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Me gusta el mate, pero sin trabajo infantil

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Parecería que todos toman mate en la Argentina. Pero nadie quiere hacerlo a costa del trabajo infantil. Para erradicar esta triste práctica en la provincia de Misiones, la ONG Un Sueño para Misiones lanzó el año pasado una campaña de recolección de firmas en una plataforma cívica on line, apoyada en una gran difusión en medios sociales, además, acompañada por periodistas y líderes de opinión.

Y lo lograron. Tras conseguir 51 mil firmas en change.org, sitio al que se vuelcan cada vez más argentinos comprometidos con un cambio cívico en su país, fue
constituida la mesa de trabajo que pretendía la ONG.

El 90% de la yerba Mate que se consume en la Argentina y el 60% de la consumida en el mundo es cultivada en esta provincia, cuna de maravillas naturales como las Cataratas del Iguazú y testimonio de lo que fueron las misiones jesuíticas en la región con las ruinas de San Ignacio.

Según denuncia la ONG, la cosecha se ha dado por más de cien años en injustas condiciones: trabajo esclavo, la pobreza extrema, la desnutrición infantil, las letrinas, la falta de agua potable, el no acceso a derechos del trabajador, y, como tiene por motivo la campaña, el trabajo infantil.

El señalar las condiciones en las que se da la cosecha no implica, aclaran en la campaña, desconocer el valor del mate: “Es una entrañable parte de nuestra cultura. Por esto creemos que el trabajo infantil y la pobreza de los niños que forman parte de la familia tarefera (cosechadora), es un componente que puede y debe ser eliminado de la fórmula de elaboración y puede ser reemplazado por la equidad, la dignidad y el respeto a los derechos del niño, ya que estos elementos generan bienestar a todos los que participan en la producción”.

Como explicaba al portal Mundo Gremial Patricia Ocampo, coordinadora de la ONG, en promedio un trabajador en la cosecha, realizada seis meses al año, cobró, en 2013, alrededor de 2200 pesos mensuales, lo que equivale a 220 dólares.

Si él sólo realiza la cosecha, puede llegar a cosechar entre 300 y 500 kilos diarios. Si se involucra su familia, alcanza los mil. Asimismo, como poseen subsidios al desempleo y oficializar la labor implicaría perder este ingreso, aunque mínimo fundamental, un 70% de los tareferos está en negro.

¿Qué ocurre si los padres no acuden con sus hijos al trabajo? Como Ocampo constata, en las familias de tareferos hay hambre, hay desnutrición. No comen. La necesidad de trabajo lleva a que el niño no vaya al colegio, realidad que se da no sólo en Misiones sino en gran parte del territorio argentino, y se agrava la situación.

Líderes de opinión de todo el país se unieron rápidamente a la campaña, tanto con la rúbrica como con el apoyo y la divulgación. Así, periodistas de renombre, el obispo de Oberá, deportistas, políticos, entre otros, han subido fotografías suyas a las redes sociales con la consigna de la campaña: “Me gusta el mate, pero sin trabajo infantil”.

El primer paso se logró, y se constituyó la Comisión Provincial para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil (COPRETI). Se trata, como dicen en la ONG, del primer paso.

También en Buenos Aires…

Pablo tiene unos 10 años. Sus ojos parecen de 35. Vendía apósitos en la puerta de una catedral bonoearense a las 11 de la mañana de un viernes.

-Me ayuda por favor.
-Sí. ¿Pero vos no tenés que estar en el colegio?
-Sí, pero hoy no fui. Falté.
-Ah, pero ¿normalmente vas? ¿A qué colegio vas?
-Sí… Voy a la número 10 (de una ciudad ubicada a 20 minutos de esta). Igual esta semana sólo falté tres veces.
-¿Y te tenés que venir hasta acá desde ahí?
-Sí. Necesito pedir para comer. Tengo hambre y allá no se consigue.

El trabajo infantil, por múltiples motivos que van desde el hambre a las adicciones o la violencia familiar, es una realidad que se constata cotidianamente en varias localidades de la Argentina, hiere y duele en el alma del país. Es una realidad común a gran parte de Latinoamérica.

Sin embargo, el caso de la ONG Un Sueño para Misiones y su campaña “Me gusta el mate, pero sin trabajo infantil” es un ejemplo de que hay esperanza cuando la ciudadanía se une detrás de un mismo y concreto fin. Por ahora es sólo un primer paso, pero que puede inspirar a otros.

Fuente: www.aleteia.org

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