El lado oscuro del Boom Inmobiliario

La construcción este año proyecta una oferta de 70 mil viviendas a nivel nacional con una inversión que bordearía los 9 mil millones de dólares. Cifras auspiciosas para un boom que esconde una realidad muy distinta: personas sin experiencia, desesperadas por trabajar, que ingresan a faenas peligrosas con oportunidades mínimas de capacitación. Sólo este año, debido a estas mismas precariedades, han muerto 25 trabajadores. Los dos obreros fallecidos en una obra en Quinta Normal son los últimos que engrosan esta lista. Su historia resume el contraste de un rubro que otorga trabajo a más de 650 mil obreros.

Vadihño Rifo pensó que moriría sepultado vivo. Su visión, como en un fugaz fundido a negro, pasó de la luz a la oscuridad en milésimas de segundo. Ahí recién se dio cuenta que estaba enterrado, inmóvil, luego que la muralla de un inmueble aledaño a los estacionamientos que construía junto a otros dos obreros, cediera sepultándolo a más de dos metros de profundidad.

-De repente todo se vino a negro; no hubo ni un sonido ni nada. No podía respirar, sólo había tierra. La presión era tan grande que pensé que me iba a reventar- recuerda el joven de 22 años.

El 3 de julio, alrededor de las 10 de la mañana, fue el primer derrumbe. Vadihño, junto a sus compañeros Manuel Bluas (19), ayudante de trazador, y Andrés Machuca (33), técnico en construcción, habían sido asignados para perfilar una excavación vecina a una antigua vivienda que formaba parte del mismo proyecto inmobiliario, perteneciente a la Constructora Terra, ubicado en la esquina de San Pablo y Walker Martínez, en la comuna de Quinta Normal. Nunca antes, en sus cuatro años de experiencia como obrero, Vadihño había sufrido un accidente. Después del primer desprendimiento de tierra, antes que la estructura se desmoronara por completo, Miguel Osores, trazador de la empresa y cuñado de Manuel Bluas, logró excavar un hoyo y llegar a la cabeza de Vadihño, permitiéndole tomar una bocanada de aire antes que todo volviera a oscurecerse nuevamente.

Los jornales fueron los primeros en tomar la iniciativa organizando maniobras para levantar la pesada estructura. No pudieron. El peso sobre sus compañeros equivalía a tener encima tres elefantes asiáticos.

-Con la adrenalina uno puede levantar fácil de 50 a 100 kilos. Pero ni siquiera fuimos capaces de mover la estructura. Y eso que hay viejos que tienen fuerza ahí– relata Osores.

Los jefes, según el relato de testigos, miraban impávidos a más de 50 metros sin siquiera proponer un plan de contingencia. Sólo el arribo de bomberos facilitó las labores de rescate.

-Cuando me sacaron pensaban que estaba quebrado entero. Yo creo que porque entreno artes marciales pude aguantar la presión y el peso, pero si se demoran unos minutos más me muero- cuenta Vadihño.

Alrededor de las 12:30 lograron sacarlo con vida y enviarlo a la Mutual de Seguridad. Sus compañeros no corrieron la misma suerte. Manuel y Andrés murieron sepultados bajo más de 15 toneladas de escombros. Las faenas de edificación se paralizaron por dos días y todo volvió a la normalidad.

25 muertos

Miguel Osores, cuñado de Manuel Bluas y testigo del accidente, lleva tres meses con licencia por estrés posttraumático. Toma calmantes en el día y pastillas para dormir en la noche. Ningún remedio le ha quitado el miedo de volver a trabajar. Piensa que el accidente pudo evitarse si el jefe de terreno, Álex Uribe, hubiera escuchado las advertencias sobre el baño de la construcción vecina. Una semana antes del accidente, cuenta Miguel, una parte de esa estructura cayó dentro de la obra sin dejar heridos, algo que a todas luces indicaba que su desprendimiento era inminente.

-Todos los compañeros le dijimos al jefe que el operador de la retroexcavadora se ofrecía para botarlo con la máquina. Pero Álex Uribe respondió que no la botaran porque el que mandaba era él- cuenta Miguel.

Un día antes del accidente los jefes de la faena le pidieron a Vadihño que sacara la malla de seguridad del terreno. “Yo mismo saqué la malla. Debieron poner una placa contra terreno con una gata para sujetar el peso del muro. Más encima la obra está al lado del metro San Pablo, en constante vibración. No se dieron el tiempo por una cuestión de apuro”, detalla Vadihño.

La Constructora Terra y la Inmobiliaria Habite, ambas del ingeniero civil Jaime Debarbieri, tienen siete proyectos terminados y tres en proceso, entre los que está la faena que cobró la vida de Manuel y Andrés. Omisiones como las que señala el obrero sobreviviente resultan inexplicables pues Inmobiliaria Habite S.A es socio de la Cámara Chilena de la Construcción y debía cumplir con las obligaciones en materia de seguridad. Medidas que buscan bajar la alta tasa de accidentabilidad en la construcción que, según cifras de 2013 otorgadas por la Superintendencia de Seguridad Social (SUSESO), es la quinta con más accidentes y la cuarta con mayor tasa de mortalidad del país. Desde el año pasado a la fecha, según datos entregadas por el Sindicato de Trabajadores de la Construcción, SINTEC, los accidentes en el rubro alcanzan los 1340 casos y sólo en lo que va del año han muerto 25 obreros.

Jaime Gatica, abogado de la Confederación Minera de Chile y querellante en la causa de Manuel por cuasi delito de homicidio, indica que había múltiples opciones para evitar el accidente. “Podrían haber dejado un soporte o bien una viga metálica sosteniendo con tablones o algunas planchas provisoriamente. Mandaron esos trabajadores ahí sin ningún tipo de medidas de seguridad”, comenta el abogado.

– Quieren que salga todo rápido, no les importa nada, ni la falta de seguridad, porque les dan un bono si terminan antes. Tampoco consideraron que nosotros estábamos trabajando, que estaba el peso de la retroexcavadora arriba de nosotros. No se dieron el tiempo para hacerlo correctamente, no hicieron nada, nos mandaron a morir– relata Vadihño.

El tema de los bonos es preocupante. Para Jorge Hernández, Presidente del Sindicato de Trabajadores de la Construcción (SINTEC), los bonos a los jefes de obra o ingenieros a cargo, son un problema clave en las tasas de accidentabilidad pues permiten pasar por alto la prevención de riesgos. “A los ingenieros o jefes de obras les dan bonos por terminar antes o dentro de los plazos estipulados. Y esas remuneraciones son aparte de sus sueldos y pueden llegar a cifras millonarias. Es una práctica perversa, porque incluso pueden darles parte de las utilidades de la obra si terminan antes de los 18 meses. Y nada de ese dinero va a los obreros”, cuenta Hernández.

La investigación recién comienza en la Fiscalía. El abogado querellante, Jaime Gatica, asegura que las responsabilidades están claras y es necesario apuntar a la empresa. “El problema acá es que se apunta a una persona que está “bajo la línea de explotación del barco”. La idea es apuntar hacia arriba”, asegura el abogado, sindicando como responsables a los dueños de las empresas.

Según fuentes ligadas a la investigación, el pronóstico de los casos de accidentes por falta de seguridad, tienen un final prácticamente calcado. La mayoría de las querellas que se presentan no obtienen sanción penal y, en su reemplazo, se llegan a acuerdos reparatorios donde se pagan montos variables de acuerdo a cada caso.

La razón porque las familias se inclinan por esta medida es clara e indignante. Las penas para los responsables, generalmente jefes de obra o terreno, van de 60 a 541 días. Pero, como generalmente son personas sin antecedentes, las condenas pueden llegar a un máximo de 541 días de pena remitida. La empresa puede perfectamente lavarse las manos, dar de baja al trabajador acusado y contratar a otro en su lugar. Y lo peor, continuar con los mismos estándares de seguridad.

Inseguridad y falta de capacitación

Vadihño Rifo, al igual que Manuel y otros miles de jornaleros que ingresan al rubro cada año, entró a trabajar en la construcción directamente después del salir del liceo. Según cifras de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC), el 31% de los obreros entran a trabajar con la educación secundaria completa, formando parte del 93% de los trabajadores del rubro que no tienen ningún tipo de formación superior. De ahí que resulta preponderante las medidas de seguridad y capacitación.

-Encontrar pega en la constru es muy fácil, hay harta pega, yo había renunciado a mi trabajo anterior, pasé por delante de la obra y pregunté si estaban recibiendo gente. Me dejaron altiro- cuenta Vadihño Rifo.

Su percepción no dista mucho lo que hoy se conoce como boom inmobiliario. Según cifras de la Cámara Chilena de la Construcción el stock de departamentos disponibles para la venta a nivel nacional, se ha sostenido desde el año 2009 sobre las 50.000 unidades, alcanzando en junio de este año una oferta de 57 mil, levemente inferior a la proyección de venta total de viviendas en el país que bordearía las 70 mil unidades. Cifras de un rubro que, según estimaciones de sus mismos socios, movería unos 9 mil millones de dólares sólo este año.

Buenas noticias para los empresarios inmobiliarios y también para los trabajadores que, según cifras de la encuesta de ocupación laboral del INE de este año, constituyen la cuarta actividad con más trabajadores del país (675.520 personas), después del comercio, las industrias manufactureras y la agricultura. Pese al auspicioso contexto, la construcción esconde una realidad ineficiente ante la fiebre del mercado: personas sin experiencia, desesperadas por trabajar, que ingresan a faenas peligrosas con oportunidades mínimas para capacitarse.

Vadihño Rifo recuerda que en su primer día en la Constructora Terra le hicieron una “charla de seguridad” que no fue otra cosa que una sumatoria de datos básicos sobre el uso de elementos de prevención. Cero información sobre casos de emergencia o medidas en caso de accidente.

-En todas las obras de construcción es la misma charla. Te la hacen corta en la mañana para que entres a trabajar altiro. Te hacen charlas de seguridad pero terminan siendo charlas de la pega que tení que hacer no más- cuenta Vadihño.

La situación se pone más compleja cuando los contratados son tan jóvenes como Manuel Bluas, uno de los muertos. Vadihño asegura que en la construcción se aceptan muchos obreros de 18 años pues son más arriesgados. Para Miguel Osores, en cambio, el problema de la capacitación sobrepasa la edad. “De repente contratan gente tan jovencita o tan adulta que nunca ha trabajado en construcción. No les cuesta nada tener 5 días para una capacitación, enseñarles el rubro, y decirles cuáles son los peligros”, precisa.

La ley Nº 16.744 es la que establece las normas sobre accidentes del trabajo y prevención de los riesgos laborales en nuestro país. En ella están definidos los Instrumentos de Prevención de Riesgos (IPR) como el deber de informar, los reglamentos de Higiene y Seguridad, Comité Paritario y la existencia de un Departamento de Prevención de Riesgos. Nada hace alusión, sin embargo, a las obligaciones ni extensiones mínimas para capacitar a trabajadores inexpertos.

Para el SINTEC este es un problema gravísimo. Jorge Hernández, presidente del gremio, afirma que la mayor responsabilidad apunta a las empresas, ya que no tienen voluntad para capacitar porque implica un costo monetario.

-Las empresas no están dispuestas a perder esos gastos en horas que no se van a producir. Realmente son muy pocas las que invierten en seguridad, generalmente en minería, pero en edificación es muy poco- concluye Hernández.

Cifras y deficiencias

“Una noche, no recuerdo cuándo, habían unos jornales llenando loza como a las 11. No había luz, estaban llenando a ciegas desde un piso 10. Imagínate se hubiera caído un viejo, pero no les importó: ese día tenían que llenar las lozas. Yo hice el comentario de por qué estaban trabajando y me respondieron que había que hacer la pega o los cortaban”, asegura Vadihño Rifo.

La existencia de los Instrumentos de Prevención de Riesgos (IPR), estipulados por la ley, son el primer paso que las empresas deben dar para proteger a sus trabajadores. Sin embargo, según la última Encuesta Laboral de la Dirección del Trabajo (ENCLA), no todos cumplen con esta obligación legal. El Comité Paritario en la Construcción, por ejemplo, busca detectar a tiempo riesgos de accidentes. Según cifras de la ENCLA, sólo el 58,7% de las empresas del rubro tiene uno y no existe un estándar para medir su efectividad, pues sólo en el 2011 se incorporaron las variables de seguridad y salud en el trabajo. De inspectores ni hablar. Las fiscalizaciones en Chile están a cargo de la Dirección del Trabajo, que sólo cuenta con 516 inspectores para todo el país, y la Dirección de Obras Municipales (DOM).

Fuentes del Municipio de Quinta Normal, comuna donde se produjo el accidente, cuentan que la obra de Avenida San Pablo Nº 4135, nunca fue fiscalizada por la Municipalidad por falta de personal, contrario a lo que estipula la ley. Sólo después del derrumbe dos arquitectos del Departamento de Edificación asumieron el rol de fiscalizadores.

Otra área deficiente es la sindical. En la Constructora Terra, por ejemplo, no existen trabajadores sindicalizados. El golpe a la cátedra en el rubro lo aporta el SINTEC, con 12 mil afiliados pertenecientes a 46 empresas. De todas formas es una cantidad ínfima considerando que los trabajadores del rubro suman más de 650 mil personas.

-Nosotros estamos en constante propaganda de afiliación para que los trabajadores se sindicalicen. Muchas veces no lo hacen por miedo o desinformación- asegura Jorge Hernández.

Las cifras del SINTEC son bastante claras al respecto y marcan una diferencia crucial. En ninguna de las faenas donde tienen presencia han registrado víctimas fatales.

La investigación

El día del accidente en que murieron Manuel Bluas y Andrés Machuca estaban presentes Alex Uribe, jefe de terreno; Guillermo Ibaceta, jefe de obra, y Natalia Abarca, técnico en prevención de riesgos. Un testigo del accidente que prefiere resguardar su identidad, cuenta que la prevencionista supo de los peligros que habían en la faena de Quinta Normal y que en distintas ocasiones advirtió que la empresa debía tomar cartas en el asunto. Sus requerimientos, sin embargo, no habrían sido bien recibidos a pesar que en un comienzo los jefes apoyaron ciertas medidas. Luego, agrega la misma fuente, dejaron de comprarle los materiales y facilitarle trabajadores para implementar las medidas necesarias de seguridad.

-Le decían que estaban pagando gente para otra cosa y no podían pasárselos. Ella decía que los necesitaba como parte de la seguridad y le respondían que estaba parando la pelota. Muchas veces escuché esos comentarios- relata otro de los testigos.

The Clinic intentó contrastar estos antecedentes con la empresa y los funcionarios aludidos pero no quisieron conversar con nosotros. Actualmente la investigación está en fase de recopilación de antecedentes y las querellas por cuasi delito de homicidio -por la muerte Manuel Bluas y Andrés Machuca- y cuasi delito de lesiones consumado por Vadihño Rifo, se encuentran interpuestas. También existe una investigación de la Brigada de Investigaciones Especiales de la PDI en la que el representante legal de la Constructora Terra deberá presentar informes técnicos para aclarar las medidas de seguridad al momento del derrumbe y sobre quienes recaen las responsabilidades.

Hoy las familias de los fallecidos y Vadihño Rifo buscan justicia. Dejaron de tener contacto con la empresa y esperan que ojalá paguen con penas de cárcel. Miguel Osores y Vadihño Rifo aún se encuentran con licencia médica y con tratamiento psiquiátrico. Ignoran qué tipo de secuelas puede dejarles en su personalidad.

-Me da rabia, acá no murieron perros, fueron personas. Quedé sepultado sin tener oxígeno, sin poder moverme y con mis compañeros muertos al lado. No sé qué esperar de mi futuro- resume Vadihño.

Fuente: www.theclinic.cl

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.