Un sistema que paga treinta y ocho dólares al mes a cada obrero por jornadas de hasta sesenta horas, sin agua, sin contratos fijos, sin seguridad social, sin derecho a tener sindicatos; es el mismo sistema que les paga a las modelos famélicas de sus fastuosas pasarelas cerca de un millón de dólares al mes.
Una lágrima de sangre recorre el rostro del hombre. Abraza a una mujer. Una amiga, o una novia, o una hermana. No sabemos. El intento de salvación y la derrota en medio de los escombros. La arena cubriéndoles las ropas manchadas, los muros del edificio apretándoles la cintura. Sus contexturas se notan fuertes. Eran jóvenes. A lo mejor unos de los muchos que vinieron del campo a buscar oportunidades a Daca, dejando sus hijos allí. Unos de los tantos que viven en míseros ranchos para poder enviar algo de dinero a sus familias. A lo mejor tuvieron una larga agonía. Quizá supieron que estaban en el momento final. La lágrima delata el duelo por su propia muerte.