En el país más competitivo, un trabajador puede ser despedido en cualquier momento y sin una razón clara. Obama intenta frenar la creciente desigualdad ampliando los derechos sociales
Cada vez que un estadounidense oye hablar de las vacaciones europeas, un halo de fascinación cruza su rostro. ¿22 días laborables? ¿Y 14 festivos? Inmediatamente preguntan qué hacemos con tanto tiempo libre. Cuántos viajes planeamos y cómo vive uno dejándose mimar con tapas y vino blanco al sol en las tardes de verano. “En mi próxima vida”, suelen zanjar.
Las vacaciones son solo un detalle del enorme abismo que separa Europa de Estados Unidos en materia laboral. EEUU es el país industrializado (uno de los 34 que agrupa lo OCDE) con menos días de vacaciones: solo 10 al año. Menos de la mitad de los días garantizados en España. Estados Unidos es, también, la única nación de la OCDE donde las vacaciones pagadas no están garantizadas, ni tampoco la baja por maternidad a nivel nacional. Los otros dos únicos países del mundo donde la baja por maternidad no está garantizada son Omán y Papúa Nueva Guinea.
“Estados Unidos va por detrás”, dice a El Confidencial Richard Bales, decano de la facultad de Derecho de Ohio Northern University. “Es uno de los pocos países del mundo donde un trabajador puede ser despedido en cualquier momento y sin una razón clara”.
Uno de los motivos, según Bales, es la escasa fuerza de los sindicatos, reducidos en las últimas décadas a grupos sin influencia. El porcentaje de trabajadores sindicados en Estados Unidos ha descendido al mínimo desde el final de la segunda guerra mundial: un 11,3%. Solo en 2012, aproximadamente dos millones de personas entraron al mercado laboral. Mientras, el número de empleados sindicados descendió en casi 400.000.
“Los sindicatos no han hecho un buen trabajo de relaciones públicas”, declara Bales. “No han sabido comunicar su esfuerzo por defender los derechos de los trabajadores. Mientras, las empresas han sido muy hábiles en tomar los medios y transformar la palabra ‘sindicato’ en algo negativo”.
Gonzalo Salvador, portavoz de la federación sindical AFL-CIO, atribuye la caída de los sindicatos a los Gobiernos conservadores de los últimos 30 años. “El ataque a los sindicatos ha generado una desigualdad que no se veía desde principios del siglo XX”, dice a El Confidencial. “Gente como los (millonarios) hermanos Koch pueden evitar que en Washington se aprueben leyes que deberían ser básicas. No se dan cuenta de que lo que beneficia al trabajador beneficia a la productividad”.
La batalla política del derecho laboral
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, intenta cumplir decreto a decreto lo prometido en su último discurso del Estado de la Unión: frenar la creciente desigualdad ampliando los derechos sociales. La última ley ejecutiva la firmó este lunes a bordo del Air Force One, cuando se dirigía a conmemorar el Día del Trabajo en Boston. La ley, sin apoyo del Congreso, obliga a las empresas que trabajan con el Gobierno a garantizar siete días de baja laboral a sus 300.000 empleados.
“Ahora mismo hay padres que tienen que elegir entre perder ingresos y quedarse en casa con un hijo enfermo”, declaró el presidente en mangas de camisa. Barack Obama exigió al Congreso, bajo control republicano, que extendiese este derecho a los 44 millones de empleados, el 40% del sector privado, que todavía carecen de él. “Somos el único país avanzado de la Tierra que no garantiza la baja laboral ni la baja por maternidad a nuestros trabajadores”, añadió.
El pasado junio, Obama ordenó duplicar el salario máximo por el cual los empleados tienen derecho a cobrar las horas extra si trabajan más de 40 horas a la semana. Ahora, solo aquellos que ganan menos de 23.600 dólares al año disfrutan este derecho. Si la ley prospera, el límite estará en 50.300 dólares, lo cual beneficiaría a 4,6 millones más de trabajadores. En enero el Gobierno también aprobó garantizar 6 semanas de baja de maternidad y paternidad a empleados federales.
Estas medidas han sido aplaudidas por los sindicatos y repudiadas por asociaciones patronales. “Es un paso muy positivo”, declara Gonzalo Salvador. “Una de las campañas más fuertes ahora mismo es la de subir el salario mínimo. El Gobierno está presionando al Congreso en este sentido; también para lograr el pago de las horas extra”.
La Federación Nacional de Minoristas, por el contrario, declara que el pago de las horas extra aumentará los costes laborales, frenará la contratación y limitará la productividad. La federación asegura que el 75% de los gerentes de compañías minoristas están en contra de esta ley, que además afectará especialmente a los estados campestres, donde el sueldo medio es más bajo y por tanto el nuevo límite salarial abarcará, como en Tennessee o West Virgina, al 50% de los trabajadores.
Los gerentes “no quieren que se les diga que se vayan a casa después de 40 horas si lo que desean es hacer el trabajo necesario para el éxito de la tienda”, escribe David French, vicepresidente de relaciones gubernamentales de NFR. “Saben que el secreto del éxito es labrarse una carrera, no mirar el reloj”.
Estas condiciones de trabajo, enraizadas, quizás, en la tradición pionera y protestante de ganarse el cielo como premio al esfuerzo diario, son también enarboladas con orgullo: la dignidad de obtener el pan sin apoyo de nadie y de ser el país más competitivo del mundo, según la escuela suiza de negocios IMD. El americano medio trabaja 34,4 horas a la semana; más que el resto de países industrializados. Según una encuesta de Gallup, los empleados a tiempo completo le dedican 47 horas semanales, y 6,5 millones de personas quieren trabajar más horas. Una cifra récord.