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¿Trabajadores flexibles o esclavos de los smartphones?

El uso de los smartphones enciende el debate sobre la disponibilidad horaria de los trabajadores.

En los años sesenta hubo muchas empresas que instalaron un candado en el teléfono de la oficina: el teléfono era un artilugio relativamente nuevo, y su uso (y abuso) no estaba socialmente bien definido. Y ante la desconfianza, cerrojo. Todavía hoy, muchas empresas limitan el acceso a internet desde el puesto de trabajo, y otras, como Volkswagen, acaba de acordar con sus trabajadores en Alemania limitar el acceso a las Blackberry fuera del horario laboral. La medida sólo se aplica a empleados que no sean ni directivos ni cuadros intermedios; y no está claro si se bloquea todo el e-mail, o sólo significa que la empresa no enviará mensajes. En cualquier caso, la polémica está servida: el móvil, aún más el smartphone (con internet, sea Blackberry, iPhone, Android, o Windows Phone) ¿nos hace trabajadores más flexibles, o nos hace esclavos del trabajo?

«Las nuevas tecnologías están creando nuevas situaciones: todavía no se han consolidado los usos, y por tanto no hay soluciones que se acepten como buenas o malas», valora Genís Roca, socio de la consultora especializada en estrategia digital Roca Salvatella. «Alrededor del hecho digital, el primer debate que se generó en las empresas fue el de la privacidad, si la empresa tenía derecho a leer los e-mails. Ahora se abre el de la disponibilidad».


La anécdota de los candados en los teléfonos la recuerda Juan Manuel Tapia, secretario de negociación colectiva de CC.OO. Catalunya. «No pasa nada si la empresa te manda un mensaje fuera del horario laboral, como tampoco pasa nada si tú mandas un mensaje personal en hora de trabajo. Pero hay que evitar abusos». En el acuerdo interprofesional de Catalunya 2011-14, firmado por patronal y sindicatos, hay un apartado dedicado al uso de las tecnologías de la información: ocupa apenas un folio y no es otra cosa que una argumentación de sentido común. «Al final, estas cosas se regulan a base de uso, no explícitamente, sino por la confianza», dice Tapia.

«Una empresa puede pedir disponibilidad absoluta, pero eso tiene una contraprestación remunerada», apunta Mireia Sabaté, del departamento de Derecho Laboral de Baker & McKenzie. Y ese no es el caso de la mayoría de trabajadores que tienen Blackberry de empresa. «Es verdad que mucha gente, cuando tiene una Blackberry, está permanentemente pendiente aunque la empresa no se lo exija». Así, todas las ventajas de la flexibilidad pueden estar amenazadas por un mal uso: ya sea jefes que mandan correos fuera de horas, o empleados que sufren y los responden como si fueran urgentes. Si se genera estrés, entra en materia la protección de riesgos laborales psicosociales.

Algunas empresas han empezado a redactar sus manuales con las políticas de uso de las nuevas tecnologías: al poner por escrito normas básicas, se evitan conflictos (o pueden sancionarse). Cerca de doscientos ejemplos están en http://socialmediagovernance.com/policies.php. Además del uso de los dispositivos, otro campo en el que está apareciendo normativa es la presencia en las redes sociales, sobre todo en trabajos con visibilidad pública: si mi imagen se asocia con la empresa en la que trabajo, ¿mi Twitter es mío? «La BBC ha prohibido a los presentadores de informativos estar en redes sociales», dice Roca.

El abogado Ramon Arnó, de Sagaris, especializado en entorno digital, apunta algunas reflexiones más: limitar el correo en la Blackberry no impide acceder desde otro dispositivo, como el ordenador en casa. O en otro plano, sobre la privacidad: con un teléfono que incorpora GPS (la mayoría), el empleado está localizable en cualquier momento, incluso fuera de horario laboral. «¿La empresa puede acceder a tus hábitos privados, ¿y si visitas una empresa de la competencia?».

Otra reflexión necesaria es si podemos considerar que el smartphone es un dispositivo solamente de la empresa, o vamos hacia una situación en la que el teléfono es un objeto personal que tiene un doble uso, personal y profesional. «Considerar el teléfono como un medio propiedad de la empresa parece un anacronismo, y la medida de Volkswagen para proteger a sus empleados sería paternalista», dice Genís Roca. Pero entonces aparece el factor clave: quién paga el teléfono o su consumo, ¿el trabajador o la empresa? ¿Cómo puede diferenciarse el uso? Esta es una preocupación latente en el mercado: Blackberry tiene un nuevo servicio, Balance, con el que ofrece separar la información empresarial y la personal en el mismo dispositivo.

Fuente: www.lavanguardia.com

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