En el lugar, debidamente habilitado, había alojadas 94 personas mayores. Las causas del siniestro aún no se establecieron, aunque se sospecha que alguna de las víctimas podría haberlo iniciado accidentalmente.
Tres ancianos murieron la madrugada de ayer víctimas de un voraz incendio registrado en la habitación que ocupaban, junto con otro hombre, en un enorme geriátrico situado en el barrio Tablada, en la zona sur de la ciudad. Si bien algunas salas aledañas a la siniestrada fueron evacuadas al detectarse las llamas, el fuego no se propagó a ninguna otra dependencia del edificio donde dormían otros 90 abuelos. Aunque hasta anoche las causas del incendio no estaban esclarecidas, ayer se mencionaba entre las hipótesis la supuesta intención de inmolarse que había manifestado en varias ocasiones una de las víctimas del hecho. Asimismo, diversas fuentes coincidieron en que el alojamiento contaba con todas las habilitaciones pertinentes en regla para funcionar y que los matafuegos funcionaron perfectamente aunque fueron insuficientes para apagar el siniestro.
En la manzana delimitada por Gálvez, Laprida, Virasoro y Buenos Aires hay un antiguo y enorme edificio perteneciente a la Congregación del Buen Pastor. Además de un templo, supo allí funcionar durante años un refugio para mujeres adolescentes con problemas sociales. En la actualidad, con ingreso por calle Virasoro, hay una escuela especial. En tanto, un poco más de un cuarto de la manzana, con entrada por Laprida 2765, es alquilada por la congregación a Juan Carlos Gensiano y su esposa Mabel Vega, titulares del geriátrico Jardines del Sur.
El alojamiento para ancianos, inaugurado en 1998, tiene 28 habitaciones para dos, tres o cuatro abuelos o abuelas -el geriátrico es mixto, pero los cuartos no- que están distribuidos en tres sectores. La centenaria construcción se ve bien mantenida y se destacan dos jardines muy amplios, con un patio también de grandes dimensiones. El lugar cuenta con una capacidad para más de 90 ancianos, que conviven con alrededor de treinta empleados, entre médicos, enfermeros, cocineros y demás trabajadores.
Fuego y dudas
El incendio de ayer se circunscribió exclusivamente a la habitación 22, donde dormían cuatro ancianos de los cuales tres murieron calcinados por las llamas: Rodolfo Rodríguez, de 90 años; Roberto Oscar Gre, de 70, y Mario Caputto, de 76. Los tres hombres habían llegado al hogar hace aproximadamente «un mes y medio», según indicaron a La Capital fuentes de la institución.
El cuarto ocupante de la pieza era Oscar Ramírez, de 54 años. Al parecer, este hombre se despertó alrededor de la 1.30 de la mañana del domingo cuando notó que había humo y las llamas ya ganaban los muebles. Ramírez, un hombre con trastornos neurológicos producto de una serie de accidentes cerebrovasculares que le impiden hablar normalmente, se envolvió en una frazada y corrió los 10 metros que lo separaban de la enfermería del geriátrico para dar la voz de alerta sobre lo que ocurría en la habitación.
«El hombre no pudo aportar ningún dato relevante sobre el posible origen del incendio, ya que cuando eso ocurrió se encontraba durmiendo», comentó el jefe de la seccional 16ª, Jorge Bustamante, quien confirmó que Ramírez debió ser derivado al Pami I para ser asistido por un principio de asfixia que había sufrido.
Conocido el trágico desenlace del siniestro, los investigadores trataban ayer de desentramar varios aspectos que permanecían desconocidos. Por ejemplo, cuánto tiempo pasó desde el inicio del incendio hasta que Ramírez dio la voz de alerta a los enfermeros. Lo cierto es que el personal de guardia nocturna del geriátrico fue hasta la habitación y trató de controlar el fuego, pero no lo pudo hacer a pesar de vaciar el contenido de «siete matafuegos», según aseguró la dueña del alojamiento y constataron los primeros peritos en llegar.
Al parecer, con esa acción los enfermeros lograron impedir que el incendio se extendiera a otras piezas, pero les resultó imposible rescatar a los ancianos que, como la inmensa mayoría de los pacientes del lugar, tenían problemas para movilizarse por sus propios medios. «Mi marido quiso meterse por una ventana para tratar de salvar a alguno y uno de los enfermeros se lo impidió porque era evidente que no iba a poder hacer otra cosa que arriesgarse en vano», sostuvo Vega, que junto con su esposo se hicieron presentes en el residencial ni bien se enteraron del incendio.
Mientras el personal luchaba contra el fuego y dos dotaciones de bomberos llegaban al lugar, pudieron evacuarse las cuatro habitaciones linderas al foco del incendio que parecían estar en peligro. «Hubo que sacar entre diez y doce personas, la mayoría en sillas de ruedas, aunque finalmente esos cuartos no fueron alcanzados por el fuego. El humo salió hacia uno de los patios y no se propagó hacia ningún otro lado», contaba ayer al mediodía Vega, cuando ya habían retornado ocho personas a sus habitaciones.
Si bien los bomberos arribaron rápidamente, según Vega, el fuego ya había destrozado toda la habitación. «Cuando llegaron vieron que había caído toda la mampostería del techo sobre los cuerpos, que estaban calcinados», comentó el comisario Bustamante, a la espera de que la autopsia revelara la causa exacta de la muerte de cada víctima.
Vega indicó que los tres abuelos fallecidos tenían familiares que iban a visitarlos regularmente. Y que al igual que todos los pacientes que residen en la entidad, sus gastos de alojamiento son solventado por el Pami. Esto implica que no pueden ser completamente autoválidos y así era el caso de las víctimas. «Rodríguez no podía caminar solo y a Caputto había que ayudarlo», recordó la dueña del residencial.
En cuanto a Gre, un par de presunciones lo apuntaban como quien podría haber iniciado el fuego, aunque de ninguna manera esto pasará de ser una hipótesis hasta que las pericias que los bomberos realizarán a partir de hoy arrojen pistas más claras.
Ayer se comentaba que el origen del fuego podía deberse a que uno de los abuelos «había prendido un cigarrillo», rumor que fue resignificado por Vega al expresar: «Hay algunos elementos para creer que este hombre (en alusión a Gre) pretendió inmolarse», indicó, sin abundar en detalles, más allá de aclarar que «era fumador» y mencionar el paso de esta víctima por instituciones psiquiátricas.
Ayer al mediodía, la mitad de los ancianos residentes en Jardines del Sur todavía se estaba anoticiando de la tragedia que había ocurrido varias horas antes en el mismo edificio donde ellos dormían. Era rara la conmoción que empezaba a aflorar cuando ya hacía mucho que se habían retirado las autobombas, las ambulancias y demás vehículos de socorristas que habían poblado la cuadra dos horas después de la media noche. «El incendio no llegó a otros pabellones porque el humo se fue por el patio. Hubo abuelos que no se enteraron de nada, ni siquiera mientras se los estaba evacuando», concluyó Vega.
Andrés Abramowski / La Capital