La tranquila tarde del otoño santafesino de 1938 fue sacudida por una fuerte explosión. Ante el pánico de los vecinos, la información apuntaba al sector suroeste de la capital, donde funcionaba una fábrica de productos pirotécnicos.
“Le volaron los techos a tres cuartos de la fábrica y un negocio vecino. Un herido leve”, resumía El Litoral en el titular de la noticia publicada la tarde del 31 de marzo de ese año.
Qué pasó
Ese artículo vespertino, a modo de primicia, destacaba: “Esta tarde alrededor de las 17:10 horas, la zona suroeste de la ciudad fue sacudida por una fuerte explosión, cuya violencia provocó el pánico entre los habitantes de la ciudad que, habiendo recuperado de
Sorpresa, inmediatamente intentaron averiguar qué había sucedido. No pasó mucho tiempo para establecer el origen de lo sucedido. En la esquina de Corrientes Sáenz Peña hay una fábrica de productos pirotécnicos donde había ocurrido un gran accidente.
En ese momento, agrega la crónica, los vecinos vieron que una parte del inmueble se estaba incendiando y de inmediato denunciaron el hecho a las autoridades policiales, y los comisarios de la sección 4a no tardaron en hacerse presentes. y 6a. y varias dotaciones del cuerpo de bomberos.
La ferocidad del incidente fue destacada por el informe vespertino. “Para tener una idea de la fuerza de la explosión, cabe señalar que el techo de tejas de un negocio de panadería, ubicado en Corrientes 4018, estalló en su totalidad, milagrosamente ileso por el dueño que en ese momento se encontraba en su interior. ”.
Y agregó El Litoral: “La casa de la misma calle, número 4041, sufrió grietas en las paredes y daños considerables en los techos. Otras casas del barrio han sufrido daños, aunque no muchos. Las láminas de metal del techo de la fábrica volaron una gran distancia, sin causar víctimas”.
Pánico
Otro medio santafesino también cubrió los hechos y se encargó de comentar el temor que quedó causado por el accidente en la gente del barrio. “Incluso bajo una fuerte impresión, que era imposible ocultar u ocultar, comentaron sobre la violencia de la explosión. Dos horas después de ocurrida la explosión, estaban en la calle, porque el terror no se había disipado de su espíritu y temían que pudiera ocurrir una segunda explosión”, informó el diario El Orden.
El citado artículo describía: “Un vecino, cuya casa se encuentra a menos de cincuenta metros de la fábrica, nos hizo un recuento de las escenas que ocurrieron cuando ocurrió la explosión. Mujeres, hombres y niños abandonaron sus casas y corrieron aterrorizados a la calle. Algunas madres, como enloquecidas, salieron corriendo
busca a tus hijos. Como resultado, se produjo una escena conmovedora: una humilde mujer comenzó a proferir agudos gritos al notar que su hijo de 7 años no se encontraba por ningún lado”.
El polvorín, un peligro
La fábrica de fuegos artificiales también contaba con un cobertizo donde se guardaban grandes cantidades de pólvora, bombas y otros elementos extremadamente peligrosos. Afortunadamente para los vecinos el lugar no fue afectado por el fuego.
Fate se inclinó hacia el lado del único trabajador que había en el lugar. Era el gerente de la fábrica, un hombre de 27 años que resultó con heridas leves, según El Litoral.