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Sólo el 4% de las obras cumple con las medidas de seguridad en el Gran Rosario

Un relevamiento de un equipo de la Facultad de Arquitectura (UNR) reveló el alto grado de informalidad que afecta al personal.

Preocupaciones inquietantes, advertencias ineludibles, y una urgente necesidad de replanteos en el escenario de la construcción. Esas percepciones se desprenden de las conclusiones del relevamiento de condiciones de salud y seguridad que realizó recientemente un equipo de investigación de la Facultad de Arquitectura (UNR), en obras de pequeña y mediana escala en el área del Gran Rosario. Ese análisis expone el enorme grado de informalidad, y la falta de conciencia y de controles que rodea, condiciona e interpela al ejercicio de este importante sector laboral, uno de los principales motores de la economía.

De acuerdo a lo evaluado por este grupo de docentes y especialistas, sólo el 4 por ciento de obras cumple las reglas de prevención, y en la zona la mayoría de los accidentes padecidos por los trabajadores del sector obedece a las caídas en altura. Porcentajes mínimos y números acuciantes que sacuden y ponen en cruda evidencia una situación alarmante, que incluye vicios, malos hábitos, y responsabilidades de profesionales, obreros, y también de propietarios.

Este informe fue realizado por los docentes de la Facultad de Arquitectura (UNR) Rubén Benedetti, Marcelo Ibañez, Mariela Borromeo, Javier Povrzenic, Hernán Angiolini, Ana Espinosa, Natalia Jacinto, y Flavio Luciani. Y la zona de estudio incluyó las localidades de Alvear, Pérez, Granadero Baigorria, Villa Gobernador Gálvez, Pueblo Esther, Soldini, Zavalla, y Roldán.

De este relevamiento formal, surgieron una gran cantidad de inconvenientes y deficiencias que atraviesan el funcionamiento diario de la construcción. En porcentajes muy significativos, en la mayoría de las obras de la región se repiten problemas, que reclaman modificaciones de conductas y sistemas de trabajo.

En el 59% de los casos examinados se comprobó que se trabaja con riesgos de caída en altura, en tanto el 93% no realiza las plataformas correctas, y el 84% tampoco utiliza las escaleras correspondientes.

Se constató que en el 93% de las obras no se usa casco, un elemento básico, sinónimo de seguridad; y el 98% tampoco recurre a las necesarias protecciones visuales.

El 68% no utiliza calzado de seguridad y el 73% no usa la ropa adecuada para estos trabajos.

En tanto, el 58% no cumple con las condiciones mínimas de orden y limpieza en obra, que permitan circulaciones libres. El 88% no realiza cerco de obra, y el 69% no cierra el perímetro de la obra. Y el 67% no deja despejadas las veredas y las ocupa con materiales que obstaculizan la circulación pública. Asimismo, se corroboró que el 66% no coloca el cartel de obra reglamentario.

«Por este tipo de prácticas, muchas veces nos encontramos con cifras realmente preocupantes relacionadas con lesiones y hasta muertes», advirtió el arquitecto Rubén Benedetti, uno de los impulsores del proyecto.

«Como sociedad, deberíamos alarmarnos con estos números, pero como son obreros de la construcción los que sufren las consecuencias de esta falta de conciencia, el reclamo mucha veces se pierde», remarcó a su turno Hernán Angiolini, otro de los profesionales que participó del relevamiento.

Este equipo de docentes, pertenecientes a la carrera de especialización en Salud y Seguridad en el Proyecto y Construcción de Edificios, en la Facultad de Arquitectura (UNR), realizó un trabajo de investigación y extensión universitaria sobre estas problemáticas hace cuatro años en la localidad de Funes, y luego se propusieron «ampliar esa foto» de la situación para tratar de conseguir estadísticas confiables de seguridad edilicia en toda la zona del Gran Rosario.

Así, tomaron distancia, mejoraron el sistema de recolección de información, pulieron los instrumentos correspondientes, y crearon un cuestionario base, un poco más acotado, que sirvió para poder diagnosticar las obras desde afuera, sin intervenir dentro de la obra, para que no sea invasivo, traumático o agresivo para los trabajadores.

Y además, se formaron grupos de rastreo y relevamiento, que incluyeron miembros del equipo docente, estudiantes de grado y de posgrado, para poder abarcar todas las localidades apuntadas, tratando de relevar estadísticas evitando la interrelación con los organismos de control municipales, para poder llegar a cifras más reales.

Y el resultado fue contundente, inquietante, y le coloca cifras formales a un inmenso manto de informalidad que atenta contra las condiciones laborales en la construcción.

Desde mucho antes

«Hay que empezar a pensar todas estas cuestiones de seguridad edilicia desde el proyecto. Son situaciones que generalmente no son tenidas en cuenta a tiempo, y no sólo comprometen la funcionalidad, sino también la integridad física de los que trabajan en la obra. No es una cuestión que sólo afecta la etapa de ejecución, tiene que ser revisada desde mucho antes», advirtió Benedetti, quien también hizo hincapié en la falta de capacitación.

«Estaría bueno que acá se replique lo que se hace en otros países del mundo donde hay escuelas. Y para dejar de ser ayudante y pasar a ser oficial, hay que rendir. Por lo menos, se tendría que demostrar que saben interpretar planos de obra y que también tienen el oficio para construir, respetando las correspondientes normas de salud y seguridad», apuntó el profesional.

Y remarcó: «Es una cuestión muy amplia, de carácter social, que indica el valor que le otorgamos a la vida. Nada menos».

«Sin dudas, este trabajo que hicimos es como una certera radiografía de la manera que se construye en toda la zona. Las conclusiones son realmente muy preocupantes, y desde ese escenario de estudio tratamos de generar una propuesta, que no tenga que ver con aspectos represivos, sino que apunte a una estructura formativa, que pueda modificar cuestiones y condicionamientos que están instaladas a nivel social», agregó.

Y confió con crudeza: «Yo soy un tipo habitualmente muy pesimista, pero esto me superó. No es que el enfermo está grave. Es mucho peor de lo que esperaba».

«Muchos creen que al obrero de la construcción, nunca le pasa nada. Y estas estadísticas muestran todo lo contrario. Es una mirada que todavía se conserva en la ejecución de la obra», sostuvo Benedetti.

Por su parte, el arquitecto Angiolini también expuso su visión analítica de esta problemática. «Esto incluye a obreros, profesionales y también a los propietarios. No quedan dudas de que hace falta más concientización y un mayor grado de control. Sin esas dos cosas, es muy difícil pensar en revertir esta peligrosa tendencia que refleja el informe. Hay que romper con estas cuestiones culturales, sociales y de educación. Todos deben entender que las medidas y los procedimientos de seguridad se deben tomar siempre, en obras de todas las escalas».

Y reclamó: «Debe ser un trabajo de constancia, de inserción permanente, deben tomar conciencia, dueños, profesionales, capataces, contratistas, todos los que componen esta escena. Y que no pierda siempre el obrero, que es el que pone el cuerpo».

Demandas  

«Mediante la experiencia de este relevamiento, comprobamos que a medida que se repite la presencia de elementos o estructuras de control en la obra, son los mismos trabajadores los que terminan planteando demandas de seguridad», amplió Angiolini.

«La mayoría piensa que si toma en cuenta los recaudos de seguridad, la obra se va en presupuesto. Y eso es mentira. Con los controles debidos, la obra se puede y se hace mejor. Sin dudas, el control mejora la obra», se encargó de resaltar el profesional.

Niveles muy preocupantes

Con el relevamiento realizado, este equipo de especialistas locales comprobó que en alrededor de 300 obras, el nivel de cumplimiento está alrededor del 4 por ciento. Un nivel bajísimo, muy preocupante. «Según las estadísticas oficiales, se han producido varias muertes anuales en este ámbito. Sin embargo, la situación es peor si hay que referirse a los empleados en negro. Es que los números refieren a personal anotado legalmente. La construcción tiene un 60 por ciento de empleo en negro», subrayó especialmente Benedetti.

El arquitecto puntualizó que «hay que tener en cuenta que la siniestralidad no sólo está detrás de los grandes edificios y la participación de las grandes empresas constructoras, también está directamente relacionada con la obra mediana y pequeña, con que se trabaja muy mal y no hay una cultura del trabajo seguro».

«Muchas veces los siniestros no aparecen en las estadísticas oficiales, porque una obra en la que no hay un profesional, seguramente no tiene seguro, ni está apoyada en ningún organismo de control que supervise la obra. Lo más probable es que no figure en registros de ART, y tampoco del ministerio de Trabajo. Estos siniestros no los ve nadie, llegan a un centro de salud de la nada pero son muertos de la construcción», advirtió por su parte Angiolini.

«Esta es una epidemia silenciosa, en la que muy pocos reparan. Y la sociedad parece estar acostumbrada a que pase esto», concluyó Benedetti, a manera de inquietante reflexión.

Promueven la capacitación y especialización profesional

De acuerdo a lo que recibe este equipo de profesionales, existe en el proceso formativo una palpable avidez por capacitarse en el rubro. «Hace algunos años no había posibilidad de volcarse a esta especialidad», remarcaron. «Con este grupo que empezamos el dictado de la especialidad en la facultad, también presentamos una materia optativa, con algo de incertidumbre. Se cursa después de tercer año. Ahora vamos por la cuarta edición con la capacidad superada. Evidentemente hay una inquietud sobre esta temática que en el cursado normal no la encuentran, y acá pueden desarrollarla», resaltó Angiolini.

El Centro de Desarrollo Tecnológico en Salud y Seguridad Edilicia se creó en 2014, dentro de la facultad. «De ese cuerpo participan docentes, graduados de la especialización, y gente que se sumó porque tiene la misma preocupación por este tema», precisó.

Fuente: www.lacapital.com.ar

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