El Papa Francisco dirigió un discurso en español esta mañana, durante la firma de una declaración conjunta con diversos líderes religiosos del mundo, en la que expresan su firme condena a las distintas formas de esclavitud moderna y en la que se comprometen a trabajar contra este mal y el tráfico de personas.
A continuación el discurso completo que el Santo Padre pronunció en castellano:
Señoras y Señores,
Agradezco a todos los líderes religiosos aquí reunidos por su compromiso en favor de los sobrevivientes de la trata de personas, y a todos los presentes por su intensa participación en este acto de fraternidad especialmente para con los más sufridos de nuestros hermanos.
Inspirados por nuestras confesiones de fe, hoy nos hemos reunido con motivo de una iniciativa histórica y de una acción concreta: declarar que trabajaremos juntos para erradicar el terrible flagelo de la esclavitud moderna en todas sus formas.
La explotación física, económica, sexual y psicológica de hombres, mujeres y niños y niñas actualmente encadena a decenas de millones de personas a la deshumanización y a la humillación.
Cada ser humano, hombre, mujer, niño, niña es imagen de Dios. Dios es Amor y libertad que se dona en relaciones interpersonales, así cada ser humano es una persona libre destinada a existir para el bien de otros en igualdad y fraternidad.
Cada una y todas las personas son iguales y se les debe reconocer la misma libertad y la misma dignidad. Cualquier relación discriminante que no respete la convicción fundamental que el otro es como uno mismo constituye un delito, y tantas veces un delito aberrante.
Por eso, declaramos en nombre de todos y de cada uno de nuestros credos que la esclavitud moderna, en término de trata de personas, trabajo forzado, prostitución, explotación de órganos, es un crimen de lesa humanidad. Sus víctimas son de toda condición, pero las más veces se hallan entre los más pobres y vulnerables de nuestros hermanos y hermanas.
En nombre de ellos y ellas, que están llamando a la acción a nuestras comunidades de fe, y sin excepción rechazan completamente toda privación sistemática de la libertad individual con fines de explotación personal o comercial, en nombre de ellos hacemos esta declaración.
A pesar de los grandes esfuerzos de muchos, la esclavitud moderna sigue siendo un flagelo atroz que está presente a gran escala en todo el mundo, incluso como turismo.
Este crimen de lesa humanidad se enmascara en aparentes costumbres aceptadas, pero en realidad hace sus víctimas en la prostitución, la trata de personas, el trabajo forzado, el trabajo esclavo, la mutilación, la venta de órganos, el mal uso de la droga, el trabajo de niños. Se oculta tras puertas cerradas, en domicilios particulares, en las calles, en automóviles, en fábricas, en campos, en barcos pesqueros y en muchas otras partes.
Y esto ocurre tanto en ciudades como en aldeas, en las villas de emergencia de las naciones más ricas y más pobres del mundo. Y lo peor, es que tal situación, desgraciadamente, se agrava cada día más.
Llamamos a la acción a todas las personas de fe y a sus líderes, a los Gobiernos, y a las empresas, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para que brinden su apoyo férreo y se sumen al movimiento contra de la esclavitud moderna, en todas sus formas. Sostenidos por los ideales de nuestras confesiones de fe y nuestros valores humanos compartidos, todos podemos y debemos levantar el estandarte de los valores espirituales, el esfuerzo mancomunado, la visión liberadora de manera de erradicar la esclavitud de nuestro planeta.
Pido al Señor nos conceda hoy la gracia de convertirnos nosotros mismos en el prójimo de cada persona, sin excepción, y de brindarle ayuda activamente siempre que se cruce en nuestro camino, se trate ya de un anciano abandonado por todos, un trabajador injustamente esclavizado y despreciado, una refugiada o refugiado atrapado por los lazos de la mala vida, un joven o una joven que camine por las calles del mundo víctima del comercio sexual, un hombre o una mujer prostituida con engaños por gente sin temor de Dios, un niño o una niña mutilada de sus órganos, que llaman nuestras conciencias haciendo eco de la voz del Señor: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con uno de mis hermanos, lo hicieron conmigo».
Queridos amigos, gracias por esta reunión, gracias por este compromiso transversal que nos compromete a todos. Todos somos reflejo de la imagen de Dios y estamos convencidos que no podemos tolerar que la imagen del Dios vivo sea sometida a la trata más aberrante.
Muchas gracias.