Una máquina rompió un caño maestro y causó una grave fuga que a Litoral Gas le insumió más de una hora y media en obturar. La ausencia de planos del subsuelo pudo haber influido en el incidente.
Sólo un susto. La máquina que realizaba perforaciones para los futuros pilotes de un edificio dañó el caño de gas.
Un fuerte escape de gas por la rotura de un caño maestro en una obra en construcción de Pueyrredón y Zeballos obligó a evacuar ayer unos 70 metros a la redonda de esa esquina y causó mucha alarma entre los vecinos. El ruido de la fuga se oía a una cuadra, por lo que a once meses de la tragedia de calle Salta 2141 el susto fue mayúsculo. Sin embargo, más de una hora y media después de la perforación del caño una cuadrilla de Litoral Gas logró obturar la salida del fluido abriendo otro pozo en la vereda. El responsable de la constructora, Raúl Casco, admitió que no contaban con planos del subsuelo (ver aparte), mientras que el inspector de Obras Particulares del municipio, Carlos Hyón, recordó que «de hecho, para otorgar un permiso de edificación, hoy por hoy sólo se exigen planos de arquitectura y los de ingeniería son apenas algo adicional».
Por suerte fue sólo un susto, pero la explosión de calle Salta marcó un antes y un después que merecería expresarse no sólo en el umbral de alarma de los vecinos sino también en los niveles de exigencia estatal para intervenir en cualquier lugar donde pueda haber redes de servicios (gas, electricidad o agua).
La obra donde se produjo el escape, que recién empieza y tiene todo en regla, según confirmó Hyón, ocupa la esquina noroeste de Zeballos y Pueyrredón.
El cartel que ilustra el edificio de cinco pisos y oficinas que se levantará en el lugar, con el nombre de Rayuela Parque, consigna que Eduardo Rodes y Javier Grandinetti están al frente del proyecto y la dirección, mientras Casco Constructora SA se encarga de la obra.
Tras las vallas verdes y blancas que rodean la esquina, una retroexcavadora que realizaba perforaciones para los futuros pilotes rompió un caño maestro de gas dentro del terreno, a menos de un metro de la línea de edificación.
De inmediato, la fuga generó un fuerte ruido, acompañado por el olor característico del odorizador que se le agrega al fluido para que sea detectable.
A partir de entonces, algunos vecinos decidieron «autoevacuarse», como en el caso de Patricia, dueña de la lavandería que se encuentra exactamente enfrente de la obra. Otros, en cambio, recibieron la orden de desalojar sus viviendas por el portero eléctrico, como ocurrió en los edificios de Zeballos 2471 y 2487.
Ignacio y Soledad, un matrimonio que habita la última de esas torres, salieron tranquilamente a la calle, convencidos de que se trataba de una «medida de prevención», apenas agravada por la «alarma y los antecedentes que trae el recuerdo de calle Salta». Aunque ayer no existió «riesgo de explosión porque, al estar el escape al aire libre, no se condensa el gas».
Otros vecinos se fueron más consternados y asustados, básicamente «por el ruido del venteo del gas» y el olor penetrante que —afirmaron— «en los pisos superiores se sentía todavía más».
De hecho, el escape se produjo poco después de las 10 y, de inmediato, se montó el operativo «que marca el protocolo», aseguró el director de Defensa Civil, Raúl Rainone, lo que implicó disponer un vallado de seguridad y convocar a la prestadora del servicio y a todas las áreas operativas del municipio.
Varias camionetas de Litoral Gas llegaron al lugar y, enfundados en sus característicos monos azules, un grupo de operarios comenzó a romper la vereda para intentar llegar al caño perforado y obturarlo, de modo de cortar la pérdida.
Con el estruendo que seguía haciendo el escape, la zona completamente vallada, el tránsito interrumpido y a la vez congestionado, camionetas de la GUM y la Central de Emergencias, móviles policiales, ambulancias y dotaciones de bomberos apostados en las inmediaciones, el escenario azuzó los peores recuerdos. Recién más de una hora y media después, a las 11.37, los obreros pudieron frenar la fuga y de inmediato, como si nada hubiera ocurrido, el barrio recuperó la normalidad.
El jefe de turno de la GUM, Oscar Garneri, calificó a la pérdida de gas como «fuertísima» e «impresionante», con el agravante de que al no existir una «llave maestra» para cortarla hubo que «hacer otra perforación por afuera». Aunque le restó dramatismo porque, «afortunadamente, la fuga se produjo al aire libre».
Poco después, llegó la inspección de Obras Particulares, que suspendió preventivamente los trabajos. Los papeles, confirmó Hyón, «estaban en regla».
El inspector dijo que «el capataz tenía una planta de pilotaje» (el gráfico de dónde debían instalarse las fundaciones de la obra), pero aparentemente «no un plano del subsuelo». ¿Debía tenerlo? «Esa es la gran pregunta», reconoció.
«Hay gente que toma más precauciones y otra menos», dijo, aunque admitió que la normativa vigente no exige esos planos para otorgar un pedido de edificación, sino sólo «de arquitectura». Los «estructurales o de ingeniería son adicionales», explicó, por lo que apuntó que «quizás sea necesario revisar la normativa».
«A veces no hay información»
El titular de Casco Constructora SA, Raúl Casco, confirmó ayer que si bien al momento del accidente no contaban con un plano del subsuelo (en rigor, de la casa previamente demolida), “generalmente existe una señalización de alguna malla o una cámara de ladrillos que permite identificar un caño, pero ahí (por el sitio de la rotura) no se vio nada y se procedió con la excavación”. Y, al respecto, agregó: “No vimos ninguna señalización, probablemente debimos tener mayor información, pero a veces no la hay”. Sea como sea, ahora, con la obra suspendida en forma preventiva por el municipio, sus responsables deberán solicitar a la firma concesionaria un “corrimiento” de las estructuras enterradas en el solar antes de continuarla.