bajan el sueldo, pero la cambian la condición laboral, el status. Y cada vez recibimos más denuncias de personas que despiden por esta causa; las más numerosas corresponden al sector de la salud, mucamas, enfermeras, que más de una vez se han infectado en su trabajo.»
Por su lado, en el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) también son significativas las denuncias originadas por enfermedades como el HIV/sida y la epilepsia, según advierte su presidente, Enrique Oteiza. «La crisis, agrega, también ha dificultado muchísimo la inserción laboral de los discapacitados, que si son marginales tienen un doble handicap en contra.»
Cuestión de apariencia
Cuando se entronizan la juventud, la belleza y la delgadez, quienes peinan canas, están excedidos de peso o no cuadran con el canon del aspecto ideal, obviamente, asoman como un blanco oportuno para los dardos discriminatorios.
Así, impedir un ascenso por razones de peso, aunque parezca increíble, no lo es.
«A un señor hiperobeso, de gran capacidad intelectual, especialista en sistemas informáticos, le negaron un ascenso cuando él era el mejor calificado para el puesto, y la excusa fue que no entraba en el lugar donde tenía que hacer el trabajo. Entonces, como había que hacer reformas, y eso implicaba un costo adicional para la empresa, le dieron el puesto a otro empleado con menos puntaje que él. Y la causa está en la Justicia», ejemplifica Barberis.
Junto a crecientes denuncias recibidas por obesidad, «que es más discriminada en la mujer que en el varón, también llegan muchas por aspecto físico, de personas con secuelas por quemaduras y accidentes. Y, lamentablemente, esta realidad refleja prejuicios que siguen existiendo como son también los prejuicios con inmigrantes vecinos, que presentan un aspecto mestizo o indígena», se lamenta el presidente del Inadi.
La experiencia acumulada por los que ya deshojan la cuarta o quinta década del calendario, últimamente también comenzó a excluirse de manera constante. Y queda claro que los más chicos tampoco escapan de las generales cuando a los 20 años se les pide experiencia, coinciden los entrevistados.
Techo de cristal
El perfume femenino, encerrado bajo techos de cristal, y matizado por obligaciones familiares, tampoco supera antiguos escollos pese a su creciente presencia en el mundo laboral.
«La inferioridad de salarios a tareas iguales con los varones sucede aquí, en los Estados Unidos y en Europa. Además, en nuestro país, profesiones que mayoritariamente están manos de las mujeres han bajado notoriamente los salarios como es el caso de las docentes. Y cuando baja la calificación económica también disminuye el status ante la sociedad. Recientemente, por ejemplo, en la Justicia, donde hay numerosas mujeres empleadas, los salarios del sector, en general, han caído», concluye Olga Hammar, presidenta de la Comisión tripartita de igualdad de trato y oportunidades entre varones y mujeres en el mundo laboral, del Ministerio de Trabajo nacional.
Caminar hacia la solución de esta dura realidad por medio de políticas eficaces y de una conciencia social más profunda y sincera sobre este problema, se sabe, es el norte para superar este flagelo, en el que todos, en algún momento, podemos ser protagonistas: como discriminados o discriminadores.
Raquel Saralegui
Dónde encontrar ayuda
El Centro de Denuncias del Foro de ONG que luchan contra la discriminación es una asociación con más de 10 años de experiencia en el tema y que concentra a más de 25 entidades del país, donde se pueden radicar denuncias no sólo relacionadas con el ámbito laboral. Tras constatar el hecho denunciado, el Foro propone estrategias de solución, oficia de mediador entre las partes, y si es necesario brinda patrocinio letrado para iniciar acciones judiciales. Para más información, en Buenos Aires, por el 4951-0651/5037, y en Córdoba, por el (0351) 15 563-5690.
Para el centro de denuncias del Inadi, se puede llamar por el 4346-1774. Allí, también se ofrece asesoramiento, análisis legal del hecho, mediación y asistencia para la resolución rápida de conflictos de origen discriminatorio.