Los seis bomberos que entraron en el infierno y se despidieron de sus compañeros por emisora

Algunos rescatadores llegaron a temer por sus vidas sin poder sacar a personas atrapadas: «Sabía que estaban ahí, pero no pudo salvarlos»

Fueron a una intervención rutinaria, como tantas otras a lo largo de su vida profesional, y lo que se encontraron fue un infierno. La primera dotación que acudió al edificio siniestrado del barrio de Campanal, en Valencia, llegó cuando el fuego había roto por fachada, pero aún estaba muy localizado en un piso de la séptima planta. Sin embargo, en muy pocos minutos pidieron refuerzos porque veían cómo las llamas se propagaban a una velocidad de vértigo.

En esa primera fase de la intervención, los especialistas del servicio de extinción de incendios tenían dos prioridades: el ataque al fuego desde el interior, mucho más eficaz que el que se hace desde fuera, y evacuar el inmueble lo más rápidamente posible, algo en lo que encontraron un colaborador excepcional: Julián, el conserje del inmueble. Fueron los momentos clave de la intervención y también los más peligrosos, porque se dieron cuenta muy rápido de que el incendio estaba ya fuera de control y que era imposible atajarlo.

Las dotaciones de bomberos llegaron hasta la octava planta y lo consiguieron sólo por su empeño en seguir rescatando a personas más allá de lo aconsejable para su seguridad. Prueba de ello es el episodio vivido por varios de estos profesionales que quedaron atrapados por el fuego en una planta, mientras las inmediatamente superior e inferior estaban completamente en llamas. Fue tal la angustia que vivieron que llegaron a despedirse de sus compañeros por la emisora, según explicó un familiar de uno de ellos. Sólo vieron una opción: romper la puerta de uno de los pisos y descolgarse desde él. Uno de ellos se lanzó sobre la colchoneta desplegada en la acera por sus compañeros.

La actuación de estos y el resto de bomberos fue heroica, solo explicable porque sabían que en el momento en que salieran del edificio los atrapados, salvo milagro como el de la pareja que aguantó más de dos horas a ser rescatada en la terraza de su apartamento, estaban condenados a morir.

Uno de los bomberos, según testimonios a los que ha tenido acceso ABC, se empeñó en acceder hasta tres veces a la octava planta cuando sabía que ya estaba todo perdido. Era muy consciente de que había una familia, formada por los padres, un crío de dos años y un recién nacido, metida en un baño esperando a ser salvados. Así se lo habían transmitido sus compañeros por la emisora, que lo sabían porque los atrapados habían llamado al 112 para explicar su agónica situación.

El bombero apenas podía ver por la densidad del humo y se quemaba a pesar de llevar un traje especial capaz de soportar altas temperaturas. De cada puerta salían llamaradas y el pasillo de la planta, estrecho, tampoco ayudaba.

A la desesperada

A pesar de todo, continuó intentándolo a la desesperada, plenamente consciente de que también él podía quedarse atrapado allí para siempre. Pero quería intentarlo otra vez. Sabía cual era el número del apartamento en el que estaban, pero no consiguió localizarlo porque las altas temperaturas habían derretido los números de las puertas. Lo intentó hasta el final, hasta que literalmente sus jefes obligaron a salir de allí de inmediato. Nada puede reprocharse, fue mucho más allá de lo exigible, pero según los citados testimonios no se le quita de la cabeza que el jueves fue el peor día de su vida.

En el interior del edificio los bomberos trabajaron a entre 800 y 1.000 grados de temperatura y las llamas les impedían acceder a muchas zonas donde no sabían si había más gente atrapada. Después de su intervención, muchos tendrán que recibir asistencia psicológica. Están preparados para afrontar situaciones límite, pero jamás habían vivido algo así.

La intervención fue de una enorme complejidad técnica. En solo media hora, por el material con el que estaba recubierta la fachada y el fuerte viento de 60 kilómetros por hora, que además al chocar con el edificio provocaba turbulencias, el fuego estaba fuera de control y el inmueble era irrecuperable.

En esas condiciones, lo único que se puede hacer es atacar al fuego desde el exterior, en este caso además en condiciones muy complicadas por la altura del inmueble. La prioridad era rescatar a la pareja de la planta 13, que con una serenidad que impresionaba aguantó más de dos horas a que los bomberos llegaran hasta ella.

Bolas de fuego

La dificultad estribaba en que la escala de los bomberos con la jaula no se podía acercar lo suficiente al inmueble. Hay que tener en cuenta que para entonces caían al vacío elementos de la fachada envueltos en fuego, lo que aumentaba mucho el riesgo para todo aquel que intentara acercarse.

Se decidió entonces seguir una estrategia más conservadora. Lanzar agua continuamente sobre la terraza y las zonas adyacentes para garantizar la supervivencia de los atrapados hasta que el rescate fuera técnicamente posible, para lo cual era necesaria la llegada de otra escala.

El hecho de que el rescate fuera seguido minuto a minuto por todas las televisiones y páginas web de medios de comunicación no hacían sino aumentar la angustia. Las imágenes, además, resultaban engañosas porque la distancia desde la que el bombero lanzaba agua hasta la terraza era bastante mayor de lo que parecía.

Sobre las ocho de la tarde se entró en la fase final. Esta vez sí, esa segunda escala se pudo acercar más al edificio y no sin dificultades llegó hasta donde estaban las víctimas. Hubo que romper el cristal que protegía el balcón, pero a esas alturas ese era un problema muy menor. Cuando los dos accedieron a la jaula de los bomberos los aplausos de los congregados supusieron un alivio dentro de la tragedia.

El siguiente problema era saber si el edificio aguantaría en pie o por el contrario colapsaría, como sucedió por ejemplo con el incendio de la Torre Windsor de Madrid. Había un relativo optimismo porque la estructura de hormigón aguanta mucha carga de fuego, pero no dejaba de ser una incógnita. Por fortuna no se vino abajo, lo que hubiera sido catastrófico a la hora de recuperar los cadáveres de las víctimas.

Hubo otro detalle, no menor, del grado de compromiso del Cuerpo de Bomberos de Valencia . Un centenar de ellos, que no estaba de servicio, se ofreció voluntario para echar una mano a sus compañeros. Algunos se presentaron en la zona con sus coches particulares. Otros se dirigieron a sus parques respectivos para dar el relevo a sus compañeros agotados. Una vez más, como sucedió en el accidente de Metro de 2006, nadie escatimó esfuerzos para ayudar a las víctimas de este incendio atroz, sin precedentes en Valencia.

https://www.abc.es/espana/sabia-familia-atrapada-pudo-salvarla-20240224200207-nt.html

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