Los médicos recomiendan asumir las molestias de volver a trabajar como causa de un cambio de rutina

«Recrearse» en el malestar del inicio laboral genera una preocupación desmedida.

Madrid, 30 de agosto de 2005. Los médicos de familia recomiendan a la población que estos días experimentan molestias físicas o psicológicas derivadas de la vuelta al trabajo que las asuman como causa de un cambio de rutina. Aunque dichas molestias sólo son preocupantes si persisten más de allá de una semana o diez días, cada año es más frecuente que en los primeros días de septiembre aumente la presencia en los centros de salud de pacientes con un conjunto de síntomas o molestias físicas (fatiga, falta de apetito, molestias estomacales,.) y psíquicas (tristeza, irritabilidad,.) al cual los expertos se refieren como síndrome postavacacional. «Las medidas para corregir este trastorno deben centrarse en prevenir la aparición de la sintomatología y en asumir que las molestias pueden estar originadas simplemente por un cambio en la rutina diaria», asegura el doctor Asensio López Santiago, vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC).

A la hora de afrontar este trastorno, el doctor López Santiago destaca que es importante adoptar una actitud positiva, procurando no «recrearse» excesivamente en la incomodidad de los primeros días de incorporación al trabajo. «Los afectados», explica, «deben evitar centrarse demasiado en las molestias porque lo único que se consigue es generar una preocupación desmedida».

Síntomas físicos y psíquicos

Cansancio, falta de apetito, somnolencia, falta de concentración, taquicardia, dolores musculares, molestias en el estómago, sensación de falta de aire e insomnio son algunos de los síntomas físicos que presentan los afectados por el síndrome vacacional. A nivel psicológico, también pueden presentarse signos o trastornos como falta de interés, irritabilidad, nerviosismo, inquietud, tristeza o indiferencia

Según el vicepresidente de semFYC, hay soluciones para los dos tipos de síntomas. «Entre las medidas para corregir las alteraciones de carácter físico, al paciente se le aconseja regular los horarios y el reloj biológico los días previos a iniciar el trabajo. Para ello es preciso acostarse en los horarios habituales y ser prudentes con el tiempo dedicado a la siesta. Es bueno dejarse al menos dos días del final de las vacaciones como periodo de adaptación. En el caso de que sea posible, es aconsejable regular progresivamente la intensidad de la actividad que se realiza en el trabajo. También es importante dormir más horas los primeros días de incorporación al trabajo, con un horario bien regulado».

A nivel psicológico, según el doctor López Santiago es bueno «desterrar la idea o sensación de que las vacaciones son un estado absolutamente opuesto al periodo de trabajo, y por tanto que uno es sinónimo de placer y el otro lo es de malestar y sufrimiento». «Además», continúa, «es necesario asumir que se trata de un malestar propio de los primeros días y evitar darle de demasiada importancia; no se puede estar tampoco en una actitud de queja y malestar permanente. Por eso es aconsejable, por un lado, planificar actividades gratificantes para los días laborales, buscando un tiempo para el ocio, y por otro lado, afrontar la vuelta al trabajo como un nuevo periodo vital en el que se pueden desarrollar nuevas tareas para el desarrollo personal. Si la persona ya tiene los síntomas, debe tener en cuenta que no es el mejor momento para tomar decisiones importantes sobre su futuro laboral».

Perfil del afectado

El síndrome postvacacional suele afectar a personas jóvenes, menores de 40 -45 años, que experimentan una ruptura brusca del ritmo vacacional incorporándose al trabajo sin transición alguna. Suele presentarse igualmente en aquellos que tienden a idealizar el periodo de vacaciones como la culminación de su bienestar personal. También son propensos los que presentan de forma habitual malestar o disconfort con su trabajo y en la actividad laboral cotidiana y los afectados por el síndrome de burn out («quemados»), que tienen problemas de agotamiento o desencanto con el trabajo que realizan.

El vicepresidente de semFYC aclara que el síndrome postvacacional no es preocupante aunque si el malestar no desaparece transcurridos los primeros 7 – 10 días, «es necesario que el afectado acuda a la consulta de su médico de familia para descartar que no estamos ante un problema de otra naturaleza, que requiera una atención diferente».

Fuente: Boletin de BuscaSalud.com

En los últimos años se han descrito una serie de enfermedades asociadas a las nuevas instalaciones de que se dota a los edificios modernos.

Pamplona, 4 de agosto de 2005. En los últimos años se han descrito una serie de enfermedades asociadas a las nuevas instalaciones de que se dota a los edificios modernos – sistemas de ventilación forzada, ordenadores, etc. – Se trata de un grupo de síntomas que padecen los trabajadores de un mismo edificio â??enfermoâ??, relacionados con su ambiente interior. Un trabajo de investigación del Dr. Joan Boldú, de la Sección de Neumología del Hospital Virgen del Camino, explica sus características, patologías y síntomas.

La generación de entornos de trabajo, como los sistemas de ventilación artificial, la proliferación de ordenadores, fotocopiadoras, impresoras etc., el uso extensivo de materiales sintéticos, los sistemas de iluminación fluorescente generales, o la presencia de contaminantes directos como el humo del tabaco y otros, generan efectos nocivos para la salud.

Las patologías que producen son de tres tipos:

1. Hay personas con enfermedades ya conocidas que sufren empeoramiento al permanecer en el edificio en el que trabajan. Así, pacientes diagnosticados de asma bronquial, rinitis alérgica o dermatitis atópica, empeoran al permanecer en el interior de determinados edificios, bien por su exposición a distintos alérgenos presentes en dicho medio (irritantes volátiles, etc.) o a las condiciones microambientales del interior del edificio (condiciones adversas de humedad, temperatura, etc.)

2. Hay un segundo grupo de enfermedades específicas de diversos tipos, producidas por el edificio: enfermedades infecciosas (por transmisión de agentes infecciosos, ya sea a través de los sistemas de acondicionamiento de aire como de persona a persona), enfermedades virales (producidas por dispersión de antígenos del propio edificio, como en las neumonitis por hipersensibilidad, fiebre de los humidificadores, etc.); enfermedades tóxicas (producidas por difusión de irritantes o tóxicos volátiles presentes en el ambiente como CO, formaldehído, órgano fosforados, etc.)

3. Finalmente está el â??síndrome del edificio enfermoâ?? al que se define como la situación en la que en un edificio determinado, más personas de lo normal manifiestan tener un conjunto de síntomas inespecíficos pero bien definidos, que desaparecen al abandonar el edificio. Incluye un grupo de síntomas de vías respiratorias, dermatológicos, oculares y sistémicos, que aparecen mientras se permanece en el interior de un edificio y mejoran tras alejarse de dicho ambiente. Desde 1970 se han descrito casos de trabajadores en un mismo edificio, escuelas, hospitales e incluso domicilios.

Contaminantes del aire del edificio

Se trata de contaminantes volátiles procedentes de materiales aislantes, mobiliario, complementos de oficina, productos de limpieza, maquinaria etc. Los más habituales son: componentes orgánicos volátiles: formaldehído, disolventes, compuestos desprendidos de impresoras y fotocopiadoras, pinturas y barnices; polvo y fibras del ambiente interior: asbesto, fibra de vidrio, polvo de papel, papel autocalcable, descomposición de materiales de construcción, suciedad; bioaerosoles: bacterias, hongos, virus, ácaros, excrementos y pelos de animales; vapores de escape de vehículos y de la industria; contaminantes generados por la actividad humana: dióxido de carbono, perfume; humo del tabaco; Otros: deterioro por humedades, pesticidas, radón, materiales del edificio, productos de la combustión del carburante etc.

Ventilación y factores del propio edificio

Se precisa una buena ventilación para disminuir la concentración de contaminantes ambientales que potencialmente puedan producir síntomas. A menos ventilación mayor afectación clínica. Una proporción de ventilación mayor de 10 l/seg/persona parece disminuir la prevalencia de síndrome del edificio enfermo. En cuanto a los tipos de ventilación, la natural disminuye mucho la probabilidad de que se presenten síntomas, a pesar de que los rangos de humedad y temperatura no se encuentren entre los límites aconsejados. Cuanto más hermético es el edificio, más posibilidades de que se genere patología.

Los factores físicos son, asimismo, importantes: temperatura mayor de 23º C, humedad inferior al 40% o superior al 60%, ruido, iluminación inadecuada, controles ambientales y de iluminación no ajustables por el usuario, aumentan la prevalecia de los síntomas. Los techos bajos inferiores a 2,4 metros, las áreas de archivo de documentación en papel y unos servicios de mantenimiento del edificio ineficaz y con mala comunicación con los usuarios, se han relacionado también con mayor prevalencia de síntomas.

Factores relacionados con la organización del trabajo

Un estatus bajo a nivel laboral, un aumento del estrés y una escasa satisfacción laboral, favorecen la aparición del síndrome del edificio enfermo. El espacio disponible por el trabajador y la concentración de máquinas de oficina en áreas determinadas favorecen también la aparición de síntomas. Finalmente, el número de horas pasadas delante de los monitores de ordenador también se ha relacionado con aumento en los síntomas.

Los síntomas asociados al síndrome del edificio enfermo

Los síntomas más comunes son: oculares (irritación, sequedad, picor de ojos); nasales y faríngeos (obstrucción nasal es el más frecuente, sequedad en la garganta, irritación y prurito); rinitis (con estornudos y rinorrea); respiratorios (tos, opresión torácica, disnea); neuropsicológicos (el más prevalente es la astenia); y otros menos frecuentes (cefalea, letargia, irritabilidad, dificultad de concentración, bajo rendimiento intelectual); cutáneos (sequedad, picores).

Es característico el inicio de los síntomas a las pocas horas de entrar en el edificio, y la mejoría de todos los síntomas excepto los cutáneos, a la hora de abandonarlo. Las alteraciones dermatológicas pueden tardar días en desaparecer. Estos síntomas no amenazan la vida del paciente pero conllevan bajas laborales y descenso de la productividad. Afectan con distinta intensidad a los distintos trabajadores, dependiendo de los microambientes donde estén ubicados y de la susceptibilidad individual.

Fuente: Boletin de BuscaSalud.com

En los últimos años se han descrito una serie de enfermedades asociadas a las nuevas instalaciones de que se dota a los edificios modernos.

Pamplona, 4 de agosto de 2005. En los últimos años se han descrito una serie de enfermedades asociadas a las nuevas instalaciones de que se dota a los edificios modernos – sistemas de ventilación forzada, ordenadores, etc. – Se trata de un grupo de síntomas que padecen los trabajadores de un mismo edificio â??enfermoâ??, relacionados con su ambiente interior. Un trabajo de investigación del Dr. Joan Boldú, de la Sección de Neumología del Hospital Virgen del Camino, explica sus características, patologías y síntomas.

La generación de entornos de trabajo, como los sistemas de ventilación artificial, la proliferación de ordenadores, fotocopiadoras, impresoras etc., el uso extensivo de materiales sintéticos, los sistemas de iluminación fluorescente generales, o la presencia de contaminantes directos como el humo del tabaco y otros, generan efectos nocivos para la salud.

Las patologías que producen son de tres tipos:

1. Hay personas con enfermedades ya conocidas que sufren empeoramiento al permanecer en el edificio en el que trabajan. Así, pacientes diagnosticados de asma bronquial, rinitis alérgica o dermatitis atópica, empeoran al permanecer en el interior de determinados edificios, bien por su exposición a distintos alérgenos presentes en dicho medio (irritantes volátiles, etc.) o a las condiciones microambientales del interior del edificio (condiciones adversas de humedad, temperatura, etc.)

2. Hay un segundo grupo de enfermedades específicas de diversos tipos, producidas por el edificio: enfermedades infecciosas (por transmisión de agentes infecciosos, ya sea a través de los sistemas de acondicionamiento de aire como de persona a persona), enfermedades virales (producidas por dispersión de antígenos del propio edificio, como en las neumonitis por hipersensibilidad, fiebre de los humidificadores, etc.); enfermedades tóxicas (producidas por difusión de irritantes o tóxicos volátiles presentes en el ambiente como CO, formaldehído, órgano fosforados, etc.)

3. Finalmente está el â??síndrome del edificio enfermoâ?? al que se define como la situación en la que en un edificio determinado, más personas de lo normal manifiestan tener un conjunto de síntomas inespecíficos pero bien definidos, que desaparecen al abandonar el edificio. Incluye un grupo de síntomas de vías respiratorias, dermatológicos, oculares y sistémicos, que aparecen mientras se permanece en el interior de un edificio y mejoran tras alejarse de dicho ambiente. Desde 1970 se han descrito casos de trabajadores en un mismo edificio, escuelas, hospitales e incluso domicilios.

Contaminantes del aire del edificio

Se trata de contaminantes volátiles procedentes de materiales aislantes, mobiliario, complementos de oficina, productos de limpieza, maquinaria etc. Los más habituales son: componentes orgánicos volátiles: formaldehído, disolventes, compuestos desprendidos de impresoras y fotocopiadoras, pinturas y barnices; polvo y fibras del ambiente interior: asbesto, fibra de vidrio, polvo de papel, papel autocalcable, descomposición de materiales de construcción, suciedad; bioaerosoles: bacterias, hongos, virus, ácaros, excrementos y pelos de animales; vapores de escape de vehículos y de la industria; contaminantes generados por la actividad humana: dióxido de carbono, perfume; humo del tabaco; Otros: deterioro por humedades, pesticidas, radón, materiales del edificio, productos de la combustión del carburante etc.

Ventilación y factores del propio edificio

Se precisa una buena ventilación para disminuir la concentración de contaminantes ambientales que potencialmente puedan producir síntomas. A menos ventilación mayor afectación clínica. Una proporción de ventilación mayor de 10 l/seg/persona parece disminuir la prevalencia de síndrome del edificio enfermo. En cuanto a los tipos de ventilación, la natural disminuye mucho la probabilidad de que se presenten síntomas, a pesar de que los rangos de humedad y temperatura no se encuentren entre los límites aconsejados. Cuanto más hermético es el edificio, más posibilidades de que se genere patología.

Los factores físicos son, asimismo, importantes: temperatura mayor de 23º C, humedad inferior al 40% o superior al 60%, ruido, iluminación inadecuada, controles ambientales y de iluminación no ajustables por el usuario, aumentan la prevalecia de los síntomas. Los techos bajos inferiores a 2,4 metros, las áreas de archivo de documentación en papel y unos servicios de mantenimiento del edificio ineficaz y con mala comunicación con los usuarios, se han relacionado también con mayor prevalencia de síntomas.

Factores relacionados con la organización del trabajo

Un estatus bajo a nivel laboral, un aumento del estrés y una escasa satisfacción laboral, favorecen la aparición del síndrome del edificio enfermo. El espacio disponible por el trabajador y la concentración de máquinas de oficina en áreas determinadas favorecen también la aparición de síntomas. Finalmente, el número de horas pasadas delante de los monitores de ordenador también se ha relacionado con aumento en los síntomas.

Los síntomas asociados al síndrome del edificio enfermo

Los síntomas más comunes son: oculares (irritación, sequedad, picor de ojos); nasales y faríngeos (obstrucción nasal es el más frecuente, sequedad en la garganta, irritación y prurito); rinitis (con estornudos y rinorrea); respiratorios (tos, opresión torácica, disnea); neuropsicológicos (el más prevalente es la astenia); y otros menos frecuentes (cefalea, letargia, irritabilidad, dificultad de concentración, bajo rendimiento intelectual); cutáneos (sequedad, picores).

Es característico el inicio de los síntomas a las pocas horas de entrar en el edificio, y la mejoría de todos los síntomas excepto los cutáneos, a la hora de abandonarlo. Las alteraciones dermatológicas pueden tardar días en desaparecer. Estos síntomas no amenazan la vida del paciente pero conllevan bajas laborales y descenso de la productividad. Afectan con distinta intensidad a los distintos trabajadores, dependiendo de los microambientes donde estén ubicados y de la susceptibilidad individual.

Fuente: Boletin de BuscaSalud.com

En los últimos años se han descrito una serie de enfermedades asociadas a las nuevas instalaciones de que se dota a los edificios modernos.

Pamplona, 4 de agosto de 2005. En los últimos años se han descrito una serie de enfermedades asociadas a las nuevas instalaciones de que se dota a los edificios modernos – sistemas de ventilación forzada, ordenadores, etc. – Se trata de un grupo de síntomas que padecen los trabajadores de un mismo edificio â??enfermoâ??, relacionados con su ambiente interior. Un trabajo de investigación del Dr. Joan Boldú, de la Sección de Neumología del Hospital Virgen del Camino, explica sus características, patologías y síntomas.

La generación de entornos de trabajo, como los sistemas de ventilación artificial, la proliferación de ordenadores, fotocopiadoras, impresoras etc., el uso extensivo de materiales sintéticos, los sistemas de iluminación fluorescente generales, o la presencia de contaminantes directos como el humo del tabaco y otros, generan efectos nocivos para la salud.

Las patologías que producen son de tres tipos:

1. Hay personas con enfermedades ya conocidas que sufren empeoramiento al permanecer en el edificio en el que trabajan. Así, pacientes diagnosticados de asma bronquial, rinitis alérgica o dermatitis atópica, empeoran al permanecer en el interior de determinados edificios, bien por su exposición a distintos alérgenos presentes en dicho medio (irritantes volátiles, etc.) o a las condiciones microambientales del interior del edificio (condiciones adversas de humedad, temperatura, etc.)

2. Hay un segundo grupo de enfermedades específicas de diversos tipos, producidas por el edificio: enfermedades infecciosas (por transmisión de agentes infecciosos, ya sea a través de los sistemas de acondicionamiento de aire como de persona a persona), enfermedades virales (producidas por dispersión de antígenos del propio edificio, como en las neumonitis por hipersensibilidad, fiebre de los humidificadores, etc.); enfermedades tóxicas (producidas por difusión de irritantes o tóxicos volátiles presentes en el ambiente como CO, formaldehído, órgano fosforados, etc.)

3. Finalmente está el â??síndrome del edificio enfermoâ?? al que se define como la situación en la que en un edificio determinado, más personas de lo normal manifiestan tener un conjunto de síntomas inespecíficos pero bien definidos, que desaparecen al abandonar el edificio. Incluye un grupo de síntomas de vías respiratorias, dermatológicos, oculares y sistémicos, que aparecen mientras se permanece en el interior de un edificio y mejoran tras alejarse de dicho ambiente. Desde 1970 se han descrito casos de trabajadores en un mismo edificio, escuelas, hospitales e incluso domicilios.

Contaminantes del aire del edificio

Se trata de contaminantes volátiles procedentes de materiales aislantes, mobiliario, complementos de oficina, productos de limpieza, maquinaria etc. Los más habituales son: componentes orgánicos volátiles: formaldehído, disolventes, compuestos desprendidos de impresoras y fotocopiadoras, pinturas y barnices; polvo y fibras del ambiente interior: asbesto, fibra de vidrio, polvo de papel, papel autocalcable, descomposición de materiales de construcción, suciedad; bioaerosoles: bacterias, hongos, virus, ácaros, excrementos y pelos de animales; vapores de escape de vehículos y de la industria; contaminantes generados por la actividad humana: dióxido de carbono, perfume; humo del tabaco; Otros: deterioro por humedades, pesticidas, radón, materiales del edificio, productos de la combustión del carburante etc.

Ventilación y factores del propio edificio

Se precisa una buena ventilación para disminuir la concentración de contaminantes ambientales que potencialmente puedan producir síntomas. A menos ventilación mayor afectación clínica. Una proporción de ventilación mayor de 10 l/seg/persona parece disminuir la prevalencia de síndrome del edificio enfermo. En cuanto a los tipos de ventilación, la natural disminuye mucho la probabilidad de que se presenten síntomas, a pesar de que los rangos de humedad y temperatura no se encuentren entre los límites aconsejados. Cuanto más hermético es el edificio, más posibilidades de que se genere patología.

Los factores físicos son, asimismo, importantes: temperatura mayor de 23º C, humedad inferior al 40% o superior al 60%, ruido, iluminación inadecuada, controles ambientales y de iluminación no ajustables por el usuario, aumentan la prevalecia de los síntomas. Los techos bajos inferiores a 2,4 metros, las áreas de archivo de documentación en papel y unos servicios de mantenimiento del edificio ineficaz y con mala comunicación con los usuarios, se han relacionado también con mayor prevalencia de síntomas.

Factores relacionados con la organización del trabajo

Un estatus bajo a nivel laboral, un aumento del estrés y una escasa satisfacción laboral, favorecen la aparición del síndrome del edificio enfermo. El espacio disponible por el trabajador y la concentración de máquinas de oficina en áreas determinadas favorecen también la aparición de síntomas. Finalmente, el número de horas pasadas delante de los monitores de ordenador también se ha relacionado con aumento en los síntomas.

Los síntomas asociados al síndrome del edificio enfermo

Los síntomas más comunes son: oculares (irritación, sequedad, picor de ojos); nasales y faríngeos (obstrucción nasal es el más frecuente, sequedad en la garganta, irritación y prurito); rinitis (con estornudos y rinorrea); respiratorios (tos, opresión torácica, disnea); neuropsicológicos (el más prevalente es la astenia); y otros menos frecuentes (cefalea, letargia, irritabilidad, dificultad de concentración, bajo rendimiento intelectual); cutáneos (sequedad, picores).

Es característico el inicio de los síntomas a las pocas horas de entrar en el edificio, y la mejoría de todos los síntomas excepto los cutáneos, a la hora de abandonarlo. Las alteraciones dermatológicas pueden tardar días en desaparecer. Estos síntomas no amenazan la vida del paciente pero conllevan bajas laborales y descenso de la productividad. Afectan con distinta intensidad a los distintos trabajadores, dependiendo de los microambientes donde estén ubicados y de la susceptibilidad individual.

Fuente: Boletin de BuscaSalud.com

Aseguran que cerealeras venadenses causan molestias y afecciones alérgicas

Dilema. El traslado de las plantas sería la solución, pero afectaría a una fuente genuina de trabajo.
Según un sondeo, en cuatro barrios el 50 % de sus habitantes padece de problemas vinculados a la actividad.

Venado Tuerto. Un relevamiento efectuado en cuatro barrios de esta ciudad donde funcionan varias cerealeras estableció que más del 50 por ciento de los habitantes padece algún tipo de afección vinculada a la actividad. El trabajo se hizo sobre 700 encuestados de los cuales 17 padecen de distintos tipos de cáncer, aunque ese dato no es mayor a la media en los restantes sectores del municipio.

La tarea estuvo a cargo de alumnos del tercer año del polimodal de la Escuela de Enseñanza Media Nº447, quienes explicaron que el problema de las cerealeras está vinculado básicamente con afecciones respiratorias y alergias. «De los 207 hogares que se entrevistaron, en 17 se denunciaron casos de cáncer, pero está en relación con el promedio de los otros lugares donde no hay ese tipo de plantas en las cercanías», concluyeron los estudiantes.

Los barrios sondeados fueron El Cruce, Rivadavia, Centro III y Norte, donde funcionan varias cerealeras que presentan distintas realidades, aunque con un común denominador. En algún barrio la situación puede ser distinta porque existe mayor control sobre la emanación de polvillos. No obstante, en todas aparecen – en mayor o menor medida – problemas vinculados a su actividad.

Las alergias u otras complicaciones son un problema que en esos cuatro barrios sondeados aparece con mucha frecuencia, a diferencia de otros lugares donde no hay plantas que operen con cereales.

Los resultados no fueron nada alentadores para los vecinos encuestados ya que de los 207 hogares testeados, 163 se quejaron de la mala calidad de vida. Un 51,69% de los encuestados manifestó sufrir algún tipo de afección de estas características.

Enumeraron como las principales molestias a los olores nauseabundos, la presencia de roedores y alimañas, afecciones respiratorias agravadas por el polvillo y los fuertes ruidos, principales limitantes para una convivencia saludable en las inmediaciones de esas empresas.

En el Concejo se impulsaron varias alternativas que están en estudio por parte de las distintas comisiones de trabajo. En una de ellas figura el traslado de las plantas a lugares alejados del ejido urbano, pero para que se pueda poner en práctica se les está ofreciendo un plazo prudencial para reinstalarse.

Los alumnos llegaron a la conclusión de que lo ideal sería lograr el traslado de las plantas, aunque reconocen que esas empresas son fuentes genuinas de trabajo y la medida afectaría el desarrollo empresarial de la ciudad. Sin embargo, admitieron que el cambio de sitio resultará inexorable en el corto o el mediano plazo.

Fácil acceso

En ese sentido, propusieron que de ahora en adelante las cerealeras se establezcan en un predio al cual el acceso ferroviario sea sencillo, habida cuenta de que ese es el medio de transporte de cargas más utilizado para sacar la producción de la zona.

Un dato resultó contundente: el 78,74 por ciento dijo que padece molestias cotidianas por esa actividad, mientras que apenas el 21,26 opinó lo contrario. Entre las principales causas mencionadas figuran: ruidos (24,23%), polución (21,88%), olores nauseabundos (17,73%), tránsito vehicular (13,93%), vibraciones (12,29%) y alimañas y roedores (9,94%).

Otro tema que llamó la atención es la poca cantidad de pruebas realizadas en sangre. En los cuatro barrios apenas 54 personas lo hicieron mientras, que unas 153 no lo han hecho. Esto significa que del total de los hogares relevados (207), un 73,91% no lo hizo y apenas el 26,08% sí lo realizó.

Carlos Walter Barbarich / La Capital

Fuente: Diario La Capital

Terminar con el trabajo infantil

La cuestión del trabajo infantil y las posibles soluciones a su problemática representan un enorme desafío a las autoridades y a la sociedad en su conjunto.

Hay un significativo consenso mundial sobre el daño que ocasiona en el desarrollo de los niños su incorporación temprana al mundo laboral. Está claro que el trabajo infantil es perjudicial para los chicos porque impide que puedan disfrutar de su infancia, obstaculiza su desarrollo causando daños físicos y psicológicos que persisten durante toda su vida e impide el disfrute pleno del derecho a la educación y, por lo tanto, a un futuro mejor como ciudadano.

En suma, el trabajo infantil es un problema que perjudica a las familias, a las comunidades y a la sociedad en su conjunto, y perpetúa el círculo vicioso de la pobreza.

Se calcula que en el mundo existen aproximadamente 250 millones de niños y niñas que trabajan. De ellos, casi tres cuartas partes – 171 millones – lo hacen en situaciones o condiciones de peligro, en minas o manipulando productos químicos y pesticidas en tareas agrícolas o manejando maquinaria peligrosa. Están en todas partes, pero no se los ve: trabajan en el servicio doméstico en casas particulares, como obreros tras los muros de las fábricas u ocultos en las plantaciones.

Millones de niñas son explotadas en el mundo en el servicio doméstico y en la asistencia doméstica no remunerada. Muchas otras son víctimas del tráfico de menores (1.200.000), forzadas a trabajar en condiciones de servidumbre u otras formas de esclavitud (5.700.000), obligadas a ejercer la prostitución o trabajar en pornografía (1.800.000) o son obligadas a participar en conflictos armados (300.000) u otras actividades ilícitas (600.000). No obstante, la inmensa mayoría de los niños y las niñas que trabajan – el 70% o más – se dedican a la agricultura.

Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), basado en una encuesta del último cuatrimestre de 2004, determinó que en la provincia de Buenos Aires cerca de 800.000 chicos de entre 5 y 13 años deambulan por las calles haciendo changas o trabajan la tierra buscando algo para comer.

En este sentido, un trabajo de la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil señaló que las actividades más frecuentes desarrolladas por los niños en el ámbito urbano son la mendicidad, la recolección de residuos en la vía pública, la venta ambulante, los servicios a los automovilistas (limpiavidrios, abrepuertas, malabaristas), el reparto de estampitas en medios de transporte y la venta de productos o flores en los restaurantes.

El ingreso temprano en el mercado laboral guarda estrecha vinculación con la pobreza y con las estrategias de supervivencia a que deben recurrir los grupos familiares de los sectores de la sociedad que no cuentan con los medios para satisfacer sus necesidades básicas. De acuerdo con los últimos datos del Indec, el 58,5 por ciento de los niños de entre 5 y 13 años viven en hogares pobres y en el Gran Buenos Aires ese porcentaje se eleva al 62,7 por ciento.

Por otra parte, la repetición de año de los niños que trabajan y que asisten a las escuelas es un fenómeno en aumento, dado que – según la misma encuesta – «una fracción que oscila entre la cuarta y tercera partes sufrió ese fracaso escolar». Ello sucede porque el tiempo que los niños utilizan para trabajar es robado a las actividades educativas y recreativas.

En el largo plazo, el trabajo infantil conduce al retraso escolar o al abandono del sistema educativo, a menores ingresos en la vida adulta, al acceso a trabajos no calificados y a la reproducción de las condiciones de pobreza que originaron su prematura inserción laboral.

Si bien proteger a los niños de las peores formas del trabajo infantil es un objetivo inmediato, se necesitan otras formas de intervención para asegurar que las familias tengan alternativas de manutención positivas y sostenibles que eviten que los chicos retornen a situaciones de trabajo peligrosas y explotadoras.

Fuente: www.infobae.com