La temperatura en el núcleo del reactor superó los 2.000 grados y, como no existía recinto de confinamiento, una nube de yodo, lantano, cesio y plutonio saltó a la atmósfera.
Veinticinco años después de la catástrofe de Chernóbil, y sumergidos en una nueva crisis nuclear tras el desastre atómico de Japón, un centenar de versiones intentan explicar lo que ocurrió aquella madrugada del 26 de abril de 1986. «Los científicos nos aseguraban que el reactor podía ser instalado incluso en la plaza Roja, porque no representaba más peligro que un samovar común y corriente», recordó el ex líder soviético, Mijaíl Gorbachov.