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“¿Papá por qué los médicos no te alivian?”

Un accidente laboral en Coltabaco dejó en silla de ruedas a Julio López. Lleva tres años en una pelea jurídica contra la ARL y EPS SURA, quienes se niegan a brindar el tratamiento de fondo.

Julio Alexander López Sánchez entró a trabajar a la empresa Coltabaco el 4 de junio de 2001 cuando tenía tan solo 23 años. Por su físico fornido, realizó labores que implicaban fuerza, manipulando bultos de entre 100 y 105 kilos y empujando cargas que superaban los 200 kilos. En el año 2004 sufrió el primer accidente laboral: “Fue fuerte, pero me recuperaron porque el apoyo fue muy bueno, el jefe estuvo pendiente”. Entonces rápidamente volvió a su oficio.

Durante sus años de servicio en la empresa siempre estuvo dispuesto a trabajar sábados, domingos e incluso festivos si la empresa así lo requería, no solo por ganar unos pesos de más, sino porque así se lo había enseñado don Darío Múnera Arango, quien trabajo en la empresa 56 años, 29 de ellos como presidente de la compañía y despertó en sus trabajadores gran sentido de pertenencia.

En el año 2005 la millonaria multinacional estadounidense Phillip Morris compró a Coltabaco, y los cambios no se hicieron esperar, el señor Múnera salió y aunque sus trabajadores mantuvieron aquel amor incondicional que sentían hacía la empresa, la nueva multinacional dejó de quererlos a ellos. “Lo manual pasó a ser tecnológico -dice Julio con nostalgia- y empezó el despido de compañeros”. El ambiente y las prioridades ya no eran las mismas, lo más importante era producir, los empleados pasaron a un segundo plano, ya no había acompañamiento, ni un trato digno para aquellos empleados que pregonaban sentido de pertenencia por la empresa. El panorama se tiño de incertidumbre y miedo, porque el reclamo de sus derechos conducía a la lista de recorte de personal.

En 8 años de trabajo, Julio sufrió 5 accidentes laborales, varios de ellos a causa del exceso de fuerza que requería su labor (el 19 de mayo de 2004, el 23 de mayo de 2007, el 7 de mayo de 2008). Aunque el 28 de septiembre de 2011 fue el más grave: debía empujar una carga de 240 kilos, al momento de hacerlo sintió un tirón, tipo chuzo, que inmediatamente lo imposibilito para caminar bien, lo incapacitaron unos días y volvió al trabajo pero le cambiaron su oficio por uno que no requería de fuerza, no obstante eso no impidió otro accidente el 31 de octubre de 2011 cuando con movimientos repetitivos, se empeoró su lesión de columna. Todos estos accidentes de trabajo lo dejaron en silla de ruedas.

A partir de aquel día su vida ya no es la misma, su rutina es anormal, diferente, ya no puede hacer las cosas de antes, ya no es capaz de trabajar. Así mismo le llegó otra batalla más que liderar: la lucha contra la EPS Sura y la ARL Sura, quienes durante tres años, cuenta Julio, han evadido su responsabilidad y negado el diagnóstico definitivo y el tratamiento pertinente para mejorar su estado de salud.

En el esfuerzo por no diagnosticar a Julio, las Entidades Promotoras de Salud (EPS) han llegado a asegurar que Julio finge sus dolores, aunque los psiquiatras que lo han visto digan lo contrario. La EPS alega que el paciente no pone de su parte en las consultas: “Me dicen ‘súbase a esa camilla’, ¿pero cómo me subo? me duele y después dicen que es culpa mía, que no colaboro, o que suba unas escalas sabiendo que no soy capaz”. Ha habido maltrato físico y psicológico, denuncia el paciente.

En marzo de este año, la EPS lo remitió a un neurólogo, quien estudió a fondo el caso y le diagnosticó una Mielopatía debido a una condición traumática previa durante el desarrollo de la actividad laboral, pero el staff médico de Sura, rechazó el diagnóstico y le aseguró a Julio que ese doctor no tenía convenio con la EPS y que además no había más citas disponibles con él: “Pero al llamar a la asistente del doctor me dice que si hay disponibilidad, pero yo particular no lo puedo pagar”, asegura Julio.

Desesperado se comunicó con la EPS y les pidió que le dieran otro diagnóstico ya que la Mielopatía había sido rechazada, la EPS respondió a través de una carta en la que le decían que él (Julio) no contestaba ni el teléfono ni el celular, que era imposible la comunicación.

“Con este juego yo lo que siento es que esperan llegar a un grado donde uno se desmotive totalmente y piense lo que he pensado: ¿Será que uno quitándose la vida queda mejor? ¿Será que uno deja de ser carga para los demás? Pero tengo fe, aunque es mucha la negligencia, están es esperando que no pueda más, que me muera”, cuenta sin resignación.

Un médico que pudo visitarlo en forma particular le recomendó estar relajado, no alterarse ya que el estrés es el factor determinante para aumentar la enfermedad y acercarlo a la muerte, pero las entidades de salud eso tampoco lo permiten y para Julio es casi imposible descansar y conciliar el sueño, pues cuando no es el estrés, es el dolor quien se hace presente.

Un dolor en la columna que le llega hasta los pies y le aprieta el pecho, que no lo deja siquiera mover los brazos y le corta la respiración. “El dolor es fuertísimo, a veces me siento impotente y me da rabia, aparece de repente al hacer cosas tan elementales que ya no puedo hacer, como cepillarme los dientes o ir al baño”. Pero lo más doloroso de todo es cuando sus hijos, unos gemelos de 9 años y una niña de 11, le preguntan qué cuándo se aliviará. “Me desespero cuando mis hijos me dicen: papá, tan bueno que era cuando jugábamos, como pasábamos de bueno caminando, yendo al parque, pero cuando usted no tenía esa espalda mala ¿Papá a usted los médicos por qué no lo alivian?”. Pero Julio no tiene una respuesta para darles.

Ha agotado todas la instancias, ha entablado seis derechos de petición a la empresa Coltabaco S.A Phillip Morris Internacional INC, otros seis a la EPS Sura, tres más a la ARL Sura, dos a la AFP Colpensiones, una a la Junta Regional de Calificación de Antioquia y otro más al Ministerio de Protección Social; pero además, cuatro tutelas, una a Coltabaco S.A Phillip Morris Internacional INC, dos a la EPS Sura, y por último una a la Junta Regional de Calificación de Invalidez de Antioquia. Acudió a las Juntas de Calificación (Regional y Nacional), al Fondo de Pensiones, a la Superintendencia de Salud, a la Dirección de Riesgos Profesionales, a los ministerios de Salud y de Trabajo, hasta instauró acciones ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero sigue sin respuesta, sin diagnóstico y sin pensión, aunque haya sido su capacidad laboral haya sido calificada con más de un 50% de perdida funcional.

“El caso de Julio es atípico porque ya rompió todos los esquemas que dicta la ley por el tema de incapacidad, ya están obligados a decir qué es. Pero ellos siguen dilatando, enredando y entorpeciendo el debido proceso al que Julio tiene derecho” dice su abogado.

Julio ya debía estar pensionado pero no es así, mientras tanto él y su familia viven del salario que todavía le paga Coltabaco, mientras la pelea para demostrar su enfermedad continua: “Es muy duro demostrar que el origen de las enfermedades son de causa laboral -asegura el abogado- ni con papeles en mano, documentación, ni la historia clínica, ni las calificaciones de juntas regionales, ni aun así lo reconocen. Las EPS y ARL tienen un único objetivo y es desconocer. Es un conflicto de intereses económicos y los únicos que ganan, son esas entidades y el gran perdedor es el trabajador” sentencia su defensor.

En medio del desgaste y el agotamiento, Julio y su Abogado llegaron a un acuerdo con la empresa y pasaron una propuesta económica, pero la empresa no se ha pronunciado al respecto, entonces deberán seguir con la lucha y proceder a demandar, pues ahora lo importante será asegurar un futuro para su familia.

Mientras tanto se aferra a la voluntad de Dios, reza y prende veladoras, tiene la Biblia abierta en la entrada de su casa, una foto de San José de Arimatea acompañado de San Nicodemo, un altar a la virgen, una cruz, un cuadro de la última cena, otro más de la virgen y un afiche del sagrado corazón, justo encima del puesto que ocupa en la mesa del comedor con una inscripción que dice: ‘Jesús confío en ti’.

Pero también le queda Wilson, su amigo y vecino, quien lo transporta, lo ayuda, lo acompaña y entiende su dolor porque también lo ha sufrido. Wilson trabajó durante 15 años como repartidor de productos Coca-Cola, un día mientras realizaba sus labores se rodó por unas escalas y se partió los dos brazos. La empresa contratante negó todo y no se hizo cargo de su salud.

En los ojos de ambos brilla la esperanza, porque su fe es más fuerte que su dolor. Julio espera con ansías el tratamiento que le prolongará y le garantizará una mejor calidad de vida, ahora solo tiene claro una cosa: “La salud es lo más preciado que uno tiene. Hay que despertar la conciencia, no es el que más trabaje, ni el que más produzca, ni el que más haga, es el que más valor le de a la vida”.

Fuente: www.las2orillas.co

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