Los técnicos inyectan nitrógeno para impedir explosiones en tres reactores dañados por el tsunami del pasado 11 de marzo.
Un operario de Tepco mide el nivel de radiactividad en la planta de Fukushima
¿Puede haber nuevas explosiones en la siniestrada central nuclear de Fukushima 1? Eso es lo que intentan impedir los técnicos de la Compañía Eléctrica de Tokio (Tepco) antes de llevar sus reactores, fundidos parcialmente, a una «parada fría» a mediados de este mes. Para ello, los reactores deben permanecer por debajo de 100 grados durante un tiempo prolongado antes de su completo desmantelamiento.
Jugándose de nuevo la vida como «kamikazes» suicidas, los operarios empezaron ayer a inyectar nitrógeno en las vasijas de contención de los reactores 1, 2 y 3 con el fin de reducir las concentraciones de hidrógeno, que fue la causa de que estallaran poco después de que el tsunami del pasado 11 de marzo golpeara la planta atómica.
Las olas gigantes, que llegaron a ser de más de quince metros y se cobraron más de 20.000 vidas, inutilizaron la parada automática de los reactores e inundaron la central, dañando su sistema de refrigeración y haciendo subir la temperatura hasta que se fundieron los reactores.
Dichas explosiones liberaron a la atmósfera tal cantidad de partículas radiactivas que el Gobierno nipón se vio obligado a evacuar a unas 80.000 personas que vivían en un área de 20 kilómetros alrededor de la central, una auténtica «zona muerta» a la que no podrán regresar durante décadas. Incluso en otras localidades a 40 kilómetros de distancia de la planta atómica, como Iitate, se detectaron peligrosas concentraciones de yodo y cesio y la radiactividad alcanzó puntos de Japón a 500 kilómetros de la planta atómica.
Además, se vertieron al mar 11,5 millones de litros de agua contaminada que han arruinado la potente industria pesquera de las prefecturas cercanas, destrozada por el tsunami. El Ministerio de Medioambiente estima que se han acumulado otros 45 millones de metros cúbicos de desechos radiactivos, que tardarán décadas en descontaminarse.
Según un informe de Tepco difundido por la cadena NHK, las barras de combustible del reactor número 1 se fundieron completamente y rompieron la vasija de contención, provocando una fuga radiactiva. En el caso de los reactores 2 y 3, las barras se fundieron en un 57 y un 63%. El accidente en la central nuclear de Fukushima es el más grave desde la catástrofe de Chernóbil en 1986 y sus consecuencias tardarán aún años en aparecer en forma de tumores malignos y malformaciones genéticas.
Para afrontar el desastre y evitar la ruina, el Gobierno japonés le ha inyectado 900.000 millones de yenes (8.626 millones de euros) a la empresa que gestiona la planta atómica, Tepco. Pero sus directivos han sido duramente criticados por su falta de transparencia, ocultación de fallos de seguridad y por hacer oídos sordos a las advertencias sobre el riesgo de tsunami que se cernía sobre Fukushima.
Una operación compleja antes del desmantelamiento
«Parada fría» Antes de su completo desmantelamiento los reactores deben permanecer por debajo de los 100 grados durante un tiempo prolongado.
«Mucho hidrógeno» Tepco detectó en octubre que la densidad del hidrógeno había llegado al 2,9%. Los expertos calculan que de elevarse al 4%, existe riesgo de una explosión.
«Función del hidrógeno» Los técnicos trabajan ahora en la inyección de nitrógeno en las vasijas de contención de los reactores para reducir la concentración de hidrógeno.
«En niveles bajos» Mantener el hidrógeno en niveles bajos es indispensable para llevar los reactores a «parada fría», lo que el Gobierno espera lograr a mediados de mes.