“No quiero volver a pasar por una experiencia así. Los miedos de la familia y los que pasé yo, el miedo de que no iba a ser el mismo y qué iba a hacer para darle el sustento a mi familia, eso fue lo que pensaba en la camilla”. Con estas palabras, Augusto Eduardo González Chiguay, de 33 años, relató la lucha que ha dado por recuperar la vista, luego de sufrir graves quemaduras químicas (con agua caliente y soda cáustica) en un accidente laboral ocurrido en noviembre pasado en Cervecería Austral.
Pasado varios meses, el trabajador agradece la atención médica que tuvo que le ha permitido recuperarse y, aunque sigue en tratamiento, ahora ha logrado reponerse al punto que sabe que volverá a trabajar.
“La Cervecería Austral me despidió y estoy cesante, pero al final no podía volver a la empresa porque para mí era perturbador regresar a un lugar donde me estuve derritiendo vivo. Tengo la garantía de que volví a ver, voy a poder encontrar un trabajo y mantener a la familia”, dijo el trabajador, quien se ha mantenido en tratamientos médicos de especialidad para recuperar su salud.
Explicó que se llegó a un acuerdo y hubo una indemnización, aunque aclara que eso es “pan para hoy y hambre para mañana”.
Augusto señaló que se ha mantenido el tratamiento médico desde el día del grave accidente y, a pesar de la pandemia, ha continuado viajando a Santiago por esta causa. No ha sido un proceso fácil. A sus serias heridas, se le suma el estrés del coronavirus.
Sigue en controles médicos con oftalmólogos y psicólogos, aunque sus ojos llegaron a un punto en que ya no va a ver más. Le colocaron lentes de contacto que se apoyan sobre la parte escleral de los ojos dañados, con eso puede ver y ha recuperado su independencia. “No es como antes, porque mis ojos no ven bien, pero me he curado bastante”, valoró.
Sobre su tratamiento en pandemia, reconoce que ha estado más complicado, pero gracias a esos viajes a Santiago pudo acceder a los cuidados que necesitaba. En un principio le iban a hacer un trasplante de córnea, que se demora mucho más tiempo y que requiere un donante, y una operación. Pero eso se iba a tardar mucho y más aún por esta crisis sanitaria. Además, tampoco esta intervención daba garantías porque el ojo tiene que pasar por un proceso de acostumbramiento, por lo que está feliz con la solución pactada.
“Por el accidente, igual tuve otros problemas gastrointestinales y psicológicos. El primer día me quería morir. Me dijeron que había una opción, pero sólo tenía una oportunidad del 50%. Entonces, seguí para adelante hasta que me pudiera recuperar la vista lo más posible. Al día siguiente, me ofrecieron los lentes esclerales que creo fue lo mejor porque me ayudó mucho”, dijo.
Cabe recordar que el accidente se produjo alrededor de las cuatro de la madrugada del día 9 de noviembre del año pasado cuando cumplía labores de limpieza de envases. En dichas faenas es que se le habría derramado encima de él un contenedor con agua hirviendo y soda cáustica, líquidos que alcanzaron su rostro y también la zona torácica, poniéndolo en una situación de riesgo vital.
Una de las mayores complicaciones que enfrentó, además del complejo daño de tejidos, son las lesiones provocadas en sus ojos. “Me pude recuperar de las quemaduras y mis ojos, donde tenía el daño más grave, los pude recuperar para hacer mis cosas solo. Tengo competencias en turismo, que ahora está paralizado, pero, al menos voy a poder volver a trabajar”, auguró.