La víctima está internada con respirador y los agresores quedaron detenidos. Los investigadores aún no pudieron descubrir el motivo del ataque.
Era viernes, y la ciudad de Rosario, en su versión metalúrgica, se permitía un respiro para despedir el año. La planta ubicada sobre la calle Silvestre Begnis al 1200 había sido escenario de una fiesta cargada de risas y brindis, el eco de la música todavía colgando en el aire como un recuerdo festivo. Pero en las sombras de esa misma noche, la alegría cedió lugar a la brutalidad.
Ezequiel I., un empleado de la empresa, había compartido la jornada con sus compañeros. Nadie imaginó que, al finalizar el evento, una reunión posterior en una casa sobre la intersección de Eva Perón y Santa Fe se transformaría en el escenario de un drama. Lo que comenzó como una discusión se desmoronó rápidamente en un espiral de violencia. Tres hombres, quienes hasta ese momento compartían el rótulo de compañeros, lo golpearon con tal ferocidad que lo dejaron inconsciente.
Ezequiel fue trasladado de urgencia al Hospital de Granadero Baigorria. Ahí ingresó con politraumatismos severos, los cuales obligaron a los médicos a conectarlo a un respirador artificial. Su estado, tras 72 horas, sigue siendo reservado.
El fiscal José Luis Caterina, a cargo de la investigación, se enfrenta ahora al difícil rompecabezas de reconstruir no solo los hechos, sino también las motivaciones que llevaron a Milton P., René G. y Benjamín A. a perpetrar semejante acto. Los tres fueron detenidos, dos de ellos en la misma empresa y el tercero en su domicilio de la calle Nervo al 1300. Las versiones de los testigos resultan claras en lo factual, pero opacas en lo emocional: no hay consenso sobre qué encendió la mecha de la disputa.
«Era una fiesta tranquila. Nada raro había pasado antes de que algunos se fueran juntos a esa casa», aseguró uno de los presentes, quien prefirió no dar su nombre.
¿Fue un conflicto arrastrado desde el pasado? ¿Una palabra mal dicha en el calor de los festejos? Lo cierto es que la tragedia se coló en la noche sin invitación, transformando un brindis en un lamento colectivo.
Los agresores enfrentarán su primera audiencia y la evolución de Ezequiel determinará el rumbo judicial del caso. Mientras tanto, en el barrio de Granadero Baigorria, el eco de los hechos resuena como un recordatorio doloroso de cuán rápido puede desintegrarse la camaradería en un estallido de violencia.