Los expertos coinciden en la urgencia de instaurar la protección contra incendios en las catedrales españolas
El pasado 15 de abril a todos nos sobrecogió la noticia del fatídico incendio en la catedral de Notre Dame, símbolo histórico de la capital francesa y del mundo entero. Con la investigación todavía en curso, aún se desconocen la causa o causas que desencadenaron el incendio, aunque los primeros indicios sugieren que se produjo de forma accidental debido a un trabajo en el techo, que estaba forrado con plomo, realizado durante el proceso de restauración que se estaba llevando a cabo en este monumento histórico.
¿Qué pudo haber fallado? ¿Cómo se podrían evitar desastres similares? ¿Se debería de revisar el Plan Nacional de Patrimonio Histórico? Son muchas las preguntas que se nos vienen a la cabeza y desde Interempresas Media, y con motivo del número especial de Protección Contra Incendios, no hemos querido dejar pasar por alto este tema y hemos contactado con bomberos, asociaciones y expertos del sector de la construcción y edificación para que nos arrojen algo de luz sobre este asunto. Todos ellos coinciden en la urgencia de instaurar la protección contra incendios en las catedrales.
Eran aproximadamente las 18.50 horas cuando las alarmas de la catedral de Notre Dame comenzaron a sonar y el monumento cerró sus puertas a los visitantes. La cubierta de este símbolo parisino ardía con furia. A los pocos minutos, 400 bomberos se emplearon a fondo durante 9 horas para intentar detener un fuego que amenazaba con destruir la totalidad de la catedral del Sena.
Finalmente, las llamas generaron el derrumbe de la aguja central y el tejado de la nave central y, tanto el espacio interior como muchos bienes muebles se dañaron gravemente, pero el heroico trabajo del Cuerpo de Bomberos detuvo un fuego voraz y salvó casi la totalidad del patrimonio artístico: el balance indica que la estructura, la fachada y las torres pudieron ser salvadas gracias a sus labores de extinción. La investigación todavía está en curso y poco ha trascendido sobre el asunto, pero sí podemos analizar el escenario y sus resultados.
Contexto
El monumento parisino llevaba en obras de renovación desde 2018, cuando se produjo una apelación de emergencia al considerarse que necesitaba mantenimiento y restauración. Se habían levantado varios andamios alrededor de los tejados y, precisamente días antes del incendio, tanto las estatuas de piedra como las de bronce se habían retirado del lugar para emprender las labores de restauración. El rescate casi absoluto de todas las obras de arte es un hecho que ha pasado desapercibido y es de gran relevancia.
Tal y como ha aclarado a Interempresas el presidente de la Fundación Fuego y jefe de Bomberos y Protección Civil Ayuntamiento de Cuenca, Pablo Muñoz, «todos los edificios patrimoniales que alberguen tesoros y patrimonio mueble cultural deben tener un plan para ponerlos a salvo, que debe ser conocido por los bomberos y primeros intervinientes. Un plan de salvaguarda de obras de arte se confecciona para situaciones de emergencia, para poder evacuar y proteger el patrimonio cultural. Debe existir una estrategia planificada, ensayada y con una catalogación de cada obra en función de su importancia, tamaño y peso para su evacuación. Las fotografías que hemos visto, aparecen unas obras de arte debidamente embaladas en un albergue seguro. Todo lo contrario a lo que ocurrió en el incendio del castillo de Windsor, donde las imágenes nos enseñaron cómo los trabajadores del castillo evacuaban las obras de arte y el patrimonio mueble a un jardín mojado, un día de lluvia sin ninguna protección y control»
Materiales y técnicas constructivas empleadas
Tras conocer el contexto, resulta imprescindible analizar los materiales y técnicas de constructivas que se emplearon en la construcción de Notre Dame para poder entender la complejidad del memorable trabajo del Cuerpo de Bomberos en la extinción del incendio.
Según apunta Pablo Muñoz, se trata de una construcción de planta de cruz latina, de gran volumen con 5.500 metros cuadrados de superficie, con una longitud de 127 metros y anchura de 48 metros. Se destaca, de entre las cinco naves, la nave principal con una longitud de 60 metros, contando con un transepto muy ancho de 14 metros. La altura máxima de la nave principal son 43 metros de altura, situándose el cerramiento de la bóveda gótica de la nave a 32,5 metros de altura. Esta bóveda de crucería hace que las cargas se sustenten en puntos muy concretos como son los pilares. La altura de la nave principal y la delgadez de sus muros exigieron contrafuertes exteriores, ya que el sistema inicial de contrarresto por naves laterales no fue suficiente. Estos contrafuertes son los visibles y característicos arcos arquitectónicos que lucen en su exterior la catedral, los arbotantes. Los materiales de construcción, principalmente son piedra y madera de roble.
Para Muñoz, con esta descripción arquitectónica se puede deducir el complicado ‘teatro de operaciones’ donde se produjo y, con una propagación horizontal, se desarrolló rápidamente el fuego con una progresión imparable. “Al parecer, el incendio se inició debajo de la torre de aguja de Viollet, construida a mitad del siglo XIX sobre el transepto. Allí y bajo la cubierta de pizarra, sobre la bóveda de crucería, podemos deducir que existía un gran ‘bosque’ conformado por las vigas y pilares de gran sección y longitud, que componían la estructura de madera de roble de cientos de años, totalmente seca, con 9 metros de altura, con una superficie aproximadamente de 2.500 metros cuadrados. Su disposición fue ideal para que el fuego progresase sin barreras, en las cuatro direcciones que existían desde la base de la torre sobre la nave central y transepto, siendo un espacio totalmente diáfano, lo que propició la rápida propagación en los cuatro lados, incomunicados por la propia base de la torre”.
Del uso de la madera en la construcción, desde el punto de vista del comportamiento de los materiales, el presidente de la Fundación Fuego nos recuerda que hay que señalar que es un material combustible; y desde de punto de vista estructural, con el uso de piezas de gran escuadría y espesor, como es este caso, su comportamiento ante el fuego, es aceptable debido a sus bajos coeficientes de trasmisión y dilatación, así como la capa de una formación de carbón superficial que frena su avance. El roble es una madera dura, con una densidad entorno a los 710 kg/m. Su punto de ignición es más elevado (330ª C aprox.) que el de una madera blanda (280°C), pero su aporte calorífico es muy superior, elevado, con una combustión lenta, lo que le convierte en un gran factor a tener en cuenta en la extinción.
Por su parte, el vicepresidente de la Asociación Española de Sociedades de Protección contra Incendios (Tecnifuego), Antonio Tortosa, ha afirmado a Interempresas que los incendios en el techo y tejados “a menudo son causados por el trabajo en caliente (soldaduras) en las restauraciones”. Y pese a que muchas personas piensen que los templos son seguros porque sus muros y la bóveda son de piedra, Tortosa recuerda que “para proteger la bóveda de la intemperie se suelen emplear otros materiales, como son el plomo o el cobre, soportado por una estructura de madera”.
De hecho, según han informado las aseguradoras, el 30% de los incendios en los edificios son causados por este tipo de trabajos en caliente. En los últimos años, ha habido incendios en catedrales, como el de la York Minster en 1984 o el de la Catedral de León (1966), ambos causados por un rayo, o el de la Catedral de Chartres que fue dañada por el fuego cinco veces y perdió su techo en 1836 cuando tenía una estructura similar a la de Notre Dame.
Este tipo de incendio, recuerda el jefe de Bomberos y Protección Civil Ayuntamiento de Cuenca, para ser eficaz en los trabajos de extinción, debe ser sofocado penetrando el interior, utilizando técnicas de extinción con agua a alta presión, de manera directa, con el fin de aplicar el agente extintor lo más localizado posible. La visualización directa de lo que se quema es la única manera de tener un control adecuado de la situación y poder actuar con un mínimo de daños. El agua a alta presión permite aumentar la superficie de vaporización de sus gotas, consiguiendo una mayor eficacia con una menor cantidad de agente extintor. Por regla general, las cubiertas no suelen ser accesibles y sólo se pueden controlar con equipos de altura desde el exterior o rompiendo por cubierta, realizando una especie de ‘cortafuegos’ para controlarlo.
Si en vez de emplear técnicas de extinción con agua a alta presión como nos acaba de indicar Pablo Muñoz, los bomberos hubieran lanzado agua desde un helicóptero o un avión cisterna -método “tradicional” que se emplea en otro tipo de incendios-, hubiera existido un alto riesgo de debilitar la estructura de la catedral con el peso del agua y su intensidad al caer desde baja altitud y hubiera podido, incluso, ocasionar daños a los edificios circundantes.
En declaraciones del director general de Murprotec en España y Portugal, Miguel Ángel López, a Interempresas, “la realidad es que un muro puede llegar a perder la mayor parte de su capacidad de carga debido a que se debilita la fuerza de cohesión de los elementos y materiales que constituyen dicho muro. Además, el contacto de esta superficie mojada con el aire hace que se produzca la oxidación del muro pudiendo llegar a ser un problema muy serio. Estos casos extremos, en los que la estructura dañada por las humedades no soporta la totalidad del peso de la carga, pueden desembocar en un colapso estructural”.
La urgencia de instaurar la protección contra incendios en las catedrales españolas
En España se contabilizan 93 templos -entre catedrales, basílicas, monasterios e iglesias singulares-, acogidos al Plan Nacional de Catedrales (1997), entidad encargada de proteger y conservar este patrimonio histórico español, integrado por Estado, Comunidades Autónomas y Conferencia Episcopal.
Pese a que sí existe un ‘Libro manual básico de seguridad y protección contra incendios en Ciudades Patrimonio’, incluido en el Plan Nacional de Patrimonio Histórico -que depende del Ministerio de Cultura-, tal y como nos recuerda el vicepresidente de Tecnifuego, resulta cuanto menos asombroso que en la carta de riesgos para las catedrales no se contemple el riesgo de incendio. “Como cada templo está gestionado por un consejo diferente, existe variedad de criterios y diversidad en la adopción de los Planes de Autoprotección, aunque, en general, se puede decir que no existe una adecuada protección contra incendios en las catedrales”, reivindica Tortosa.
“Parece evidente que en España -prosigue el experto-, urge la inclusión del riesgo de incendio en el Plan Nacional de Catedrales, y que dicho riesgo tenga en cuenta el asesoramiento de los especialistas en la materia”. Esta carencia ha alertado a las autoridades españolas, porque, según declaró hace unos días el ministro de Cultura, José Guirao, tras el incendio se convocó un Consejo de Patrimonio Histórico extraordinario para el viernes 26 de abril con el fin de analizar los planes de emergencia en catedrales y templos singulares.
“En este sentido, para que el Plan Nacional de Catedrales incluya y acometa el riesgo de incendios, se deben adjudicar cantidades económicas suficientes en el presupuesto anual. Y este es uno de los puntos clave del problema. La protección de las catedrales y templos de interés histórico patrimonial debe ser acometida del mismo modo que un museo. Requiere sistemas (rociadores) y elementos desarrollados específicamente para su salvaguarda, agentes para la extinción que no son dañinos, pero sí eficaces en la extinción, con total garantía del cuidado de las obras. Otro de los sistemas más eficaces es la detección de incendios precoz, con conexión a una central y que active las funciones de control programadas”, indica Antonio Tortosa a Interempresas.
En esta línea y en un comunicado reciente, la Asociación europea de rociadores (EFSN) insiste en la instalación de rociadores automáticos en estos edificios: “La EFSN cree que un sistema de extinción de incendios (rociadores) en el falso techo de la estructura evitaría la propagación y retrasaría el incendio, aportando un tiempo clave a los bomberos para su total extinción”.
Estas declaraciones son compartidas también por Pablo Muñoz, quien subraya que “hace falta un buen sistema de detección, en función del edificio patrimonial a proteger y el material combustible que pueda albergar, y una pronta actuación con un agente extintor adecuado”.
Notre Dame contaba con escasos sistemas de PCI
En el caso concreto del incendio de Notre Dame, los medios contra incendios con los que contaba la catedral eran escasos, según aclara Muñoz. “Principalmente la cubierta poseía un sistema de detección, que al parecer se activó, avisando, pero la información en la central de alarmas sobre la ubicación del lazo activado, fue errónea. Contaba con equipos de primera intervención, que acudieron al lugar señalado, pero no visualizaron el incendio por ese error. También contaban con extintores portátiles en todo el edificio incluidas las cubiertas, así como con una columna seca, de pequeñas dimensiones, que no fue apta para transportar las grandes cantidades de agua necesitada y a la presión que tenían que trabajar esas líneas. Y poco más, para la gran carga combustible que existía en todo el ático de la catedral”.
Para este tipo de estructuras de madera bajo cubierta, Pablo Muñoz señala que el sistema de detección más adecuado es el de aspiración por el comportamiento de la madera en un incendio, aunque “el inconveniente de este tipo de detección, en estas zonas con mucho polvo por falta de limpieza, es que puede dar lugar a falsas alarmas”. Este sistema, por ejemplo, está instalado en las cubiertas del Alcázar de Segovia, de similares características. También fue el recomendado por los investigadores del incendio que destruyó la cubierta de la biblioteca de la duquesa Ana Amalia, en el estado de Weimar (Alemania), donde los detectores analógicos de humo no funcionaron adecuadamente.
“Respecto de la respuesta inicial hacia ese fuego incipiente – continúa explicando a Interempresas el presidente de la Fundación Fuego-, hubiese sido necesario tener instalado unos sistemas de extinción automática, preferiblemente de agua nebulizada, para no sobrecargar la cubierta con peso extra del agua de extinción. Para ello debería contar con un sistema independiente de red de agua, conectado a unas bombas hidráulicas de propulsión y un depósito auxiliar exclusivo para la extinción de incendios, con la capacidad necesaria en función de la carga de fuego. Como complemento para la intervención de bomberos, deberían haber instalado columnas secas en cada una de las partes del ático para conectar las líneas de trabajo extintoras”.
En esta línea, Antonio Tortosa nos recuerda que, una vez se consigue proteger un edificio histórico de estas características y valor patrimonial, es necesario realizar el adecuado mantenimiento como garantía de la eficacia de unos equipos que no se usan salvo en condiciones extremas. “Para realizar un correcto mantenimiento, se deben cumplir los requisitos señalados en el Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios (RIPCI), como por ejemplo, que las empresas instaladoras y mantenedoras deban estar habilitadas, tener el certificado de calidad del sistema de gestión de la calidad (ISO9001), realizar los mantenimientos periódicos, guardar las actas de mantenimiento o disponer del carnet de habilitación profesional de los operarios para la realización de las labores de mantenimiento”.
Con todo ello, el presidente de la Asociación Española de Sociedades de Protección contra Incendios, pone énfasis en que Tecnifuego se pone al servicio de las administraciones encargadas de redactar el Plan de Protección Contra Incendios. “Los especialistas consideramos que la protección es posible sin dañar el patrimonio. Existen variedad de sistemas adaptados a las necesidades de cada edificio singular y de su contenido, incluidas las obras de arte. Bajo el asesoramiento experto, y una inversión adecuada, el patrimonio histórico y cultural estará a salvo”
Por su parte, Miguel Ángel López, aclara a Interempresas que desde Murprotec están muy concienciados con la preservación del patrimonio arquitectónico, histórico y cultural. “Tanto es así que estamos en plena creación de una división espe¬cial para patrimonio. Hay muchos edificios con grandes problemas de humedades en los que se está invirtiendo grandes sumas de dinero en su rehabilitación, pero las humedades no se están tratando correctamente y volverán a aparecer. Por esto pretendemos dar la formación adecuada a los responsables y llevar a cabo un Plan Integral de mejoras y asistencia para que estos edificios singulares se conserven de una manera eficiente y sigan perdurando en el tiempo como hasta ahora. Esta es nuestra misión, aportar nuestro grano de arena a la continuación del legado histórico nacional”.
Desde Interempresas Media nos sumamos a las reivindicaciones de estos grandes expertos para que no tengamos que lamentar a futuro lo que se podría haber evitado gracias a una correcta implantación de sistemas de protección contra incendios, puesto que, tal y como concluye su análisis Pablo Muñoz “pasaran los años y, con una gran aportación económica se podrá restaurar, pero se perdió la historia, el arte de nuestro antepasados que deberíamos haber transmitido a las generaciones venideras, tan sólo, por dejar para mañana lo que deberíamos haber hecho hoy. Porque nunca ocurre nada”. Hasta que ocurre.