El CERO ACCIDENTE no existe, hay muchas razones teóricas que lo sustentan y que en lo posible iremos desarrollando.
Tener como objetivo un parámetro no alcanzable o irreal, convierte al objetivo en una carga muy pesada para todos.
Si este pesado e irreal objetivo baja desde los altos niveles jerárquicos de la empresa, puede ser interpretado como «acá no queremos a accidentes» y lo que se logra en realidad es que no los denuncien, por el solo hecho de no contrariar un objetivo de estas características, además, de inducir a la mentira para lograr un objetivo irreal.
Si los trabajadores no denuncian los accidentes, convierte al programa de seguridad en algo muy poco sustentable y con muy altas posibilidades de no lograr los resultados deseados; un día va a pasar un «gran accidente» y no se va a poder explicar por qué ocurrió.
Los accidentes tanto «industriales» como «sociales» son una realidad de la cual no vamos a escapar tan fácilmente. Social y laboralmente vivimos rodeados de peligros, que son esas cosas que adoptamos porque nos producen un beneficio directo o indirecto en nuestra calidad de vida, pero estos peligros son como una moneda, tiene dos caras, una es el beneficio que nos producen y la otra los daños que potencialmente pueden ocasionar, a los que normalmente identificamos como accidentes cuantos estos daños se manifiestan.
La seguridad se trata de esto, de evitar que ocurran los accidentes. Pero el problema no se soluciona con falsas promesas, escondiendo a los accidentes o queriendo hacer notar de que no existen, o peor aún por qué alguien lo ordena, como suele suceder en algunas empresas. Personalmente he escuchado decir a gerentes y directivos «acá no queremos más accidentes», como si con eso sólo los accidentes dejaran de aparecer; ojalá fuera así de fácil.
Los accidentes tienen detrás de sí una madeja muy compleja de situaciones inherentes exclusivamente al ser humano y su relación con la sociedad: el accidente sólo va a desaparecer cuando el ser humano desaparezca de la faz de la tierra.
Una de las grandes falencias que ha tenido y tiene actualmente la seguridad es como mide sus resultados. Históricamente se lo viene haciendo midiendo la cantidad de accidentes, días perdidos, índices de frecuencias, gravedad, incidencia, etc. Actualmente la gran mayoría sigue haciéndolo de esta manera. Aunque no está mal, tampoco podemos afirmar que está del todo bien.
Si la seguridad se trata de «los accidentes», entonces ¿porque no está del todo bien que se midan sus resultados? No solo debemos medir la cantidad de accidentes sino debemos saber también que hicimos para lograr tener esos accidentes (muchos o pocos). Si sólo medimos los accidentes, en realidad estamos midiendo REACCIÓN y no la ACCIÓN. La realidad hoy nos indica que debemos medir las dos cosas: los resultados (los accidentes y sus indicadores), y el que hicimos para lograrlos.
Es muy común ver empresas que no se pueden explicar el porqué pasan de tener un año de 5 accidentes (supongamos muy buen año), al siguiente año con más de 15 o 20 accidentes (muy malo), o peor aún, pasan de varios períodos «sin accidentes» hasta que de repente sobreviene un accidente mortal. Lo que en realidad les pasa es que no saben cómo hicieron para lograr esos 5 accidentes; no hicieron nada para merecer esos pocos 5 accidentes en un año, es por eso que al año siguiente tienen 20 inexplicables accidentes, por eso mismo, porque no hicieron nada. Puede que sí hayan hecho algo, pero puede también que no pudieron o supieron vincular esas actividades de seguridad a los resultados obtenidos. ¿Lo que hicimos en seguridad este año o los anteriores como afectaron los resultados? Si no podemos explicarlo o vincularlo, o simplemente no hay ninguna relación entre las actividades de seguridad y los resultados en materia de accidentes, estamos ante la presencia de un sistema de seguridad que es una lotería, un año ganas y al siguiente estás en bancarrota.
Un accidente es un error que cometemos en nuestra vida social o un error de la organización en un medio laboral. Como tal, del error se debe aprender para tratar de no volver a cometerlo, al menos el mismo. Si propiciamos este tipo de políticas en nuestra empresa y si le ponemos tanto peso a ese logro, puede que lo único que logremos al fin y al cabo, sea no aprender más.
Todos los que trabajamos en prevención por distintos rubros de producción en que estemos, sabemos que el Cero Accidente no existe, no por una visión fatal, sino por que es imposible que miles de factores dinámicos en una organización productiva generan por si mismas condiciones a veces no controladas. Aquí está quizás uno de los grandes desafíos de los prevencionistas, la de detectar esos aspectos y a veces hasta la necesidad de convencer a nuestros trabajadores y gerentes en atenderlos aunque éstos les resten importancia.
Una de las explicaciones que se dan para sustentar los programas de cero accidentes, es que en realidad es un programa de gestión o administración de la seguridad para reducir los accidentes. Que en realidad no es un objetivo real, sino el nombre que se le asigna al programa. Que el cero accidente es en realidad una Utopía que se usa como norte hacia donde enfocar.
Pero a la hora de implementar programas de seguridad los nombres que le asignamos son importantes; porque aunque suenen lindos o vendedores, la realidad es que terminan distorsionando todo. No sólo importa lo que queremos realizar y lograr en materia de seguridad, sino también, lo que entienden los demás de lo que vamos a hacer; es decir, si vamos a implementar un programa con el nombre de «cero accidente», aunque en realidad se trata de un programa para reducir los accidentes o administrar los accidentes, posiblemente la mayoría de los trabajadores deduzcan que se busca el cero accidente.
A las cosas por su nombre, «al pan pan y al vino vino». Si tienen un programa de trabajo denominado «cero accidente» es obvio lo que se busca, un objetivo cero accidente para mañana, para pasado, para dentro de uno, dos o cinco años. Si venden a un empresario dicho programa, téngalo por hecho que dentro de un tiempo le estará reclamando el día que logre el cero accidente.
Otra de las cuestiones relacionadas a este tópico es la letra chica de los anuncios. Generalmente sucede que las empresas que anuncian o promocionan sus «famosos ceros accidentes» se olvidan de aclarar algo, que muy bien deja entrever la letra chica del anuncio que nadie lee o presta atención, son CERO ACCIDENTES CON BAJA, y esto es mucho más grave, porque genera una discriminación teórica muy importante entre los accidentes. Hay accidentes que son importantes, porque han tenido un pérdida real para la empresa y otros no, porque no «pasó nada». Acá habría que entrar a analizar el tema más en profundidad en que és un accidente, pérdidas reales y pérdidas potenciales, etc.
O es accidente o no es accidente, esa es la única cuestión válida.
Este tipo de objetivos, aunque más realista que el sólo cero accidente, no deja de ser un objetivo que presiona; personalmente he visto como los Servicios de Medicina del Trabajo son presionados o se autopresionan para evitar el accidente con baja, mandan al trabajador de nuevo a su puesto de trabajo en vez de mandarlo a realizar un reposo (con el consiguiente agravamiento de la lesión) o se inventan cosas como «tarea especial», «tarea adecuada» u otros nombres bonitos que hemos sabido diseñar para evitar el accidente con baja y tener al trabajador haciendo «algo» dentro de la empresa, en vez de asignarle un reposo que lo deje nuevamente en condiciones.
El tener al trabajador accidentado dentro de la empresa haciendo «algo» no deja de ser una tentación para sus superiores, que ante el menor problema o necesidad, lo obliguen a retornar a su puesto de trabajo original; o vuelve a su puesto de trabajo original porque «alguien» no entendió bien las consignas del nuevo trabajo para este trabajador.
Hablando de teoría de los accidentes podemos encontrar autores que hablan de una gran aleatoriedad entre el accidente propiamente dicho y sus consecuencias. Casi todos hemos escuchados historias como «se salvo por un milagro, un segundo más que tardaba en pasar y la viga se le caía en la cabeza» y cosas similares.
Hacemos una muy mala discriminación de los accidentes entre «sin baja» y los «con baja»; este tipo de discriminación no ayuda a un buen programa de prevención. Es más útil a la hora de la prevención el potencial de daño que el daño real que ese accidente causó, es más, no hay una relación directa entre los daños y/o días perdidos por los accidentes y la gravedad de los mismos. Se puede tener un accidente en extremo grave con muy pocos días perdidos o ninguno y obviamente todo lo contrario, accidentes muy «simples» con gran cantidad de días perdidos.
Autor
Néstor Adolfo Botta
Rosario. Santa Fe. Argentina
24/01/2016