Al menos 11 niños y adolescentes murieron desde 2008 en hornos ladrilleros, y muchos otros trabajan y no van a la escuela. Si bien no hay datos oficiales, el Gobierno provincial reconoce el sistema de explotación pero dice que no lo soluciona por temor a un conflicto social.
La gruta que recuerda a Rodrigo Cueto Ramos está en el ingreso al cortadero donde murió, en octubre de 2012, cuando tenía dos años. Como él, al menos otros 10 niños y adolescentes fallecieron desde 2008 en cortaderos de ladrillos cordobeses, en contextos vinculados con el trabajo de sol a sol, o por las propias características de las viviendas que habitan, ubicadas a pocos metros del horno, que generalmente no son más que taperas sin aberturas ni instalaciones de agua o electricidad.
La pobreza extrema es el eje de la matriz productiva sobre el que se monta la fabricación de los ladrillos artesanales en la mayoría de los 232 cortaderos que actualmente rodean a la ciudad de Córdoba, condiciones que condenan a los niños y adolescentes que viven allí a repetir circuitos de marginalidad, expulsándolos del sistema educativo y exponiéndolos a peligrosas condiciones de supervivencia que ponen en riesgo su vida. Ver más
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