“Si se le cae todo esto a Martín, me lo mata”. Alejandra Lovrincevich estaba aún en estado de shock mientras narraba la estampida que escuchó al desprenderse parte del cielorraso de la habitación donde duerme su hijo de 13 años. La mujer denunció que el derrumbe fue producto de los cimbronazos que produce la obra en construcción lindera, ubicada en Pedro Tuella al 1000 bis, a metros de bulevar Avellaneda y frente al Gigante de Arroyito.
El jueves, hacia las 21.30, la mujer se encontraba cocinando en la planta baja de un departamento de pasillo. Su hijo, de 13 años, había salido minutos antes junto a su hermana mayor y por fortuna no se encontraba en su habitación.
En un segundo, el dormitorio ubicado en la planta alta se llenó de una densa humareda blanca y un montículo de pedazos de cielorraso quedó esparcido sobre la cama del adolescente. Luego, Lovrincevich radicó una denuncia en la seccional 9ª. La escena fue retratada por perito fotográfico de la policía.
El edificio de 22 pisos que se construye sobre el lote de Pedro Tuella y Avellaneda está a cargo Edmundo Ernesto Poggio, de la constructora Puerto Piray, y el calculista es el multifuncionario municipal Sebastián Bonet (ver aparte). En tanto, el coordinador de Higiene y Seguridad es Diego Torres.
“Cuando escuché la explosión pensé que me estaban robando, pero al subir y ver el revoque sobre la cama de mi hijo quedé en estado de conmoción. Me imaginé la cabeza de Martín entre los escombros y si estaba mi nieta de dos meses, me la mataba”, se lamentó ayer Lovrincevich.
La afectada relacionó el episodio con las vibraciones, cimbronazos y movimientos que produce la obra en construcción, aunque entre la habitación que padeció el derrumbe y el futuro edificio hay un pasillo de por medio.
“Veíamos que las rajaduras se iban pronunciando”, destacó la mujer al recordar que antes de que comenzara el edificio contrató a un escribano para constatar que el pasillo y el resto de las instalaciones estaban en condiciones. “Ahora están todas las baldosas flojas y la puerta de entrada al pasillo cierra mal”, apuntó.
Su pareja Oscar Despósito tampoco salía de su asombro: “La obra nos alteró toda la vida. Yo trabajo de noche y cuando necesito descansar no puedo; para colmo ahora se agrega esto. Es increíble”.
Ambos no están en contra de la construcción, según manifestaron a La Capital. “No nos oponemos al progreso. Nos preguntamos si los funcionarios están pensando en el impacto sanitario, energético, cloacas y saturación de vehículos que se produce”, reflexionó la mujer.
La pareja también comparó la situación que atraviesa con otros conflictos entre vecinos y empresas de construcción en la zona. Al parecer en la zona ya hubo situaciones similares causadas por edificios en obras.
La pareja recordó que todos los inmuebles ribereños se asentaron sobre terrenos ganados al Paraná.
“Este no es suelo firme para que se permita un edificio tan alto”, señalaron. Según pudieron averiguar, los cimientos de la construcción lindera a su casa tienen ya unos 17 metros de profundidad.
Una vez que estén reunidos todos los elementos, Lovrincevich iniciará acciones judiciales contra la constructora Poggio. Ayer, mantuvo una serie de contactos con la Defensoría del Pueblo para asesorarse en la materia.
Como en otros casos donde se plantean conflictos entre privados, el Estado puede brindar información (como por ejemplo la Dirección de Obras Particulares), pero la acción se circunscribe a una demanda civil por daños.