Sucedió en 1976, en un pueblo apacible de los Alpes italianos, una década antes de la mayor catástrofe nuclear de la historia. Una explosión por sobrecalentamiento en una planta industrial que fabricaba un herbicida trajo graves consecuencias en por lo menos 18 kilómetros a la redonda. Los efectos de una nube tóxica se manifestaron a las semanas del accidente con enfermedades y obligó a evacuar a la población más cercana
Un reactor, temperaturas extremas, falta de control, parada técnica, demora en las comunicaciones, accidente industrial. Todos estos elementos, que formaron parte de un cóctel nocivo, podrían describir el accidente nuclear en Chernobyl. Sin embargo, una década antes, en 1976 en Seveso, un pueblo tranquilo de los Alpes italianos, ocurrió lo que podría catalogarse como el primer accidente industrial de la era moderna.
Una explosión por sobrecalentamiento en una planta industrial que fabricaba un herbicida generó el escape de dioxinas, compuestos tóxicos persistentes peligrosos para la salud y el ambiente, que formaron, con el correr de los días, una nube tóxica que se extendió a 18 km a la redonda.
El accidente tuvo tal magnitud que fue catalogado en 2010 por la revista Time como uno de los 10 desastres industriales más graves de la historia. Y fue, un antes y un después, para la legislación ambiental europea.
Aunque la explosión, causada por un error humano, ocurrió el 10 de julio, las evacuaciones comenzaron dos semanas después. Fue, precisamente, un día como hoy en el que la empresa y las autoridades ordenaron la evacuación de la población más cercana. Y se circunscribió un área, la más afectada, conocida como la Zona A.
Sin embargo, con el pasar de los días fue necesario ampliar la liberación de los espacios a medida que aparecían efectos en los pobladores. María Isabel Reche Motos describe en su tesis doctoral (2017) que la situación se hizo más evidente, debido a la muerte de muchos animales de granja y silvestres y a los primeros casos de cloracné.
“Los efectos registrados se manifestaron en las primeras semanas tras el accidente, principalmente. Aunque no se registraron muertes se detectaron: 193 casos de cloracné, de ellos 15 muy graves. Neuropatías y algunos problemas enzimáticos reversibles, que no dejaron secuelas. 26 mujeres embarazadas optaron por el aborto, pero 447 tuvieron hijos sin ningún tipo de secuelas. Murieron 3300 animales, principalmente aves y conejos. Hasta 1978 se sacrificaron más de 80.000 animales de granja para evitar que la dioxina entrara en la cadena trófica”, indica la autora.
Como se dijo, la fuga de gases conformó una nube que cubrió un área de 18 kilómetros cuadrados alrededor de la fábrica. De manera prevaleciente, la nube contenía una sustancia llamada 2,3,7,8-tetraclorodibenzo-p-dioxina, o TCDD. Aún hoy, el compuesto es considerado una de las dioxinas más letales que se conocen. Seis millonésimas de gramo de TCDD, apenas un punto de polvo en una cucharita, alcanzan para matar a una rata. Es este agente contaminante un componente del gas Naranja, aquel químico defoliante que Estados Unidos usó ilegalmente en la Guerra de Vietnam.
La planta industrial, situada en Meda, era propiedad de la empresa Industrie Chimiche Meda Società Azionaria (Meda Chemical Industries S.A., o Icmesa), filial de Givaudan, que a su vez era una filial de Hoffmann-La Roche (Grupo Roche). El edificio de la fábrica había sido construido muchos años antes y la población local no lo percibía como una fuente potencial de peligro. Además, aunque ya se habían producido varias exposiciones de la población a las dioxinas, sobre todo en accidentes industriales, eran de una escala más limitada.
Seveso fue una de las localidades afectadas, pero no la única. Otras comunidades vecinas afectadas fueron Meda (19.000), Desio (33.000), Cesano Maderno (34.000) y, en menor medida, Barlassina (6.000) y Bovisio-Masciago (11.000).
Los directivos de Roche (propietaria de la empresa) afirmaron en su defensa que el efecto que produjo la catástrofe de Seveso, esto es, el recalentamiento en el interior del tanque de triclorofenol, era imprevisible por aquel entonces, cuando apenas se conocían la reacciones accidentales de este producto intermedio. Esta excusa constituyó la base de su defensa ante las autoridades civiles y los tribunales de justicia italianos. Sin embargo, otros especialistas argumentan que sí existía una literatura científica entre 1971 y 1974, en la que se incluirían las descripciones de otros accidentes con triclorofenol, siendo el más importante el de Missouri, en Estados Unidos, a principios de los setenta.
Tras el juicio, la farmacéutica suiza tuvo que pagar unos 300 millones de francos suizos. Sólo dos empleados de Icmesa fueron condenados a 1,5 y 2 años de prisión condicional como responsables del accidente.
Luego del accidente los entonces diez países miembros de la Comunidad Europea acordaron nuevas reglas de seguridad para las plantas industriales que utilizaran elementos peligrosos en 1982, mediante la llamada Directiva 82/501/EEC o “Directiva Seveso”.
“La Directiva ‘Séveso 1′ se concentró en aspectos del “risk management” que se hicieron efectivas a través de obligaciones relacionadas con la información. Aquí es donde se ve reflejada la influencia directa del acontecimiento: el accidente de ICMESA se considera, de hecho, un “desastre de información” (van Eijndhoven, 1994). La cuestión que se destacó, a partir de la experiencia del accidente, fue la de la falta de información necesaria para que la población afectada y las autoridades responsables pudiesen actuar oportunamente después del accidente. De hecho, la Directiva pretendió promover una armonización de los reglamentos nacionales, haciendo de la comunicación un elemento de seguridad fundamental relacionado con este tema”, indica el trabajo realizado por Laura Centemeri en “Seveso: el desastre y la Directiva”.
En este sentido, la parte más innovadora de la normativa es la que consta del artículo 8º, relacionada con la información al público, y que constituye una obligación que puede debilitar el secreto industrial relacionadas con las actividades incluidas.
La autora explica que, debido a nuevos accidentes, y en virtud de las correcciones que se fueron produciendo en la aplicación de las Legislaciones en vigor, se adoptó en 1996 una nueva Directiva reconocida como la Directiva “Séveso 2″. Entre las modificaciones más importantes que se incluyeron en esta norma, aparecieron nuevas demandas que comenzaron a incidir en la planificación del territorio como un elemento integrante en la prevención de accidentes graves, actuando coherentemente con la preocupación por focalizarse en la protección del ambiente.
Los trabajos de descontaminación se prolongaron por años. Entre 1981 y 1984 se cavaron dos vertederos en la Zona A y la descontaminación se terminó casi una década después, en diciembre de 1985.
Los residuos de la limpieza de la planta eran una mezcla de ropa de protección y residuos químicos de la planta. Estos residuos se envasaron en bidones diseñados para el almacenamiento de residuos nucleares. Se acordó que los residuos se eliminarían de forma legal. Para ello, en la primavera de 1982, se contrató a la empresa Mannesmann Italiana para que eliminara los productos químicos contaminados de la zona A.
Más de nueve años después de la catástrofe, el Grupo Roche emitió un comunicado público en el que informaba de que todos los residuos tóxicos, que consistían en 42 barriles (se añadió uno a principios de ese año), habían sido incinerados en Suiza. Según New Scientist, se pensó que el alto contenido de cloro de los residuos podría causar daños en el incinerador de alta temperatura utilizado por Roche, pero Roche declaró que quemaría los residuos en el incinerador y lo repararía después si se dañaba.
En 1984 comenzaron los trabajos para reforestar la Zona A, transformándola en un parque urbano – el “Bosque de los Robles” – que fue abierto al público en 1996. En el 2004 se inauguró la “Ruta de la Memoria en el Bosque de los Robles”, con once paneles que cuentan la historia del desastre y el origen del bosque. Se trata del resultado de un trabajo complejo de escritura colectiva por parte de la comunidad afectada, para la memoria del desastre.
La comunidad de Seveso hoy mantiene la cantidad de habitantes, unos 18000. En su sitio web, en el apartado de la historia no aparece el accidente industrial ni sus consecuencias. “Actualmente el territorio municipal, situado a una altitud de 211 metros sobre el nivel del mar, tiene una superficie de 7,34 km2 con una población de unos 18.500 habitantes.
Situado cerca del Statale dei Giovi, que conecta Como con Milán, está bien comunicado por la autopista Milán-Meda y los ferrocarriles del norte de Milán. Su economía está tradicionalmente ligada al mercado del mueble; otros sectores especialmente activos en Seveso son el de la mecánica, los materiales de construcción y el comercial. Hoy Seveso también ofrece oportunidades para el tiempo libre con la presencia de polideportivos, entre ellos el de la Meseta, el polideportivo, la pista de atletismo, la piscina y una sala de cine.”