El accidente minero de Copiapó ha desencadenado múltiples investigaciones para establecer responsabilidades. El Presidente Piñera, ya emprendió una reestructuración de Sernageomin. Sin embargo, no se ha mencionado la responsabilidad que puede tener el sector salud en los hechos que lamentamos.
La autoridad sanitaria regional a través de sus organismos fiscalizadores tiene la obligación de garantizar condiciones seguras de trabajo. Esto lo puede hacer directamente o supervisando lo que hacen las mutuales de seguridad, instituciones en que se ha delegado la administración de la ley de accidentes del trabajo. La responsabilidad final sigue siendo de todas maneras de la autoridad sanitaria.
Es probable que la seremi de Salud tampoco cuente con fiscalizadores suficientes y se esté incumpliendo así una función esencial del ministerio de Salud, velar por la salud de las personas.
El año 2004 se instaló en la región Metropolitana una auditoría de muertes por accidentes del trabajo, que permitió conocer como estaban operando los distintos organismos administradores. Muchas de las muertes se atribuían equivocadamente a causas ajenas al trabajo, lo que mejoraba las estadísticas ¿Se harán estos estudios en la Región de Atacama? ¿Se harán estos estudios en la minería?
Pero no se trata sólo de estudiar muertes sino también enfermedades atribuidas al trabajo, otra responsabilidad de salud y mutuales ¿Habrá prevención de silicosis? ¿Se medirán concentraciones de polvo ambiental?
En el comentario anterior me refería a la importancia de la Encuesta Nacional sobre salud y condiciones de trabajo que aplicó el ministerio del ramo el año pasado. Un instrumento diseñado para detectar áreas problemáticas y de riesgo, y perfeccionar con ello las políticas públicas en este ámbito.
Los resultados de esa encuesta deben darse a conocer y obligarán probablemente a perfeccionar regulaciones tanto del mundo empresarial como de las mutuales de seguridad, contribuyendo así a que los trabajadores y trabajadoras chilenos se desempeñen en condiciones más seguras y saludables.
Al igual que en el terremoto de febrero, tenemos que aprovechar las lecciones que dejan estos momentos dolorosos para construir una realidad mejor.
Por Antonio Infante