Murió un obrero al caer desde el techo de una escuela en Córdoba

El accidente ocurrió en la Escuela Municipal 73 ubicada en la localidad de La Calera. La víctima fue identificada como Juan Calventi, de 30 años.

Un obrero de la construcción murió al caer desde el techo del segundo piso de una escuela de la localidad cordobesa de La Calera, informó hoy la policía.

El accidente ocurrió ayer en la Escuela Municipal 73 ubicada en San Martín al 1200 de esa población que dista 20 kilómetros al oeste de la capital provincial.

El obrero, identificado como Juan Calventi, de 30 años, se precipitó al suelo y sufrió heridas que le provocaron la muerte.

Fuente: Diario Clarin

Fatal derrumbe de edificio en Milán por una explosión

Al menos dos personas murieron y otras 50 resultaron heridas al colapsar una construcción de cuatro plantas en la ciudad italiana. No confirmaron las causas del estallido, pero insinúan un escape de gas.

Según Europa Press, las autoridades locales indicaron que la explosión desató un incendio que provocó que el edificio se derrumbara, y afectara a otros en un radio de 400 metros.

El Departamento de Bomberos de Milán indicó que el derrumbe tuvo lugar aproximadamente una hora después de que se produjera la deflagración, agregó la agencia informativa.

Los equipos de rescate continuaban buscando a personas que hayan podido quedar atrapadas ente los escombros y, según testigos, pudieron oler a gas poco antes de la explosión.

Fuente: www.infobae.com

"La culpa la tienen los negros de la construcción"

La deuda interna. Denuncian que la siniestralidad en Rosario es «altísima».

«Cuando pasa algo en una obra, la culpa la tienen los negros de la construcción», cuenta un trabajador con el discurso que reproduce la lógica de la mayoría de las empresas.

«Hay obras donde está todo pintadito, pero el índice de siniestralidad es altísimo: los operarios no tienen guantes, pisan clavos o se lastiman con una amoladora. Yo he visto tipos trabajando con una mano enyesada, con los ojos inflamados porque se les llenan de hormigón y no usan antiparras», denuncia un gasista que recorrió la ciudad y el país con la construcción.

«El 80 por ciento de las obras en construcción posee diversas condiciones de inseguridad, que explican por qué desde enero se han difundido en los medios de prensa aproximadamente 16 accidentes de los cuales seis fueron fatales», informó una nota de la página web Enredando, en marzo de este año, en el comienzo del boom de la construcción.

«La mayoría no tiene barandas para evitar caídas, arneses e higiene en los baños. La Secretaría de Trabajo y la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT) continuarán inspeccionando obras en construcción», agrega el informe, cuando en Rosario sólo había unas 200 obras.

Sin embargo, a seis meses, las obras en la ciudad y el Gran Rosario suma unas 1.800 pero las condiciones de seguridad continúan en márgenes cercanos a los de la última década, cuando en 1998 el informe de la SRT a nivel nacional sostuvo que «más del 90 por ciento de los accidentes se produjeron en obras que no cumplían con las normas de seguridad e higiene».

Entre la incompleta lista de accidentes de trabajadores de la construcción ocurridos en el sur de Santa Fe en los últimos nueve años se destaca el caso de un operario que se cayó de un edificio y sobrevivió, y se reponía de las múltiples fracturas en un galpón donde vive más de un centenar de operarios inmigrantes, de donde se mudó la semana pasada «a la casa de un familiar», según confiaron sus compañeros.

Fuente: Diario La Capital

Mate, guiso carrero y ducha de agua fría

«Si no te gusta, te vas», es la frase más escuchada en las obras en construcción, en las que los trabajadores, mayoritariamente inmigrantes, trabajan de sol a sol. Pero literalmente. Duermen en cuchetas o en el piso sobre cartones en pequeñas habitaciones de paredes de fenólico para siete u ocho trabajadores, que no tienen baño, hasta que el capataz los despierta a las 6.30, antes de que salga el sol. Apuran un mate cocido o unos verdes con pan del día anterior, forman fila para firmar la planilla y a las 7 comienzan la jornada de once horas.

«En la construcción no hay horas extra, son todas horas normales. Ni sábado inglés, trabajan hasta las seis de la tarde como todos los días. Los que son de acá no trabajan los domingos, pero los de afuera trabajan hasta los domingos a la mañana», denuncia un operario rosarino por adopción, que recuerda las épocas en las que trabajaban «jornadas de entre 14 y 16 horas en el Jumbo (en la zona norte)».

Al mediodía paran un rato para almorzar un mate cocido (como en el cuento de Jaimito, quien le mentía a la maestra diciendo que había comido tres tazadas de ravioles) y un sandwich de mortadela o salchichón, y a seguir yugando hasta las 18, cuando vuelven a formar fila para firmar la planilla y para darse una ducha con agua fría, aunque sea pleno agosto, en el baño común del fondo del obrador.

Fuente: Diario La Capital

Como las muñecas rusas

La explotación laboral de albañiles, carpinteros y yeseros inmigrantes de países vecinos y de provincias del norte argentino en Rosario y su zona conforma una compleja trama donde participan empresas constructoras que contratan y subcontratan cada trabajo como un juego de muñecas rusas, por un lado, y la llamativa miopía de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (Uocra) y de los organismos oficiales de control, como la Secretaría de Trabajo de la provincia, las aseguradoras de riesgos del trabajo (ART), la Superintendencia de Riesgos del Trabajo y el Ministerio de Trabajo de la Nación, por el otro.

Cuando una constructora emprende la obra, los trabajos se delegan en una extensa cadena de firmas contratistas y subcontratistas. «Buscan celeridad, entonces le dan (el trabajo de) las aberturas a una empresa, el gas a otra, la plomería a otra, las terminaciones a otra, y así se van armando cadenas de contratistas y subcontratistas que pueden llegar a 10 o 12 compañías», dijo un viejo conocedor del paño.

Tejen así una telaraña de empresas contratistas y subcontratistas, en la que se entrecruzan y diluyen las responsabilidades empresarias por las condiciones de trabajo, de seguridad y de vida de los obreros inmigrantes, que son explotados con la connivencia de casi todas las partes, en una virtual asociación ilícita.

«Cuando hacen un edificio, lo primero que terminan son las estructuras del subsuelo y del primer piso, donde ponen a vivir a los trabajadores de afuera», sorprende una fuente con años en las obras en construcción.

El paisaje de las numerosas obras en construcción de la ciudad está poblado de trabajadores paraguayos, bolivianos, misioneros, correntinos, chaqueños, santiagueños y formoseños. «Hay gente sin oficio que viene a trabajar en las obras porque la construcción es la salida», resume un trabajador que pide reserva de identidad por temor a las represalias.

Justamente, la construcción es el sector de la economía que más puestos de empleo ha generado en los últimos años, según los datos del Ministerio de Trabajo.

La construcción generó 11.184 nuevos puestos de trabajo en junio, lo que representó un aumento del empleo de 3,4 por ciento con respecto a mayo y de 25,6 por ciento en relación con junio de 2005, según un informe oficial, en base al reporte elaborado por el Instituto de Estadística y Registro de la Industria de la Construcción.

El boom de la construcción en Rosario genera un déficit de mano de obra calificada, al extremo que la semana pasada apareció un clasificado en La Capital que ofrece 70 pesos diarios a oficiales albañiles. «Hay yeseros bolivianos que negocian el precio de un trabajo con un contratista y le meten pata para terminarlo cuanto antes», informa un obrero de la construcción.

«Un trabajador de la construcción cobra unos 3,50 pesos por hora si es de afuera porque el de acá no trabaja por menos de cinco o seis pesos la hora», advierte un operario que acaba de ser despedido de una obra de la ciudad.

Y los números parecen redondos para las empresas constructoras, según cuenta un referente de la ONG que pinta los cascos amarillos en cada obra donde murió un trabajador: «En un departamento de 60 o 70 mil dólares el costo de la mano de obra y de seguridad no llega al dos por ciento».

Fuente: Diario La Capital

Desde el andamio

Cascos amarillos. Jorge Madera era un trabajador chaqueño que hacía tres meses que había llegado desde su pago cuando murió el 6 de junio de 2005 en la obra del edificio de Tucumán y avenida Belgrano, en cuyo frente hay un casco amarillo que fue pintado por una organización no gubernamental (ONG) de defensa de los derechos de los obreros de la construcción muertos en accidentes. â??Ya tenemos pintados 15 cascos, pero hay una lista de casi 70 muertos en la construcción en Rosario, el Gran Rosario y el sur de Santa Fe, que vamos a pintar en cada obra donde haya caído un compañeroâ??, confió un referente de la ONG Asociación de Víctimas de Accidentes en la Construcción.

Perros verdes. En un paisaje de condiciones laborales medievales, propio de señores feudales y sus siervos de la gleba, sobresale un puñado de empresas constructoras que sorprenden por su apego al cumplimiento de las normas de seguridad de sus trabajadores. â??Hay empresas con las que hay que sacarse el sombrero, como Ingeniero Pellegriné y un par más, que tienen las normas de calidad ISO 9001, que causan envidia y en las que a uno le gustaría llegar a trabajarâ??, advierte un trabajador que se desempeñó en distintas obras de la ciudad y del país.

Domingo inglés. A contrapelo de la histórica conquista del sábado inglés que lograron los obreros británicos en el siglo pasado, los trabajadores inmigrantes de la construcción de las obras de Rosario y del resto del sur de la provincia no sólo no gozan de ese derecho sino que, además, trabajan el domingo a la mañana. En la práctica han reemplazado la conquista del sábado inglés por la sobreexplotación de trabajar durante toda la jornada sabatina y de no gozar siquiera del descanso dominical.

Edificio porá. A la tardecita, los tres inmigrantes trabajadores de la construcción estiraban una cerveza en el balcón de un departamento del primer piso del edificio de los concejales â?? como lo conocen los vecinos â??, en Pichincha (ex Riccheri) 75 bis. El inmueble construido por la Asociación del Personal Legislativo de Santa Fe (Apel) está deshabitado, motivo por el cual sorprende que un grupo de operarios que trabajan en obras de la zona habiten un edificio tan â??poráâ?? (lindo en guaraní), como le dicen ellos.

Sin red. El proyecto de la concejala radical rosarina Adriana Taller de instalar redes de contención obligatorias en las obras en construcción sólo quedó en un gesto de buena intención. Desde entonces murieron 29 obreros de la construcción en el sur provincial, pero la lista sería mucho mayor porque no existen estadísticas oficiales. La mayoría de los accidentes son provocados por la caída de trabajadores desde la altura, sin arneses ni condiciones mínimas de seguridad. Trabajan, literalmente, sin red.

Fuente: Diario La Capital