Después de acumular miles de horas atendiendo de pie a los clientes, una cajera empezó a sufrir las consecuencias en su salud. Como no quisieron reconocer su patología como accidente de trabajo, los demandó y ganó el juicio.
Sandra trabajó 14 años como cajera y muchas de esas horas las pasó parada, sin una silla donde descansar. Sus dolores en las piernas se convirtieron en várices, más adelante vinieron calambres y después un médico le diagnosticó artritis en una rodilla. Cuando planteó el problema en su trabajo, el supermercado y la ART le dijeron que no era una enfermedad laboral sino un problema suyo. Sandra los denunció y esta semana consiguió un fallo a su favor: tendrán que pagarle por los daños en sus piernas.
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