Las esperanzas de encontrar con vida a los 29 mineros atrapados hace seis días en el interior de una mina en Nueva Zelanda se desvanecen, después de que se haya registrado una segunda explosión que ha provocado la muerte de todos los obreros, según han confirmado las autoridades locales.
«No hubo supervivientes tras un nuevo masivo estallido bajo tierra», anunció el responsable policial de los equipos de rescate, Gary Knowles.
Tras conocer la noticia, decenas de familias han abandonado llorando la sala de prensa, y algunos se tiraron al suelo y arremetieron contra la Policía por haberse negado a bajar al pozo para salvar a sus seres queridos, según testigos presenciales.
Knowles ha indicado que la explosión ocurrió a las 14.37 hora local (3.37 GMT): «En ese momento yo mismo estaba cerca de la entrada de la mina, y el ruido fue impresionante, igual de potente que la primera.»
A partir de ahora, la operación de salvamento ha pasado a la fase de recuperación de los 29 cadáveres.
El último intento por salvarlos
Poco antes de que se produjera la explosión, los equipos de rescate han taladrado un pequeño conducto hasta el pozo donde se encuentran atrapados los 29 mineros desde el pasado viernes, cuando una explosión de gas causó un derrumbe en la mina de carbón de Atarau, situada en la costa occidental de la Isla Sur.
«El aire que salió del agujero era extremadamente alto en monóxido de carbono, muy alto en metano y bastante bajo en oxígeno», indicó a los medios locales Peter Whittall, consejero delegado de Pike River, empresa propietaria de la mina, poco antes del suceso.
Precisamente la alta concentración de gas tóxico ha hecho imposible las tareas de rescate, al impedir que los equipos de salvamento pudieran bajar al pozo.
Los peligros del rescate
La empresa propietaria de la mina difundió el vídeo de la explosión para intentar apaciguar a las exasperadas familias de las víctimas. En la grabación de las cámaras de seguridad, se ve una especie de polvillo blanco saliendo de la entrada de la galería antes de la sacudida, y -según la empresa- demuestra el «grave peligro» que supone entrar para rescatar a los mineros.
La explosión fue tan potente que hizo temblar parte de un valle cercano y reventó en la superficie las rejillas del sistema de ventilación, según Pike River.
Se cree que los mineros se encontraban a 150 metros de profundidad pero a 2,5 kilómetros de la entrada de la mina, bajo un conducto subterráneo que pasa por debajo de la cordillera de Paparoa que se hundió de manera horizontal.
Los 29 atrapados tenían entre 17 y 62 años y eran todos neozelandeses, excepto tres británicos, dos australianos y un sudafricano. Se trata de la mayor tragedia en una mina de Nueva Zelanda desde 1896, cuando 65 trabajadores fueron sepultados por una deflagración de gas metano cerca de Atarau en el mayor accidente de la historia del sector minero del país.