Un muerto por la explosión en un depósito ilegal de garrafas

Es un hombre que se dedicaba a venderlas en el barrio. Le habían advertido del peligro.

Los vecinos ya le habían advertido sobre la peligrosidad de almacenar y vender garrafas en su casa, sin habilitación ni controles. Pero la venta de gas envasado era el medio de vida de Héctor Sixto Elizondo, de 67 años, conocido por todos sus vecinos de Lanús Oeste como «Don Tito». Ayer, el barrio estaba conmocionado por su muerte que llegó cuando explotó una garrafa que aparentemente manipulaba en el patio de 10 por 15 metros de su casa, en la esquina de Pilcomayo y Viamonte de esa localidad del sur bonaerense.

El incendio comenzó al mediodía, tras una explosión que alarmó a los vecinos, que salieron a ver qué pasaba. María, dueña de un negocio al que Elizondo proveía con garrafas y bebidas, contó a Clarín: «Todo el mundo sabía que vendía gas envasado y todos los vecinos le compraban. A mí también me llevaba garrafas en un carrito», contó la mujer.

Los vecinos comentaron ayer que había varias denuncias contra Elizondo por el peligro de al macenar y trasvasar gas de forma clandestina y en un barrio densamente poblado. Pero también contaron que, pese a que todos sabían de esa actividad, jamás tuvo una inspección. Desde la Municipalidad, en cambio, admitieron que el domicilio no tenía habilitación comercial pero negaron que existieran denuncias registradas.

Tras un trabajo de más de dos horas, cuatro dotaciones de Bomberos Voluntarios de Lanús Oeste lograron controlar el fuego. Sólo dos familias de viviendas vecinas se autoevacuaron por prevención, informaron desde Defensa Civil de la Comuna.

La postal que quedó tras el fuego seguía siendo negra: unas 50 garrafas ocupaban la vereda de la casa incendiada y la de una vivienda contigua. Habían sido sacadas por los bomberos y esperaban ser removidas, una vez que la Policía completara las pericias. Desde la calle y a través de un portón abierto, se podía ver el patio de Elizondo, atestado de garrafas, basura, cajones con botellas vacías y chatarras, que también habían ardido durante el incendio. Incluso varias horas después de la explosión aún persistía en el ambiente un fuerte olor a gas, por pérdidas de algunas garrafas. También quedaba la conmoción de los vecinos que, advertidos por las imágenes de la televisión, había llegado a ver lo que había pasado.

«El hombre era buenísimo, pero lo que hacía era muy peligroso. Podríamos haber volado todos por el aire», dijo Ana María Del Río, una vecina que conocía a Elizondo «hace más de 40 años». «Don Tito» era viudo y vivía con sus dos hijos. Fue su hija la que escuchó desde la casa la explosión en el patio y llamó a los bomberos.

Fuente: www.clarin.com

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